Capítulo 02:
Mientras estamos viendo una repetición de The Tonight Show with Jimmy Fallon, un teléfono empieza a sonar. Pero como estoy tan entretenida viendo la televisión, no me doy cuenta que es mi tono. Todos voltean a verme con cara de: ¡Calla eso!
Me apresuro a llegar a la mesita de la sala y veo que es un mensaje de Maddie. Ahora si vas a aparecer, ingrata.
“¿En dónde estás? He llegado y no estabas (estaba gritando tu nombre como loca jaja). Te estoy esperando.”
<<Por supuesto que estás allá, idiota. >> Resoplo. Tomo prisa al textear:
“Ya voy para allá. Sabes que no me gusta dormir sola y aun así te vas, ni siquiera avisas. Un día de estos me voy a ir y no te voy a decir nada. Para que veas lo que se siente”
“No te quejes, gruñona. Yo también te quiero.”
“Ay sí. Por cierto, te tengo una noticia”
“¿Sí? Cuéntame”
“Espera a que llegue a casa, ese es tu castigo”
“Me lastimas perra, duele”
Rueda los ojos y suspiro ruidosamente, esta chica puede ser algo irritante, y no me quejo porque yo también lo puedo ser, pero nos amamos mutuante y eso es algo importante.
— ¿Qué pasa, hija? — pregunta mamá, curiosa como siempre. Eso como que viene de generación en generación.
— Maddison me escribió, ya quiere que vaya para allá, tampoco se quiere quedar sola. Así que tengo que ir. — digo mientras meto el teléfono en mi bolso y saco las llaves del auto.
— ¿Cuándo vendrás otra vez? —pregunta papa tristón, ahora prestando atención a nuestra conversación.
— Pronto, eso espero.
Coloco mi bolso en mi hombro y corro hacia las escaleras para ir hacia mi antigua habitación, una vez dentro, guardo mi querido libro en mi bolso y tomo las toallas que compré esta mañana.
No las dejaré aquí porque no sé cuándo voy a venir otra vez ya que siempre estoy ocupada en mi trabajo y casi no tengo tiempo para visitarlos, ellos nos visitan cuando hay tiempo y es agotador hacer un viaje de tres horas de Sídney hacia Canberra, en el suburbio Aranda.
En mi niñez vivíamos en Sídney, todos nacimos allí, luego de haber estudiado tres años y haberme acostumbrado y conformado con la secundaria en la que estaba, tuvimos que trasladarnos a Belconnen, Canberra por mis abuelos maternos, nunca comprendí bien el por qué y ellos no nos dijeron nada acerca de eso. Fue unos de los momentos mas estresante de mi vida, era agotador cambiar de entorno y extrañar a los míos, fue muy frustrante. Y mas cuando no te explicaban nada.
Después de terminar la secundaria en Belconnen, mis padres decidieron nuevamente volver a Sídney. Lo hicimos, tenía la esperanza de ver a los chicos, pero no fue así. Pocos meses después tomamos la decisión de empezar la universidad en Canberra, nuevamente, Maddie y yo nos mudamos para poder estudiar e independizarnos, especialmente ella. A Maddison le dieron un año adelantado por sus notas altas y buen rendimiento académico, por lo que empezamos a estudiar juntas en la universidad. Ella me explicó que ya no quería ser una carga para nuestros padres, ella sentía que ya tuvieron suficiente por su acto, pero no es su culpa.
Vivimos juntas al menos por ahora.
Mis padres nos compraron la casa, todo lo necesario para vivir bien y satisfactorio, mamá transfería dinero dos o tres veces al mes ya que no trabajamos aún. Ya cuando nos graduamos, ejercimos trabajo y aún envía dinero, pero una menor cantidad que la de antes. Nos quejamos porque se supone que queremos ser independientes, pero dicen que al menos que le dejemos un tiempo para “mimarnos” que después va a ceder.
Y todavía lo hace.
Ellos siempre se ponen felices cuando vengo y eso me desanima porque siento que los abandono por mucho tiempo, así ellos nos visiten. Constantemente hago un esfuerzo para visitarlos, y sin duda, siempre lo extraño. Saliendo de mis pensamientos; bajo hacia la sala con mis cosas. Mis padres y Matt se levantan para despedirse de mí. Esta parte nunca me ha gustado en lo absoluto, es desagradable.
— Te voy a extrañar, mi bebé. Lo hago a cada minuto que no estás junto a nosotros. Cuida de Maddie. — dice mamá. Solo ha dicho esas dulces palabras y ya siento un nudo en la garganta y mis ojos cristalizarse por las lágrimas amenazantes.
— Yo más, mamá. Lo haré. — mascullo con voz ahogada mientras me suelta y se aparta para que papá puede abrazarme.
— Ven aquí, cariño. No llores y deja que papá te abrace como debe ser. — habla con voz ridícula y gracioso que me hace reír, me abraza muy fuerte y luego me suelta para limpiarme las lágrimas que no me había dado cuenta que habían caído —. Ahora sonríe, chica.
— Ahora es mi turno de despedirme de este monito feo llorón. — dice Matt mientras me quita de los brazos de papá y me sostiene dándome vueltas en el aire, río y grito al mismo tiempo —. Nos vemos cuando vaya a tu casa, pequeña.