-Despierta dormilona – Edgar me estaba llamando pero yo estaba demasiado cansada – quieres comer el dia de Navidad con todos o prefieres que nos tomemos un descanso y no salir de la habitación unos días? – abri los ojos
-No, debemos comer con todos mi laird.
-My lady cuando descansaremos ¿
-Cuando decidas dormir una noche entera – le contesté bromeando.
-Mmmm, contigo al lado es difícil
-Edgar no, es tarde – le dije mientras le aceptaba otra vez en mis brazos.
- Ahora si que si, debemos bajar o vendrán a buscarnos.
-Si, tu madre no tendrá problemas en entrar sin llamar
-Elsbeth
No dijimos nada más mientras nos vestíamos. A mi el tono de voz que empleo para decir mi nombre no me gusto como tampoco me gustaba no tener intimidad, ya que mi suegra era la única que entraba en la habitación a cualquier hora del dia sin llamar, independientemente de lo que estuviéramos haciendo.
Bajamos al comedor donde ayer cenamos todos y antes de sentarnos Carlos estaba a mi lado pidiéndome disculpas que por supuesto acepté y también aproveché el momento para recordarle lo que sucedía mañana por la noche. Una boda, la suya para ser más exactos.
-Carlos está mucho más tranquilo – Edgar nos dijo lo que ya sabíamos, que después de la tormenta llegaba la calma.
-Si, - lo confirmo mi padre- recuerdo la vez que lo enganchaste del cuello y arrastrándolo al montón de heces de caballo que se acababan de limpiar, le introdujiste la cabeza dentro – Edgar escupió la comida de la boca y me miró horrorizado
-Hiciste eso ¿
-Si, intentó besarme igual que anoche y no le convoqué a duelo por que Enrique se metió de por medio, pero juré cobrarme el castigo de mi madre sin hacer yo nada – dirigí la vista hacia ella que me estaba mirando sonriente
-Al final tu castigo fue peor – habló ella
-Si, pero por que había hecho algo.
-Y a Enrique también le maltrataste? – preguntó un Edgar ya sonriente
-Enrique nunca me falto al respecto, pero era muy pesado con su palabrería y sus bonitas palabras, asi que una noche de fiesta decidí decorar su postre con bombones de chocolate.
-Bueno, eso no fue nada asqueroso, te gustaba su palabrería entonces –afirmó Edgar
-Los bombones eran heces de cabra – le contestó mi padre y Edgar esta vez se atragantaba mientras me miraba a mi. Ahora si estaba asustado de verdad.
-Queda alguna venganza más?
-Creo que no – dije yo intentando no ahuyentar a mi marido pero mi padre decidió seguir.
-Si, teníamos un caballo imposible, nunca se dejaba montar por nadie, solo por ella y convenció a la hija de la curandera subirse para dar un paseo. Imaginate como acabo la pobre muchacha.
-Pero papá – dije con voz dulce - nunca más intentó engañarme con las plantas. Me daba las que sueltan el vientre por la manzanilla.
-Si, eso es cierto. También encerraste al pobre Eric en el calabozo y le pusiste guardia, tres días seguidos.
-Sabiais eso y lo permitisteis ¿ - Edgar cada vez estaba peor
-No, lo descubrimos siguiéndola, esa vez fue ella las que utilizo las hierbas que sueltan el vientre y le quitó el orinal. Imagínate como estaba el pobre muchacho
-El tal Eric? Muy mal imagino
-Si, ese si – contestó mi padre con indiferencia – pero yo hablo del que estaba vigilando la celda para que el otro no se escapara.
-Ese que te hizo? - me preguntó Eric
-Decirle que era una niña mimada y perder un duelo contra ella.
-No quiero saber nada más – dijo Eric esta vez más sereno y riéndose
-Por que? – preguntó mi padre sonriendo – hay muchísimas
-No, no quiero saberlas por que cada vez que contaís algo me asusto más.
-Lo que te asusta es pensar en lo que te puede hacer cuando la enfades – habló mi madre
-Mi hija tiene mucha imaginación Hamilton, asi que ándate con ojo.
Volvimos a nuestro plato, que eran haggis. No podía comer eso, era asqueroso y por la cara de satisfacción de mi suegra, estoy segura que lo había hecho adrede.
Asi que para fastidiarle el dia un poquito, decidí probarlos. Primero un bocado que lo trague sin pensármelo. El segundo que ya fue más difícil tragármelo sin saborearlo, y el tercero fue lo que provoco el desastre. Solo me dio tiempo a levantarme de la silla y girarme un poquito, por que lo poco que mi estómago tenía dentro, decidió eliminarlo.