Siento una oleada de alivio y gratitud. Mis padres sonríen, sus ojos llenos de esperanza, aunque hayan escuchado la mala noticia.
—Eso es maravilloso, doctor, dígame que ese virus no se alojara y perjudicara al bebé de mi hija —dice mi madre, con lágrimas de felicidad en los ojos—. Gracias por todo lo que está haciendo por nosotros.
—Por eso necesito tenerla dos meses en el hospital, ya que suele ser peligrosos, pero si evoluciona en un mes, y hacemos chequeos completos, el bebé y Valeria estarán a salvo.
—Que alivio —responde mi madre.
—Doctor, quiero invitar a mi jefe al hospital para que usted hable con él y yo con mi jefe, se llama Alejandro, pero quiero que por favor no le comente nada de mi embarazo, solo del virus, es por mi seguridad y la de mi bebé —le digo con angustia.
—Tranquila, no le comentare nada de tu embarazo —me dice el doctor Lucas.
—Gracias —le respondo con voz cansada.
—Es un placer. Valeria, sigue descansando y cuidándote. Mantén una dieta equilibrada, hidrátate bien y asegúrate de no hacer esfuerzos físicos. Vamos a seguir monitoreando al bebé con ecografías y pruebas para asegurarnos de que todo vaya bien —responde el Dr. Lucas.
Asiento, sintiendo una renovada esperanza y determinación. Sé que aún queda un largo camino por recorrer, pero cada día que pasa, me siento más fuerte y optimista sobre el futuro.
Mis padres me abrazan, su amor y apoyo llenando la habitación de calidez. Juntos, enfrentaremos este desafío y cuidaremos del bebé que crece en mi vientre. Con el tiempo, el virus será solo un recuerdo, y tendremos un futuro lleno de esperanza y alegría.
—Mamá tienes que llamar a Alejandro y decirle que necesito hablar con el —le digo a mi padre.
—Si hija ahorita estamos marcando tu madre y yo a Alejandro —me dice mi madre.
—Después de que el Dr. Lucas se marchara, mis padres decidieron llamar a Alejandro para informarle sobre mi situación. Y como era de esperarse siempre se encontraba en su trabajo y, después de una breve conversación, Alejandro prometió venir al hospital tan pronto como pudiera.
Dos horas después, vi a Alejandro entrar por la puerta de la habitación, su rostro reflejando preocupación y ansiedad. Mis padres lo recibieron con abrazos y palabras de bienvenida, agradecidos de que estuviera allí, todo para ganarse la confianza de Alejandro.
El Dr. Lucas se unió a nosotros nuevamente, explicando la situación a Alejandro con claridad y franqueza. Le informó sobre el virus, el tratamiento y la necesidad de que me tomara un tiempo considerable para descansar y recuperarme.
—Lamentablemente, dado el estado de Valeria, no podrá trabajar por un tiempo —dijo el Dr. Lucas—. Extenderemos su incapacidad para garantizar que pueda enfocarse completamente en su salud que es muy peligroso si esta expuesta, pudo haber muerto, si no la traían al hospital.
Alejandro escuchó en silencio, su rostro mostraba una mezcla de preocupación y determinación. Cuando el Dr. Lucas terminó de hablar, Alejandro se acercó a mi lado y tomó mi mano con suavidad.
—Valeria, sé que esto es difícil, pero lo más importante ahora es tu salud y que ese virus se desaparezca—dijo con voz tranquila—. No te preocupes por el trabajo o cualquier otra cosa. Estoy aquí para ti, pase lo que pase.
—Me aflige el dinero, no voy a poder trabajar y no me pagaran, tus padres me mataran, necesito dinero, me urge, tengo gastos fuertes, el hospital, mis pastillas mira que son muchas pastillas que voy a hacer —le grito casi desesperada.
—Yo soy el que te va a liquidar dinero, trabajes o no, tendrás dinero en una tarjeta que te obsequiare, mucho dinero, es una tarjeta ilimitada, gástate todo lo que quieras, por favor no te alteres que no te hará bien, —me dice Alejandro mientras me toma de la mano y se inclina ante mí, para besarme en los labios.
Mis ojos se llenaron de lágrimas al escuchar sus palabras reconfortantes. Saber que Alejandro estaba dispuesto a estar a mi lado, sin importar los desafíos que enfrentáramos, me dio una sensación de paz y seguridad, me doy mi llorada que casi grito a todo pulmón, el enfermero solo me observa.
—Valeria, tiene que calmarse, no te hará bien el estrés, o me vere obligado a inyectar en calmante —me dice.
—Atrévase, como usted no tiene necesidad, y no está enfermo, ya me quiero ir, estoy estresada, no quiero esto —suelto un grito del estrés, mientras lloro como una desamparada.
—Valeria, no llores por favor, la gente pensara que te están matando —me dice.
Alejandro trata de calmarme, y cuando de la nada veo un animal raro parado frente a mí, ahora resulta que estoy alucinando.
Pego un grito de locura —Ese animal me esta viendo —siento el pinchazo en mi brazo, y vaya que dolor.
—Valeria, te administre un calmante —me dice el enfermero.
—Usted ni avisa —me enojo.
Alejandro toca mi mejilla y logro respirar.
—Gracias, Alejandro —susurré, apretando su mano con gratitud—. Te necesito a mi lado ahora más que nunca.
Nos quedamos en silencio por un momento, dejando que la realidad de la situación se asentara. Pero también sentí una chispa de esperanza, sabiendo que no tenía que enfrentar esto sola. Con el amor y el apoyo de mis seres queridos, sabía que podía superar cualquier obstáculo que se interpusiera en nuestro camino.
Cierro los ojos, finalmente esa cosa me está haciendo efecto, ese calmante aunque sea segundos, es increíble, permitiéndome descansar, sabiendo que, con el amor y el apoyo de mi familia y el equipo médico, todo saldrá bien.
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Editado: 14.06.2024