Mis gritos se ahogaron en la mano del secuestrador mientras me llevaba a través de la puerta trasera del restaurante. Intenté luchar, patalear, hacer cualquier cosa para liberarme, pero sus manos eran como garras de hierro, sujetándome con firmeza.
El pánico se apoderó de mí mientras me llevaban a la oscuridad, lejos de la seguridad de la mansión y el restaurante de Alejandro. Sabía que debía mantener la esperanza y encontrar una manera de escapar, pero en ese momento, me sentía completamente vulnerable y a merced de mi captor.
Mientras me alejaban más y más del restaurante, mi mente giraba con pensamientos aterradores sobre lo que podría suceder a continuación. Pero a pesar del miedo, una pequeña chispa de determinación ardió en mi interior. No me rendiría fácilmente. Lucharía con todas mis fuerzas para regresar a salvo a la mansión, donde la familia de Alejandro me esperaba, y yo lucharía como un león por mis bebés.
A medida que me llevaban a través de callejones oscuros y desiertos, mi mente trabajaba a toda velocidad, buscando una salida, un plan, cualquier cosa que pudiera ayudarme a escapar de esta pesadilla. Mis sentidos estaban en alerta máxima, tratando de captar cualquier detalle que pudiera ser útil: el sonido de los autos pasando a lo lejos, el aroma a humedad en el aire nocturno, la textura rugosa del suelo bajo mis pies.
A pesar del miedo que me embargaba, me concentré en mantener la calma. Sabía que entrar en pánico solo empeoraría las cosas. En cambio, necesitaba ser astuta, encontrar una oportunidad para liberarme y buscar ayuda.
Mientras era arrastrada por mi captor, aproveché cada momento para estudiar mi entorno, tratando de memorizar cada calle, cada esquina, en caso de que pudiera escapar y necesitara encontrar mi camino de regreso.
De repente, noté un destello de movimiento en la periferia de mi visión. Un pequeño callejón lateral se abría a mi izquierda, apenas visible en la penumbra. Era mi oportunidad.
Con un repentino impulso de determinación, reuní todas mis fuerzas y, con un movimiento rápido y repentino, me zafé del agarre de mi captor y corrí hacia el callejón. Escuché sus maldiciones detrás de mí mientras me alejaba, pero no me detuve. Seguí corriendo, con el corazón latiendo en mi pecho y la esperanza encendida en mi interior.
Mientras las luces de la ciudad parpadeaban a mi alrededor, me di cuenta de que había recuperado mi libertad, al menos por ahora. Pero sabía que aún no estaba a salvo. Tenía que encontrar ayuda, encontrar a mi familia, y asegurarme de que este oscuro encuentro no volviera a repetirse.
Con determinación renovada, me adentré en las calles, lista para enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en mi camino hacia la seguridad y la protección de los que amaba.
Decidí mantener la calma y mantener mi mente enfocada en la tarea que tenía por delante: encontrar ayuda lo más rápido posible. Corrí por las calles, evitando mirar atrás por miedo a ver a mi captor persiguiéndome.
Pronto, vi las luces de un pequeño café que aún estaba abierto. Sin dudarlo, me dirigí hacia allí, esperando encontrar a alguien que pudiera ayudarme. Al entrar, el sonido de las conversaciones y el olor a café recién hecho me envolvieron, brindándome un atisbo de seguridad en medio del caos.
Me acerqué al mostrador y, con la voz temblorosa, pedí ayuda a la camarera, explicándole rápidamente lo que me había sucedido. Ella, alarmada por mi relato, llamó inmediatamente a la policía y me ofreció un lugar seguro para esperar.
—Urgente puedes traer agua para la señorita, esta toda raspada de las piernas ¿Quién diablos te hizo eso? —Pregunto la camarera.
—No sé su nombre —le digo entre lágrimas.
Mientras aguardaba la llegada de la ayuda, sentí una mezcla de alivio y agotamiento. Había logrado escapar del peligro, al menos por ahora, y estaba rodeada de personas dispuestas a brindarme apoyo. Pero también sabía que esta experiencia había dejado una profunda huella en mí, una sensación de vulnerabilidad que no desaparecería fácilmente.
Finalmente, llegaron los oficiales de policía, quienes tomaron mi declaración y prometieron hacer todo lo posible para encontrar a mi captor. Me llevaron a la comisaría para continuar con el proceso y me aseguraron que estarían vigilantes para garantizar mi seguridad, y como quedaba cerca me llevaron al café de nuevo.
—Por favor me presta su celular para hacer una llamada —Le pregunté a camarera.
—Si claro —Me dijo ella. Así que tome su celular para llamar al número de Milena pero no hubo respuesta, y me sentía realmente mal .
Aunque mi corazón seguía latiendo con fuerza y el miedo aún estaba fresco en mi mente, sentí un atisbo de esperanza al saber que no estaba sola en esta situación. Con el apoyo de la policía y de aquellos que me rodeaban, estaba determinada a superar este terrible evento y seguir adelante con mi vida, más fuerte y resiliente que nunca.
Mientras esperaba en el café, tratando de que Milena me respondiera, porque yo no tenia idea de donde estaba mi celular quiza lo había perdido. sintiendo el peso del agotamiento y el estrés acumulado, una ola de mareo repentino se apoderó de mí. Me tambaleé, agarrándome al mostrador para mantenerme en pie, pero antes de que pudiera reaccionar, todo se volvió oscuro a mi alrededor y me desplomé en el suelo.
Cuando recuperé la conciencia, me encontré en una camilla de hospital, rodeada de médicos y enfermeras que parecían muy preocupados. Mi corazón se aceleró mientras trataba de recordar lo que había sucedido. Las imágenes de mi secuestro y la huida a través de las calles se agolparon en mi mente, llenándome de temor y ansiedad.
—¿Qué ha pasado? —pregunté débilmente, mi voz apenas un susurro.
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Editado: 14.06.2024