Gera estaba sentada al lado de Tomás, el silencio reinaba entre los dos mientras miraban el mar debajo del cielo nubloso, hacía mucho frío, aunque eso parecía no importarles:
—Yo en un tiempo fui drogadicto, solo por unos meses, llegué a irme de la casa y casi muero en ese tiempo —llevó su mirada a Gera—, viví en ese barrio por unas cuantas semanas. Me trajo malos recuerdos el meterme en ese lugar a buscarte, lo que hice no se volverá a repetir.
—Lo siento. Aunque no estabas en la obligación de hacerlo.
—¿Estás loca? No iba a dejarte en ese lugar de mala muerte.
Los dos chicos se miraron fijamente. El mentón de Gera empezó a temblar, el llanto salió descontrolado y Tomás la abrazó:
—Lo siento, lo siento mucho —decía Gera.
—¿Por qué te disculpas? —preguntó Tomás.
—Es que ya no sé qué hacer con mi vida, todo está boca abajo. Soy una pésima persona Tomás —el llanto de Gera era muy descontrolado.
—Tranquila, llora todo lo que quieras —recomendó el joven mientras hacía pequeños masajes circulares en el pecho de la muchacha.
De regreso a casa todo estuvo en silencio, a Tomás le sorprendió el encontrar a una persona como ella, alguien con tanto parecido a su oscuro pasado y eso le daba miedo, mucho miedo, no quería volver a caer a ese pozo profundo.
—¿Estás loca? —preguntó Gabriel cuando tuvo a su hermana frente a él—. Esto es cada vez imposible Gera, solo me descuido un rato y tú te escapas. ¿Cómo vamos a hacer cuando mis padres regresen?
—Lo siento mucho —dijo Gera con la voz quebrada.
—Gabriel, creo que no es buen momento para reprocharle las cosas a Gera —explicó Tomás. Abrazó a la joven y después la condujo a su cuarto.
Mateo estaba en su cuarto pensando en la mirada de Claudia al momento de gritarle que se fuera de su vida:
—¡Me tienes cansada, solo lárgate de mi vida y no vuelvas más! —esas fueron las últimas palabras que Mateo escuchó antes de que ella se encerrara en su casa.
Mateo se acurrucó en la almohada y dejó salir un suspiro. Se sentía muy mal, nunca creyó que ella sufriera tanto por su culpa, por más que sabía sobre los sentimientos de Claudia hacia él nunca creyó que fueran tan fuertes como para crear un problema de esa magnitud. Aquella escena donde Claudia no dejaba de llorar no se salía de su mente y se repetía una y otra vez.
Cuando se despertó temprano en la mañana empezó a marcar el número celular de Claudia. Al principio estaba el suspenso mientras el teléfono sonaba, pero después solo se iba a buzón.
—¡Mateo, a desayunar! —escuchó la voz de su madre desde el comedor. Dejó salir un suspiro.
Era sábado y siempre acostumbraba a visitar a su hermana, cuando su amistad con Claudia comenzó hizo que su rutina cambiara un poco en las tardes porque aprovechaba para pasar por su casa. Tenía la intención de hacerlo esa tarde, quería hablar con ella y pedirle perdón.
—¡Hija! —dijo su padre corriendo a abrazar a la mujer.
Todo el plan se había dañado, su hermana ese sábado fue a visitarlos. Mateo quedó reducido en un sillón del patio mientras su mamá servía un té. Todos hablaban animados y el momento era perfecto, Mateo sintió un jalón en su brazo derecho, era su sobrino que quería jugar con él.
—Voy a salir un momento —informó Alejandra entrando al patio.
—Bien, no te demores —dijo la señora sin preocuparse.
—¿A dónde vas? —preguntó Mateo.
—A la casa de Gabriel.
—Bien —Mateo tenía la esperanza de que a la chica se le ocurriera visitar a Claudia, pero ellas no eran de reunirse los sábados.
Alejandra salió de la casa un tanto arreglada mientras revisaba el celular, estaba nerviosa y no se le ocurría algo para comenzar una conversación con Gabriel:
—Oh... vaya, Keidys es el escándalo de la mañana —masculló. Miró a la casa de Josef, lo más seguro era que la prensa no sabía que se encontraba allí ya que no estaba rodeada de periodistas.
Keidys estaba desayunando junto a Josef, había un silencio tranquilo en el comedor, de la nada se le dio por revisar su celular, lo había apagado para no tener que preocuparse de su vida mientras estaba junto a Josef. Había muchas llamadas perdidas de varias personas, buscó las noticias que habían salido ese día, era el escándalo de la mañana.
—Josef ¿puedes encender el televisor un momento? —pidió la muchacha con mucha amabilidad.
El joven tomó el control y encendió el televisor, empezó a pasar los canales, los noticieros no dejaban de hablar sobre la relación de los jóvenes.
—Esto va a ser una molestia —masculló Keidys.
Los jóvenes se miraron fijamente y después soltaron una carcajada:
—Creo que es hora de enfrentar a la sociedad y decir que ya no estoy soltera. No me gustan estos escándalos y haré todo lo posible para apagar lo que encendí. —Keidys se levantó de la mesa mientras llamaba por celular.
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Editado: 13.05.2023