Punto de Vista de Alejandro Vida Encadenada.
Me encontraba en la biblioteca de la mansión, rodeado de libros antiguos y el aroma a madera pulida. Este lugar siempre había sido mi refugio, un santuario donde podía escapar de la constante presión y las expectativas de mi familia. Observé las llamas danzantes en la chimenea, perdido en mis pensamientos, reflexionando sobre la vida que llevaba.
Desde joven, mi vida había sido una serie de decisiones tomadas por otros. Mis padres, siempre preocupados por las apariencias y el estatus, habían orquestado cada aspecto de mi existencia. Desde la educación hasta mis amistades, todo estaba cuidadosamente planeado. Pero lo que más me pesaba era mi matrimonio con Isabel, una unión arreglada que nunca había deseado. Siempre que quiero hablar de divorcio nadie tiene tiempo, me siento enjaulado, no soy libre.
Isabel y yo éramos dos extraños viviendo bajo el mismo techo, yo sé que ella no me ama, ella ama mi dinero, esa víbora quiere arruinar mi vida, unidos únicamente por el deseo de nuestras familias de consolidar sus fortunas y su influencia. Isabel era una mujer hermosa y sofisticada, pero nunca hubo amor entre nosotros. La presión de mantener una fachada perfecta nos había erosionado lentamente, dejando un vacío insostenible. Yo deseaba un divorcio, una salida de esta vida impostada, pero Isabel se negaba rotundamente a concedérmelo.
Mis padres manipulándome como siempre, el fue el culpable de que mi carrera profesional fuera una tortura, por eso es por lo que oculto mi identidad con ellos, solo quiero huir, que bueno que tengo la otra mitad de la familia que ayudo a cumplir mi sueño para vender postres, algunas comidas, y quien iba a pensar que tenia que tomar clases a escondidas, ya es hora de madurar, debo madurar y ser feliz, necesito poner en orden mi vida.
Observo que mi padre entra como un fantasma achancando cosas, espero que haya leído mi carta.
—¿Qué? —Pregunto entre suspiros.
—No me hables asi, que soy tu padre —me dice frunciendo el ceño.
—¿leíste mi carta? —Le pregunto ya que el no tiene buena comunicación conmigo.
—Hola mi amor, que crees yo leí tu carta tambien —me dice.
Isabel a veces me da migraña, pero sé que es peligrosa.
—No me digas, eres una metida —le respondo en tono molesto.
—Si, y me niego a concederte eso. Un divorcio sería un escándalo, Alejandro, me había dicho Isabel más de una vez, con esa voz fría y calculadora que me ponía los pelos de punta. —Nuestros padres nunca lo permitirían. No entiendes las consecuencias —.
Y entonces estaba mi madre, siempre manipuladora, siempre presente en cada decisión importante. Ella me llenaba la cabeza con ideas de lealtad y deber, de cómo este matrimonio era esencial para mantener el legado familiar. Era como una red de la que no podía escapar, una telaraña de obligaciones y expectativas que me mantenían atrapado.
—Alejandro, debes pensar en la familia — solía decirme, su voz suave pero firme. —El divorcio no es una opción—. Tienes que encontrar una manera de hacer que funcione—.
—Me largo de aquí, con ustedes no se puede hablar —les respondo retirándome.
Tome la camioneta y quería huir, había algo que tenia que arreglar con Milena, recordé que ambas tenían un código de amistad, quizá ella me pueda aconsejar de como divorciarme de Isabel para siempre.
Sin embargo, cada día que pasaba, la necesidad de ser feliz se volvía más urgente. Sentía que me ahogaba en una vida que no era la mía, en un papel que no había elegido.
Decidí que necesitaba hablar con alguien fuera de este círculo vicioso, alguien que pudiera ofrecerme una perspectiva diferente. Laura, la amiga de Valeria, siempre me había parecido una persona en la que podía confiar. Decidí hablarle por celular para vernos en un café reconocido de la zona que viniera al café para platicar, tomé mi celular sin pensar.
Finalmente llego al café, y minutos después llega Laura con una cara como que si fuera mi culpa que Valeria su amiga estuviera lejos de ella.
—¿Qué quieres?, ¿Para que me cita señor Alejandro? —Me pregunta con tono molesto.
Ella se sentó frente a mí, con una expresión de curiosidad y preocupación.
—Gracias por venir, Laura, —comencé, tratando de ordenar mis pensamientos. —Necesito tu ayuda. Estoy... estoy atrapado en este matrimonio con Isabel. Mis padres no me apoyan, e Isabel se niega a concederme el divorcio —.
Laura me escuchaba atentamente, sus ojos mostrando empatía y comprensión.
—Pues la única forma de separase de esa mujer es si la duermes para siempre, hay frasco para eso —me dice.
—Enserio —le digo.
—Si quieres me encargo yo —me dice con un tono decisivo.
—No, no quiero terminar en la cárcel —le digo levantando la ceja.
—UMM —me dice.
—Hay algo más, —añadí, sintiendo que este era el momento de revelar mis sospechas. —He notado que tú y Valeria tienen un secreto, algo que no comparten con los demás. Necesito saber qué es. ¿Podrías decírmelo? —.
Laura me miró fijamente, considerando mis palabras. Sabía que le estaba pidiendo mucho, pero estaba desesperado. Necesitaba cualquier tipo de ayuda, cualquier verdad oculta que pudiera ofrecerme una salida, una esperanza de ser feliz.
Ella suspiró, como si estuviera decidiendo si podía confiar en mí. —Alejandro, —comenzó, —hay muchas cosas que no entiendes sobre lo que realmente sucede en tu familia. Pero te prometo que haré todo lo posible por ayudarte a encontrar la verdad y, con suerte, la felicidad que tanto busca, si me prometes que tus padres no van a matar a mi amiga —me dice.
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Editado: 14.06.2024