Tres semanas sin Alejandro no era lo mismo, escribirnos por WhatsApp, escuchar su voz en llamada no era lo mismo. Era una tarde tranquila en la mansión, el sol empezaba a descender, llenando la sala con una cálida luz dorada. Estaba sentada en el sofá, acariciando distraídamente mi vientre, perdida en mis pensamientos sobre Alejandro y los bebés. De repente, la puerta se abrió y Milena y Lorena entraron, sus rostros reflejaban una mezcla de preocupación y determinación.
—Valeria, necesitamos hablar contigo —dijo Milena, cerrando la puerta detrás de ella. Su tono serio me hizo enderezarme en el sofá, sintiendo un nudo formarse en mi estómago.
—¿Qué sucede? —pregunté, mi voz apenas un susurro.
Lorena se sentó a mi lado, tomando mi mano con suavidad. Milena permaneció de pie, mirándome fijamente.
—Es sobre los bebés, Valeria —comenzó Lorena—. No puedes seguir escondiéndole esto a Alejandro. Él merece saber la verdad.
—Lo sé, pero tengo miedo —confesé, sintiendo las lágrimas acumularse en mis ojos—. Tengo miedo de cómo reaccionará, de lo que esto significará para nosotros.
Milena suspiró y se acercó, arrodillándose frente a mí para mirarme a los ojos.
—Entendemos tu miedo, Valeria. Pero Alejandro necesita saber que va a ser padre. No es justo para él ni para los bebés que mantengas esto en secreto —dijo con suavidad—. Él tiene derecho a ser parte de sus vidas desde el principio tuvo que ser asi, pero ya vas a cumplir cuatro meses ya es hora de que le digas.
—Y tienes que confiar en él, Valeria —añadió Lorena—. Alejandro te ama. Estoy segura de que, aunque sea un shock al principio, estará a tu lado.
Sentí una ola de emociones abrumarme. Sabía que tenían razón, pero el temor a lo desconocido me paralizaba.
—¿Cómo le explico por qué lo oculté? —pregunté, mi voz quebrándose—. Él podría sentirse traicionado.
—Sé honesta —dijo Milena con firmeza—. Dile que estabas asustada, que no sabías cómo manejar todo esto y que no querías añadir más estrés mientras resolvía lo de su matrimonio. Alejandro es comprensivo, y si le hablas desde el corazón, lo entenderá.
Lorena asintió, apretando mi mano con más fuerza.
—Nosotras estaremos aquí para apoyarte, Valeria. No estás sola en esto. Pero tienes que dar ese paso y hablar con él.
Respiré hondo, tratando de calmar mi mente. Sabía que estaban en lo cierto. Ocultar la verdad solo estaba creando una barrera entre Alejandro y yo, y nuestros bebés merecían tener a su padre presente desde el principio.
—Tienes razón, aunque solo yo me entiendo, porque los tuve que mantener protegidos, es que despues de lo que me contaste Milena, me dio miedo —dije finalmente, con una determinación renovada—. Le diré la verdad.
Milena y Lorena sonrieron, sus ojos brillando con orgullo y alivio.
—Estamos aquí contigo, Valeria, entiendo que lo que me paso fue duro, pero esos bebitos los tendrás en este país, y tiene que estar presente Alejandro —dijo Milena, tomándome las manos—. Todo saldrá bien.
—Vamos a la biblioteca les quiero enseñar algo —dijo Milena.
En la majestuosa mansión de Alejandro, la atmósfera estaba impregnada del suave aroma a lavanda y el cálido resplandor del sol que se filtraba por las grandes ventanas. Milena y Lorena estaban en la biblioteca, hojeando antiguos libros de la familia, y yo de metida tambien estaba tratando de entender a la familia. cuando la puerta principal se abrió de golpe. La tía de Alejandro, una mujer de mediana edad con cabello canoso y ojos preocupados entró apresuradamente.
—¡Milena, Lorena! —, exclamó, con voz temblorosa. —Necesito su ayuda urgentemente —.
Nosotras aturdidas como mujeres levantamos la vista, sorprendidas por la inesperada visita.
—¿Qué ocurre, tía? — preguntó Milena, cerrando el libro que tenía en las manos.
—¿tía? —Pregunto.
—Valeria, Mi madre Lorena y yo nos convertimos en la familia de ellos, por eso le digo tía —me dice con una sonrisa.
—tú tambien ayudaras Valeria, es un gusto conocerte —me dice.
—El gusto es mío —le digo.
—Es el restaurante de repostería, — explicó la tía, entre jadeos. —Uno de los empleados llamó enfermo y tenemos una cantidad enorme de clientes hoy. Necesito que vengan a ayudar a atender a la gente —.
Milena y Lorena se miraron, comprendiendo la urgencia de la situación. —Por supuesto, —dijo Milena y Lorena, levantándose. —Vamos ahora mismo —.
Sin perder tiempo, Nosotras Nos dirigimos al restaurante. El lugar estaba abarrotado, con una fila de clientes ansiosos esperando sus pedidos. Laura se puso un delantal y se unió al ajetreo, tomando órdenes y sirviendo postres con una sonrisa en el rostro.
Mientras Milena y todos atendía a un grupo de clientes, un hombre extraño, con una chaqueta oscura y una mirada intensa, se acercó al mostrador, justo dónde mi.
—Quiero un postre, —dijo, su voz profunda y firme.
Yo sacó la libreta y anotó rápidamente. —¿Qué postre le gustaría? —
—Un tiramisú, —respondió el hombre sin dudar.
Asiento, aunque no tengo tanta agilidad para esto, pero hice mi intento y me dirijo a la cocina, donde recogí el tiramisú y se lo llevó al hombre. Al colocar el plato en la mesa, el hombre la miró con desdén.
—Yo no pedí esto, — dijo, su tono gélido. —Quiero una tarta de manzana —.
frunció el ceño, sintiendo la irritación burbujear en mi interior, trate de calmarme porque esto podría ser letal para mis bebés —Pero usted me dijo que quería un tiramisú, —replicó, tratando de mantener la calma.
—Te lo advertí, —dijo el hombre, inclinándose hacia adelante, su voz apenas un susurro. —Ahora te encontré y no podrás salir viva de aquí —.
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Editado: 14.06.2024