Hace seis días atrás las cosas habían empezado a salirse de control para Keidys, se empezaba a arrepentir de haberse mudado e ingresado en aquel colegio.
Todos, lo único que hacían era elogiarla por ser modelo, nadie la veía como alguien normal y eso le molestaba. Quería que ese año todo fuera diferente, el poder ser una chica ordinaria y tener amigos que la quisieran por su personalidad, aunque, para ser sinceros, era difícil sobrellevar el carácter de Keidys. Había tenido una discusión con su hermano porque ella le quitó los frenos a la bicicleta de Josef y el chico se había estrellado al volver a su casa después de una tarde de amigos que había tenido con Santiago.
—¡Estás loca! —Le gritó su hermano—, ¡pudo haber muerto!
Josef solo recibió un golpe en su brazo izquierdo y se había doblado el tobillo derecho al estrellarse con un carro al no poder frenar. Keidys quería que pagara por todo el sufrimiento que había recibido por su parte, pero su hermano tenía razón, pudo haberlo matado.
Poco a poco Keidys sentía que su vida iba perdiendo el rumbo que ella quería para su futuro. Al posar frente a una cámara o recibir los gritos de las personas al verla, sentía que no era en realidad la Keidys de la cual anteriormente ella se sentía orgullosa.
Empezó poco a poco a entristecerse, despertaba con ganas de seguir durmiendo, cuando le llegó la oportunidad de protagonizar una novela, ella lo rechazó, algo que fue sumamente raro, ese era su sueño; o al menos lo que todos creían.
—¡Siempre hacen todo mal! —les gritó a sus empleados.
—Lo sentimos mucho —se disculparon.
Keidys arrojó unos papeles al suelo y se fue. Los empleados empezaron a murmurar cosas groseras sobre ella. La joven había podido escuchar algunas, aunque no le importó en lo absoluto o eso todos creyeron.
Sentía que su copa se llenaba rápidamente y que pronto estaría a punto de derramarse. Por las noches tenía pesadillas y algunas veces lloraba antes dormir, era horrible para Keidys encontrarse en aquella situación.
Y de la nada, un día un chico, el cual no conocía para nada, le estaba haciendo pasar un gran ridículo frente a un grupo de personas, aunque no eran muchos, solo tres, contándolo a él. Pero eso fue como aquella gota que rebozó el vaso.
—¿Quién te crees? —le preguntó a Mateo.
—Eso mismo te pregunto, ¿quién te crees para querer pisotear a las personas? Solo por tener un rostro lindo no quiere decir que puedas hablarle de esa manera a Alejandra, ella es humana como tú, no quiso hacerlo a propósito: el refresco se derramó sin querer —dijo Mateo con palabras que fueron un tanto secas, su mirada era bastante seria y no llena de amor hacia ella como alguna vez fue.
—¿Y? —Keidys respingó las cejas con bastante altivez. Las manos de Mateo empezaron a temblar y tuvo que empuñarlas para poder calmarlas.
—Discúlpate —ordenó.
—Mateo, por favor, deja eso y vayámonos —pidió Alejandra.
—Claro que no, ella no es más que nosotros —se negó Mateo.
—Hazle caso a tu primita, o de lo contrario te quedarás todo el día aquí, solo —Keidys soltó una sonrisa un tanto sarcástica y se alejó de ellos.
Tomás estaba más que sorprendido por lo que había hecho Mateo, él creía que aquel joven estaba totalmente enamorado de aquella modelo, pero de la nada había salido con esto y todo por un refresco.
—No debiste hacer eso —regañó Alejandra—, ahora ella debe odiarte, ¿cómo conseguirás enamorarla si le hablas así?
—¿Crees que quiero estar con alguien tan odiosa como ella? Solo mira cómo te trató, te dijo torpe y bruta, ¿quién se cree? —dijo Mateo con un tono bastante furioso.
Keidys pudo escuchar aquellas palabras y se detuvo al llegar a sus oídos la voz de Mateo, en cierta parte, le sorprendió saber que él tenía sentimientos por ella.
—¿Ya no la amas? —preguntó Tomás.
Mateo no pudo responder a aquellas palabras, ni él lo sabía, aunque, algo muy adentro le decía que por más cruel que ella llegara a ser, sus sentimientos eran más fuertes.
Keidys siguió su camino sin poder escuchar la respuesta, no quería hacerlo, le dolería enterarse, era mejor quedar con la incógnita.
Llegó al salón de clase y se sentó en su puesto, su mente en aquel momento no procesaba nada, estaba como un objeto dañado que no tenía arreglo. El salón de clases se encontraba en un silencio absoluto, algo que le agradaba mucho a la joven, sentía que su vida iba como una montaña rusa en descenso.
En aquel momento se escuchó unos pasos que poco a poco se hicieron más fuertes y Keidys pudo apreciar el rostro de un joven que no quería ver ni en pintura.
Josef se acercó a ella y se sentó quedando frente al rostro de la muchacha.
—Lárgate —gruñó Keidys y en aquel momento, sus ojos se llenaron de lágrimas.
—¿Por qué me odias tanto? —inquirió Josef.
—¿De verdad quieres saber el por qué?
—Claro, he tratado de acercarme a ti o poder tener un compañerismo, pero es imposible —explicó Josef.
#35 en Joven Adulto
#1036 en Novela romántica
#415 en Chick lit
romance, colegio iluciones amorosas, colegio vida estudiantil
Editado: 13.05.2023