—Pues ya ves estamos bien —dijo Alejandro.
—¿Son novios? —Pregunto un joven elegante con documentos en la mano.
—Tu trabajo es ser contador, deja de ser tan metido —le dice Alejandro molesto.
Me quedo mirando a todos lados sintiéndome un poco cohibida.
—No tienes mi permiso para hablar, con ellos no, con los de diseños y gente de negocios si, pero con contadores no, mi bella estos dos meses contigo son increíbles —me dice en el oído mientras yo no entiendo nada de igual forma asentí con la cabeza.
—¡Se cumplen los tres meses! —exclame susurrándole en el oído de Alejandro.
Alejandro se sorprendió levantándome una ceja.
—Al menos no tengo que soportar a la víbora de tu madre —le dije sin pensar.
—¡Ha! —Exclamo con confusión.
—Solo me estaba recordando —le dije.
— Bueno, ven ayúdame —me dice con una sonrisa.
Los restos de los días pasaron muy rápido cuando menos vine a sentir ya estaba adaptándome a todo y sabía que tendría que cuidar de mí siempre sin importar lo que trabaje, en un torbellino de reuniones y negocios con algunas personas que estaban aprobando menús para sacarlos a la luz, pero la tensión entre nosotros seguía presente, latente bajo la superficie. Sabíamos que estábamos arriesgando todo al dejarnos llevar por nuestros sentimientos, pero no podíamos evitarlo.
Al llegar la noche, el tío de Alejandro se nos acerca en el estacionamiento.
Mi mente recordó que ya habíamos pasado exactamente había cumplido mis tres meses de embarazo, y yo no me había realizado ningún chequeo de mi embarazo, que clase de madre soy, lo que tengo de embarazo, aunque no me siento mal, pero es necesario que haga cita para saber el estado de mi bebé.
—¿Pensé que te vendrías con nosotros? —Pregunto el tío interrumpiéndome los pensamientos al percatarme que iba dirigido a Alejandro.
—No tío, me iré con Valeria —le dice.
—¿Piensan dormir en la misma mansión o esperen viven juntos? —Pregunto.
—Si, Valeria vive en mi mansión, pero tienes que guardar el secreto tío, no se te ocurra decirle nada a mis padres, porque te juro que huyo —dice Alejandro serio.
Estaba en el estacionamiento, apoyada contra el auto de Alejandro, esperando que terminara de hablar con su tío, quien estaba urgido por saber de mí. A mi lado, su tío Antonio me miraba como alguien que recién sabe de este mundo de millonarios, hablando sobre temas triviales para pasar el tiempo.
—Valeria, ¿cómo te sientes trabajando con Alejandro? —preguntó Antonio, con una sonrisa amable.
—Es un desafío y un honor al mismo tiempo, Antonio. Alejandro es muy exigente, pero también justo. He aprendido mucho desde que estoy aquí —respondí, tratando de mantener la conversación ligera.
Justo entonces, vi a Milena caminando hacia nosotros con una expresión seria en su rostro. Se detuvo frente a mí y me miró directamente a los ojos.
—Valeria, necesito hablar contigo —dijo Milena, su tono firme y autoritario.
Alejandro se acercó justo a tiempo para escuchar la declaración de Milena. Parecía sorprendido por la urgencia en su voz.
—¿Qué pasa, Milena? —preguntó Alejandro, frunciendo el ceño.
Milena le lanzó una mirada rápida y luego se volvió hacia mí, ignorando la pregunta de Alejandro.
—Valeria, es importante. Debes venir conmigo ahora mismo —insistió, su voz dejando claro que no había lugar para la discusión.
—¿Qué está pasando? —pregunté, sintiendo la creciente tensión en el aire.
Milena inventó una excusa rápidamente, sin vacilar.
—Hay un asunto relacionado con tu contrato que debemos discutir en privado del gimnasio, un contrato del gimnasio para que te ejercites. Es mejor que lo resolvamos de inmediato —dijo, mirando a Alejandro para asegurarse de que no hiciera más preguntas.
Alejandro todavía parecía desconcertado, pero asintió lentamente, confiando en Milena.
—Está bien, pero regresa pronto, Valeria. Te esperare en la mansión. Tenemos más cosas que discutir —dijo, dándome una mirada preocupada.
Asentí y seguí a Milena hasta su auto. Nos subimos y, tan pronto como las puertas se cerraron, la tensión en el aire pareció disiparse un poco.
—Milena, ¿qué está pasando? —pregunté, mi voz llena de confusión y preocupación.
Milena arrancó el auto y empezó a conducir. Su rostro reflejaba una mezcla de seriedad y preocupación.
—Valeria, tenía que sacarte de allí. Necesitas ver al doctor para monitorear al bebé. Tu salud y la del bebé son lo más importante ahora, acabas de cumplir los tres meses —dijo, su voz suave pero firme.
Sentí un nudo en el estómago al escuchar sus palabras. Aunque había tratado de mantener mi embarazo en secreto, sabía que Milena tenía razón. Necesitaba asegurarme de que todo estuviera bien.
—Gracias, Milena. Realmente lo aprecio —dije, sintiéndome abrumada por la preocupación y la gratitud.
Ella me dio una sonrisa reconfortante.
—No te preocupes, Valeria. Estoy aquí para ayudarte en todo lo que necesites. Y no diré nada a Alejandro, por ahora. Pero debes cuidarte, por ti y por el bebé —dijo, con una mirada de determinación.
Asentí, sintiéndome un poco más tranquila mientras nos dirigíamos al consultorio del doctor. Sabía que había muchas cosas en juego, pero con el apoyo de Milena, sentía que podía enfrentar cualquier desafío que se presentara.
Milena y yo llegamos al consultorio del doctor. A medida que avanzábamos por los pasillos blancos y silenciosos, mi mente corría con pensamientos de preocupación.
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Editado: 14.06.2024