Keidys se demoraba mucho en salir del baño, Josef se cansó de esperar y se fue a la cama, aunque había dormido en todo el viaje y no tenía nada de sueño, se quedó jugando en su celular. Pasó media hora y por fin escuchó que se abrió la puerta del baño, alzó la mirada y vio que Keidys traía puesta una lencería roja de encaje, se acomodó en la cama y tragó en seco:
—Amor... —musitó.
—¿Te gusta? —le preguntó mientras peinaba su cabello con una de sus manos, algo que se vio muy bien.
—Te ves muy hermosa —su mirada recorrió hasta lo más mínimo del cuerpo de Keidys, entendió en ese momento el por qué era modelo, su corazón empezó a latir con fuerza al ver que la joven se acercaba a la cama.
La mirada de Keidys era pervertida, dejó salir una risita que ruborizó por completo a Josef:
—Tenemos toda la noche —susurró Keidys en el oído de Josef. El joven desplegó una sonrisa y empezó a besarla.
Josef hizo que Keidys se acostara en la cama y empezó a acariciar el cuerpo de la joven, mientras los dos se fundían en los besos. Keidys le quitó la camisa a Josef:
—Uy, pero qué cuerpo... —dijo mientras se mordía el labio inferior. Paso una mano por el abdomen marcado del chico. Josef dejó salir una pequeña risita y empezó a besar el cuello de Keidys.
Aquella noche Keidys pudo entender lo que se sentía amar profundamente a un hombre y entregarse a él. Estaban sobrios y entendían lo que estaban haciendo, pusieron mucha responsabilidad para que no se arrepintieran después.
—Ay, espera... —pidió Keidys.
—¿Te estoy lastimando?
—Me está doliendo mucho... —Keidys cerró los ojos mientras Josef le daba besos en todo su rostro. Después ella soltó una sonrisa— sigamos— Josef dejó salir una pequeña risa.
—Eres un caso, amor.
—Keidys se quedó a dormir en la casa de Josef... —dijo Alejandra mientras miraba por el balcón— tipa pervertida... —soltó una carcajada—, ya veo para qué me pidió que la acompañara a comprar una lencería.
—Ya cállate —dijo Mateo mientras salía del cuarto, al hacerlo cerró la puerta bruscamente.
—Anda —Alejandra tapó su boca con sus dos manos.
Mateo bajó rápidamente las escaleras y sus padres lo vieron salir de la casa con un rostro bastante serio, terminó de acomodar su abrigo y abrió la puerta de uno de los carros. En momentos así le gustaba ir a la casa de su hermana mayor, allí estaba en mucha calma, al menos antes podía estarlo. Pero ahora cada vez se sentía muy aturdido, le dio un golpe al volante y soltó un grito.
A su memoria llegaba la imagen de Keidys corriendo a los brazos de Josef y el gran beso que se habían dado en el aeropuerto. Conducía rápidamente por la gran carretera, sentía que estaba solo, que la vida era injusta con él, cada vez subía más la velocidad y por un momento escuchó como un camión cargado con unos árboles enormes le pitó y él lo esquivó. Su corazón empezó a latir fuerte después de eso, decidió bajar la velocidad y sentar cabeza, siempre era lo mismo, se dejaba llevar por la rabia y perdía los estribos.
Gabriel se había quedado dormido editando una foto, su hermana abrió un poco la puerta del cuarto del chico y vio como había quedado reposando sobre el escritorio. Gera mordió su labio inferior y después con sus manos temblorosas cerró la puerta y corrió por el pasillo, bajó las escaleras y después observó la gran sala, en una mesa de cristal pequeña vio las llaves de la puerta que daba a la calle, las tomó y abrió la puerta rápidamente.
Salió de la casa y sintió la brisa fría que erizó su piel, arrugó un poco su rostro mientras abría la puerta de un auto. Su mirada estaba asustada por lo que estaba haciendo.
En aquel momento Tomás estaba llegando a su casa con una pizza en sus manos, miró detenidamente aquella situación que estaba viviendo Gera, se veía muy desesperada, como si de un gran problema se tratara. Le dio la impresión de saber que era, algo en su pecho le decía que tenía que ayudarla. Por más fastidiosa que le pareciera la muchacha decidió seguirla, tocó la puerta de su casa y le dio a su padre la pizza, vio que su hermanito estaba cargado por su madre:
—¿A dónde vas? —preguntó el señor Moreño.
—No es nada malo, no te preocupes —dijo mientras veía como el carro que manejaba Gera se iba a gran velocidad.
Corrió por la calle mientras su mirada buscaba un taxi:
—Ay, idiota, hubieras tomado el carro de tu padre —se dijo a sí mismo.
Por fin pudo detener a un taxi, empezó a seguir a Gera, el taxista varias veces se quejaba por lo rápido que debía ir.
—¡Le pago lo que sea, pero no puede perder ese auto! —gritó Tomás desesperado mientras miraba por la ventana la ruta que estaba tomando el auto de Gera— Dios mío, ¿por qué? —musitó al ver el barrio de mala muerte al que habían entrado.
Sacó su celular y llamó a Gabriel:
—¿Sí? —preguntó Gabriel con una voz perezosa.
—Gabriel, estoy siguiendo a Gera, ella acaba de entrar a un barrio de mala muerte ¿es que acaso ella consume droga?
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Editado: 13.05.2023