Pasaron ocho insufribles meses desde la marcha de Edgar. Recibimos una nota suya, en la que nos informaba que todos los clanes habían sido convocados para marcharse a la guerra. De esa nota habían pasado ya dos meses, por lo tanto mi marido y mi padre estaban en el campo de batalla ahora mismo.
Desde que lo supe, comencé a rezar. Nunca había sido muy creyente, de hecho solo iba a la Iglesia cuando había bodas y bautizos, pero a partir de recibir al mensajero, todas las noches, si mi enorme barriga me lo permitia, me arrodillaba a rezar. Queria verlos llegar con vida, ya no solo a mi padre y marido si no a todos los hombres que se habían marchado con ellos.
-Elsbeth – mi madre entró en la habitación –he venido a verte hija
-Mamá – comencé a llorar, últimamente mis hormonas estaban a mil – has venido.
-Claro hija, que te sucede? Por que lloras amor mio
-Por que estoy muy sola – le dije sollozando cada vez más
-Hija, si hay gente en la casa, no estás sola – me decía mientras me abrazaba para tranquilizarme.
-El único que sube a verme cuando puede es Donal – mi madre ante lo que le decía se tapaba la boca horrorizada
-Pero hija, un hombre no puede subir a la habitación de la señora, nunca solo si no es tu marido.
-Mamá, llevo un mes en esta cama sin poder moverme por el peso y los dolores. Solo me acompaña a dar pequeños paseos por el patio delantero de la casa. Si no fuera por el, ni siquiera me subirían la comida.
-Y tu suegra?
-Llevo sin verla desde que estoy aquí metida.
-No ha subido ni siquiera a ver si estas bien?
-No mamá, seguramente me ponga de parto y ella no se entere hasta que el niño tenga un mes por lo menos.
-Iré a hablar con ella hija y también iré a llamar al médico para que venga a hacerte una revisión. Queda ya poco y debemos asegurarnos de que todo salga bien
-Cuanto es poco mamá?
-Por la forma de tu barriga, diría que unos días pero no te preocupes, aquí esta tu madre para ayudarte en lo que necesites cariño.
Mi madre se marchó, quedándome sola otra vez. El estrés, los nervios o la misma tristeza me provocaron dolores en mis partes. Dolores que iban aumentando. Pinchazos que cada vez eran más frecuentes. Yo estaba asustada, y si le sucedía algo al bebé. Intenté levantarme de la cama pero me era imposible.
-Elsbeth, que te sucede – entró Donal alarmado por mis gritos.
-Mi madre, llama a mi madre por favor – suplicaba llorando
-No está ha salido a buscar al médico. Que hago Elsbeth?
-Llama a alguien por favor, creo que viene ya.
Donal se fue buscando ayuda, pero por lo visto era día de mercado y solo estaba el. Asi que volvió a subir arriba a informarme.
-Que hago Elsbeth? Dimelo por favor
-Agua caliente por favor,toallas. – creo que eso se lo escuche a mi madre cuando la cocinera estaba de parto.
-Que más? – el estaba más nervioso que yo, y mira que yo sola, sin mi marido, junto a un hombre suyo estaba pariendo, muy tranquila no estaba.
-Ponte detrás de mi y sujétame la espalda – otra contracción – no te asustes, que ya estoy yo asustada por los dos.
-Que más ¿
-Agarrame con fuerza y no te desmayes, según he escuchado los hombres os desmayais mucho en estas cosas. – el sonrio
Con cada contracción que llegaba, yo empujaba con mucha fuerza. Donal me agarraba para no echarme delante.
-Que sucede aquí ¿ - mi suegra entró echa una furia y se puso peor cuando vio la situación.
-Asómate ahí abajo – le ordené yo viéndola ahí quieta.
-Esta la cabeza saliendo, empuja ahora y saldrá – me dijo ella.
Otras dos contracciones más y me pude relajar o eso pensaba.
-Ven aquí Donal, traite más agua limpia, aguja, hilo y whisky, mucho whisky.
-Que sucede?
-Te has desgarrado, tendre que coserte o te desangraras.
-No no no no – estaba histérica - nunca me han cosido, me dan pánico las agujas.
-Si no te coso, vas a morir.
-No moriré, no, no me cosas por favor.
-Mira, acabas de tener un niño precioso, si no te coso no lo vas a ver ni una vez. Tu decides. – asentí.