⋆ Capitulo 10⋆

En cuanto la puerta se abre deja ver a una mujer Rubia de ojos verdes, algo mayor (tal vez tenga unos cuarenta y tantos)  por lo que está claro que debe ser su esposa.

–ella es Beatriz Prescott – si, es su esposa.

– es un placer – digo y me acerco para tomar la mano que me ofrece en forma de saludo.

–y ella es mi hija, Cassidy Prescott– le escucho decir y bueno, tal parece que voy a conocerla antes de lo previsto.

En cuanto la señora Prescott se hace a un lado, queda a la vista a una chica de no más de veintidós años, realmente hermosa con ese vestido largo en color azul que no hace más que resaltar su belleza. 

Quede totalmente perdido en ella, pero tal vez solo sea una chica hermosa por fuera, y por dentro solo ser un cascarón vacío como dejan ver sus ojos.

–el es Jasón Colmán – en cuanto escucho mi nombre extiendo mi mano en su dirección, esperando como un chiquillo ansioso por sentir su toque.

–mucho gusto– llega a mis oídos su voz. Diablos que voz, es como una sinfonía, guardada reselosamente por el director de la orquesta. Que en este caso me gustaría ser yo.

–el gustó es mio– puedo sentir cuando por fin su mano hace contacto con la mía, y siento como pequeñas descargas recorren desde mi mano a lo largo de mi brazo. O quizás sea el hecho de dejarla tendida en el aire por tanto tiempo.

En cuanto termina los saludos todos tomamos asiento y los meseros entran para traernos a cada uno algo diferente para la cena.

Esta cena es bastante incomoda por diferentes motivos;

El señor Prescott está bastante serio y no sé si está feliz, enojado o incómodo con la charla que estoy tratando de tener para no quedarnos en silencio.

La señora Prescott solo participa en la charla para adularse a si misma o llenar de elogios a su dichosa hija.

Y la dichosa hija.

Está se la paso ignorandome desdé que se sentó en la mesa. Ni una mirada fue capaz de dirijirme, su tono fue demasiado frío y automático como el de su padre, y no quiero ni pensar si esto seguirá así cuando entre a trabajar en mi empresa.

En cuanto la cena termino me despedí educadamente y ni en ese momento cambió la expresión del mayor y la menor de los Prescott. El rostro completamente serio.

 Salí en dirección a la oficina pues aún debía terminar de revisar permisos y aprobar planos para algunos proyectos pendientes. Estoy repleto de trabajo y siento que ya no puedo con más. 

Pero eso es lo que pasa cuándo tienes tu propia empresa, y eso que ya tiene al rededor de cuatro años que tome la decisión, cuando termine la carrera y decidí que cuando tuviese trabajo sería el puesto de jefe, y uno no llega solicitando el puesto de jefe pues es seguro que te van a echar sin siquiera mirar tu hoja de vida, así que decidí comenzar mi propia empresa.

Comenzé como todos, desde abajo. Con tres mesas, cuatro sillas y una cafetera, buscando posibles clientes, intentando que me dieran una oportunidad de demostrar que podía hacerlo.

En ese momento conocí al señor Plowman. El fue un gran pilar para asentar mi empresa, solía ser profesor de arquitectura y en cuanto se enteró de que quería consolidar mi propia empresa me dijo “esto no será fácil chico, esto es un arte, y como artista no solo debes usar la mente, tienes que poner una parte de tú corazón en ello”.

Solía brindarme su ayuda, y todas aquellas frases que me decía me ayudaban a no darme por vencido y en parte preguntarme ¿Porque decidió ser arquitecto y no filósofo?. 

De vuelta a la realidad. He terminado el trabajo por hoy y solo son al rededor de las dos de la madrugada, así que me levantó de mi asiento y camino hacía la habitacion que se encuentra dentro de mi despacho, solo para quedarme de pié frente al ventanal al lado de mi cama.

Ahora que estoy aquí y puedo ver el cielo oscuro, recuerdo el color de su vestido y lo bella que se veía en el está noche, no sé que pasará después pero creo que al final fue una gran idea aceptar la propuesta del señor Prescott.

Pues que es lo peor que podría pasar?...