Mientras alimentaba al segundo bebé Javier, Alejandro continuó hablando suavemente, compartiendo sueños y esperanzas para nuestros hijos y para nosotros como pareja. Hablamos de la alegría que traían a nuestras vidas y de la bendición que era poder criarlos juntos.
El ambiente estaba lleno de paz y gratitud. Cada mirada entre nosotros reflejaba el profundo amor y la conexión que habíamos construido a lo largo de los años. Sentíamos que no había nada más importante en el mundo en ese momento que estar juntos, nutrir a nuestros hijos y construir recuerdos que perdurarían toda la vida.
Después de alimentar al segundo bebé, Alejandro lo acomodo en su cuna, para alimentar al tercer bebé llamado Diego, luego de eso nos tomamos un momento para admirar a nuestros tres hijos, ahora tranquilos y satisfechos en nuestros brazos. Alejandro me miró con adoración, su mano acariciando suavemente la espalda de uno de los bebés.
—Estoy tan orgulloso de ti, Valeria, mi amor, susurró, sus ojos brillando con amor. —Eres una madre increíble —.
Mis ojos se llenaron de lágrimas de felicidad mientras le sonreía. "Y tú eres el mejor padre que podrían tener. Estamos juntos en esto, mi amor, y no cambiaría nada de nuestro viaje hasta aquí".
Nos quedamos allí, abrazados, disfrutando del precioso regalo de la vida que teníamos frente a nosotros. Sabíamos que enfrentaríamos desafíos y momentos difíciles, pero también estábamos seguros de que, con amor y apoyo mutuo, nuestra familia continuaría creciendo en amor y unidad día a día.
Después de un momento de contemplación silenciosa, Alejandro se acercó a mí y me abrazó con suavidad. Sentí su amor y admiración fluir a través de ese gesto simple pero significativo, y supe que éramos más fuertes juntos, como pareja y como padres de nuestros trillizos.
—Amor, eres increíble —susurró Alejandro, sus labios rozando mi frente. —Ver cómo cuidas de nuestros hijos con tanto amor y dedicación... me llena de orgullo y gratitud —.
Mis ojos se llenaron de lágrimas emocionadas. —Y tú, Alejandro, has sido mi roca a lo largo de todo esto. No podría hacerlo sin ti —.
Nos quedamos abrazados un rato más, disfrutando del calor mutuo y de la presencia reconfortante del otro. Era como si cada abrazo fortaleciera nuestro vínculo, reafirmando nuestro compromiso no solo el uno con el otro, sino también con nuestros hijos y con la familia que habíamos formado.
Con suavidad, nos separamos y observamos juntos a nuestros bebés, quienes dormían plácidamente en sus cunas. Cada uno tenía una expresión serena y tranquila, como si supieran que estaban seguros y amados en brazos de sus padres.
—Creo que podemos hacer cualquier cosa juntos, Valeria —dijo Alejandro con determinación en su voz, mientras miraba hacia el futuro con esperanza.
—Así es —respondí con una sonrisa suave. —Nuestra familia es nuestra mayor fortaleza —.
Nos sentimos agradecidos por todo lo que habíamos vivido y aprendido juntos hasta ese momento. Cada desafío superado había fortalecido nuestra relación y cada alegría compartida había creado recuerdos que atesoraríamos para siempre.
Después de unas horas, cuando los bebés empezaron a despertarse para su próxima toma, nos preparamos para alimentarlos de nuevo, disfrutando de cada momento precioso que compartíamos como familia. Sabíamos que habría días difíciles y noches agotadoras, pero también sabíamos que, con amor y apoyo mutuo, éramos capaces de enfrentar cualquier desafío que la vida nos presentara.
Así, con la calidez de nuestro hogar y el amor que fluía entre nosotros, nos sumergimos en la dicha y la plenitud de ser padres de estos tres pequeños milagros. Nuestro viaje como familia apenas comenzaba, pero ya estábamos llenos de gratitud por cada momento compartido y por el hermoso futuro que nos esperaba juntos.
En el amplio y acogedor baño de nuestra mansión era bello, Alejandro y yo nos encontrábamos de rodillas junto a una gran bañera, lista para una de las primeras sesiones de baño de nuestros trillizos. La habitación estaba llena de luz natural que se filtraba suavemente a través de las cortinas, creando un ambiente cálido y tranquilo.
Los tres bebés estaban envueltos en toallas suaves, esperando pacientemente su turno para disfrutar del agua tibia y refrescante. Sus ojos curiosos y sus pequeñas manos se movían con entusiasmo, como si supieran que algo nuevo y emocionante estaba por suceder.
Alejandro sonrió con ternura mientras se inclinaba para levantar a uno de los bebés en sus brazos. —Listos para su primer baño, ¿verdad, pequeños? —dijo con voz suave, acariciando la mejilla rosada de nuestro hijo.
Asentí con una sonrisa, preparándome para tomar al siguiente bebé en mis brazos. —Sí, parece que están ansiosos por experimentar algo diferente hoy —.
Con cuidado, colocamos a nuestros bebés en el agua tibia, asegurándonos de apoyar sus cabecitas con nuestras manos. Observamos con deleite cómo sus caritas se iluminaban con curiosidad y asombro ante la sensación del agua alrededor de ellos.
—¡Mira cómo mueven sus piernitas! —exclamé emocionada, mientras uno de los bebés chapoteaba suavemente, sus ojos brillando con alegría.
Alejandro asintió, sus ojos llenos de amor y fascinación. —Es increíble cómo se adaptan tan rápido a nuevas experiencias. Son tan valientes —.
Nos turnamos para lavar suavemente a cada bebé con una esponja suave y agua tibia, riéndonos suavemente mientras los pequeños respondían con risitas y movimientos juguetones. Era un momento de unión familiar, donde los tres bebés recibían atención y cuidado por igual, mientras Alejandro y yo nos maravillábamos de la bendición que habíamos recibido.
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Editado: 14.06.2024