Embarazada de mi Vecino.

Prólogo.


8 Meses atrás; París, Francia. 

     Samanta me guía hacia la barra de la discoteca mientras contonea sus caderas al ritmo de la música de una manera hipnotizante provocando que todos a su alrededor volteen a verla; incluso un par de chicos que a pesar de estar con sus respectivas parejas, no pudieron contenerse y tuvieron que seguirla con sus ojos. Una de las chicas abofeteo e insulto a su acompañante cuando lo llamo tres veces y este no le respondió. 

-Sam, creo que estás provocando unas cuantas rupturas por aquí.  

    Cuando llegamos a la barra ella le gritó al barman pidiendo dos gin-tonic.  

-Hana querida. ¿Por qué crees que me visto, peino, maquillo y bailo así?  

-No sé, ilústrame.  

    Sam me miró de forma significativa y simplemente sonrió con sus perfectos dientes.  

-Ya lo descubrirás cuando crezcas cariño. 

     El barman dejo nuestras bebidas y se fue con otros clientes inmediatamente. Cuando Samanta tomo su vaso se emociono al punto de tirar un beso al aire. Descubrí que este incluía una nota; ella la volteó en mi dirección y entonces vi el motivo de su alegría. “Invita la casa, preciosa.”  

-Deberías dejar de ser tan Hana y probar un poco más de Samanta, así conseguirás darle color a tu vida.  

-Eso quiere decir que debes comportarte más como una pequeña zorra.  

    Me gire en dirección a Matt que había aparecido sin previo aviso junto a nosotras; él era nuestro mejor amigo y estaba retrasado por tercera vez en la semana.  

-¿¡Ves Matt!? ¡Tú si me entiendes!  

-¡Por eso somos mejores amigos!  

     Por supuesto, ellos dos se entendían perfectamente ya que ambos eran unos casanovas, pero yo en cambio, era la voz de la razón de nuestro pequeño trío de juerga. Tomé mi bebida de la barra y seguí a mis amigos por entre el gentío bailando y otros cuantos refregándose unos contra otros. 

-¡Eh, espérenme!  

     Cuando al fin los alcancé, ambos me miraron de una forma extraña y maliciosa, algo que hizo que mi estómago diera un vuelco de 90 grados.  

-¿En qué están pensando ahora? 

    Matt miró de manera cómplice a Sam quién inició el parloteo sin sentido. 

-En nada, solo en el hecho de que hace una semana tu pasaste a ser soltera nuevamente. 

-Si. ¿Y? 

-¿Cómo que “y”? – Intervino Matt al tiempo que tomaba un sorbo de su Wiski.- Nena, si no fuera porque eres mi mejor amiga y te veo como mi hermana, yo mismo te habría pedido salir hace mucho tiempo. Además, creo que es hora de que olvides a ese patán de Peter, él no merece tus lágrimas y mucho menos que aún conserves el recuerdo de su relación; él no fue capaz de hacerlo mientras aún salían. 

-Matt tiene razón Hana. El imbécil de Peter fue quien te engaño, no tu a él, así que por favor, solo por esta noche podrías soltarte un poco e ir a conocer a un guapo chico. 

   Sabía que no me lo estaban preguntando, sino ordenando y en el fondo una vocecilla me dijo que los escuchará e hiciera caso omiso a los furtivos recuerdos de los momentos junto a Peter. Tome un sorbo grande de mi bebida y una sonrisa maliciosa se dibujó en mi rostro, algo que por supuesto tuvo la aprobación de mis mejores amigos.  

-¿Si sabían que cuando ambos piensan y actúan igual, dan escalofríos? 

-¡Pero es que Matt y yo fuimos hechos para estar en la misma frecuencia y de ser posible, arrastrar a la mayor cantidad de personas que podamos!  

    Yo los mire bailar uno contra otro y trate de imaginar lo que pensaría alguien que los viera sin conocer su relación en realidad; la verdad es que harían una pareja extraordinaria. Samanta destacaba de entre los demás con su melena negra y azul, ojos oscuros y rasgados, su cuerpo curvilíneo y perfecto. Matt con su rebelde cabellera rubia y faroles celestes había sido el culpable de innumerables corazones rotos y luego estaba yo; la tan común chica de 23 años con cabello cobrizo y ojos azules que era considerada una nerd aburrida que solo había tenido ojos para un chico desde la secundaria, y que luego lo perdió por no lograr “satisfacerlo” como su alocada vecina.  

-¡Oye minions! ¿En qué piensas tanto?  

-¡Ya no me digas minions! Crecí dos centímetros desde el año pasado. 

-¡Matt! ¿Haz oído? ¡Pero si nuestra pequeña a crecido!  

   Ambos comenzaron a reír, pero al ver que no me hacía gracia detuvieron sus risas.  

-En serio, medir un metro cincuenta y nueve es considerada estatura promedio. 

-Hana, no te preocupes, ya sabes lo que dicen. Lo bueno viene en frascos pequeños.  

-Si, pero hay excepciones para esa regla como el chico guapo y sexy que te está comiendo con los ojos hace diez minutos cariño. 

-¿Qué? ¿De que hablas Sam? 

    Samanta le hizo señas con la cabeza a Matt para que él echara un vistazo, era como el encargado de aprobar o desaprobar una cita para nosotras, se lo hubiéramos pedido o no. Aunque, debía admitir que si lo hubiera escuchado, entonces Peter no habría tenido oportunidad de romper mi corazón. 

-Si, definitivamente está comiéndose a nuestra pequeña con la mirada. Y para ser honesto si estaría de acuerdo en que fueras con él. 

-¿Están locos? ¡Pero si ni siquiera lo conozco! 

-¡Pero eso tiene una fácil solución amiga! 

-Ella tiene razón Hana, ve y háblale.  

-¡Sí! ¡Deja las reglas por esta noche y simplemente lánzate a la acción!  

-¿Si tanto te gusta, porque no le coqueteas tú?  

-Na, odiaría tener que invertir el 80% de mis energías en tratar de hacer que me vea como te ve a ti y el otro 20% en fingir que eso no me importa. Sabes cómo soy, me gusta la atención de un hombre al 100%, no a medias, yo no comparto.  

   Muchas veces había envidiado la seguridad de Samanta, pero es que ella tenía en que basarse para ser así de segura con ella misma y su apariencia. Y jamás la había visto echarse para atrás ante la conquista de un chico, excepto cuando supo que estaba muerta por Peter y ahora, cuando supuestamente un chico está por hacerme el mal de ojo.  

-¡Vamos Hana! Sabes que si tú no vas, entonces nosotros no saldremos a buscar parejas para esta noche. 

-Si. – Samanta apoyo a Matt. – Y entonces tu serás la responsable de que Matt y yo hayamos perdido la oportunidad de vivir un romance en la ciudad más romántica del mundo.  

    Sabia a dónde nos llevaría eso y no estaba dispuesta a llegar a ese límite, por lo que decidí que si quería salvar mi estabilidad emocional esa noche, debía hacerles caso. 

-Esta bien, iré.  

-¡Si! ¡Está noche tendremos citas!  

    La emoción de ambos era palpable en aire y más cuando se le ponía en contraste mi estado de nervios. Bebí lo que me quedaba de un solo trago y dejé mi baso en la mano vacía de Matt y emprendí mi marcha en dirección al chico antes de que el coraje me abandonara. A mitad de camino tuve la urgencia de volverme, pero entonces el chico comenzó a avanzar él también y ya no pude echarme atrás. Cuando al fin nos alcanzamos él traía una sonrisa de infarto y a pesar de la escasa luz del lugar, podía decir que realmente era sexy.  

-¡Vamos peque, tu puedes! 

-¡Si Hana, solo suéltate y lánzate!  

   Los gritos de mis amigos a mis espaldas provocaron que la humillación se hiciera visible en mis mejillas.  

-Hola, mi nombre es Ian, Ian Garrett. Y supongo que tú eres Hana. 

-Hola Ian. Si. ¿Cómo supiste mi nombre? 

   Él se rio discretamente y señaló con la cabeza por sobre mi hombro. Me abofetee mentalmente por ser tan idiota. 

-Ah, si, lamento eso Ian es que mis amigos pueden ser un poco… intensos a veces, pero no son malos.  

-No, te creo, tranquila, la verdad es que mis amigos no son muy normales tampoco. 

-Vaya, eso ya me deja más tranquila. De hecho vine porque fui obligada.  

-¿A sí? 

-Si, mis amigos me extorsionaron. Dijeron que si yo no me acercaba a hablarte entonces ellos no buscarían pareja y así compartiríamos nuestra triste soledad entre los tres. Por lo que sería la culpable de hacerles perder la oportunidad de un “romance” parisino.  

-Eso es muy curioso, mis amigos me dijeron algo parecido; aunque está más que claro que ellos no llegarían a tales extremos de sacrificio. 

-Te puedo asegurar que los míos si. Además, al llegar al hotel pondrían la computadora con una maratón de películas como “Siempre el mismo día”, “Yo antes de ti”, “Bajo la misma estrella” y un sinfín con títulos similares. 

-¿Una maratón de películas románticas? 

-No, te estás perdiendo un pequeño gran detalle. Esas películas tienen algo en común; romance trágico. En todas y cada una de ellas, uno de los protagonistas de la pareja se  muere por una causa u otra. 

-¿Y porque ver películas así? 

-Ah, porque según ellos me enseña lo efímero de la existencia humana y esa es la razón por la que debo lanzarme ante todo sin pensarlo y eso incluye mi vida amorosa. Parece que cuánto más trágica es una historia de amor, más le llega al corazón humano. Fíjate en Romeo y Julieta si no; un corto y trágico romance que ganó cientos de admiradores.  

-Entonces, preferiste lanzarte y hablarme; ¿Antes que ser parte de una maratón de películas de romance trágico?   

-Si lo pones así la verdad es que suena bastante mal, pero si, creo que está noche no estoy para derramar lágrimas por historias ajenas, sin ofender, todas y cada una de ellas son fascinantes, pero ya tuve suficientes pañuelos sobre mi regazo estos días y creo que mi papelera piensa igual. 

-Muy bien, entonces trataré de que no debas usar pañuelos. Y ¿Cómo definirías nuestro romance?  

-¿Cómo? 

-Ya sabes, me refiero a trágico u ordinario.  

-Ah, la verdad es que… mejor etiquetamos esto como una amistad. 

     Ian se rio y me pareció el sonido más maravilloso que jamás había escuchado hasta esa noche. Matt paso junto a nosotros y antes de marcharse con una morena sonriente, se acercó a Ian y le susurro, más bien le gritó a modo de advertencia. 

-¡Si le haces daño me las pagarás! ¿Entendiste amigo? 

-¡Por supuesto! Creo que ya me lo había imaginado y podría apostar a que su amiga piensa lo mismo. 

-De hecho, creo que ella estaría más encantada de realizarte una esterilización gratuita si dañas a nuestra minions.  

    Y con un guiño de ojo Matt se marchó dejándonos a Ian y a mi solos con las luces y la música a nuestro alrededor. 


    Luego de esa noche Ian y yo quedamos para salir varias veces e incluso llegamos a ver algunas de las películas que le mencioné, e hicimos otras cosas. Pero como todo en la vida, el día de la despedida llegó al fin y a pesar de prometer quedar en contacto, nuestro romance se quedaría en dónde había comenzado y había terminado. En París, Francia.  

    “O eso pensé en ese momento, pero la vida a veces te da un sinfín de sorpresas y eventos inesperados.”  
 




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