Emily

CAPÍTULO 1.

 

PRIMERA PARTE: ANTES DE EMILY

 

La música a alto volumen y el olor a cerveza barata que desprendía aquel sitio de mala muerte me trajeron por completo a la realidad después de haber leído el inocente mensaje de mi madre. Aún recordaba sus palabras de “espero que te la pases bien, cariño” mientras iban sujetas a una confianza que se día me había osado por romper. Miré hacia el frente, captando el asador vivo en el que se había convertido la pista de baile. Tomé mi segundo Pimm´s que le había pedido al barman y me lo llevé a la boca brindando a mí salud. Hace al menos unas dos horas Sasha y Babi habían prometido el no abandonarme en mi primera excursión a “rompe las únicas dos reglas que establecieron tus padres” — no mentir y no ir a ningún lado en donde el sexo y la cerveza barata se relacionen — con el fin de pasar un buen rato. Y bien, aquí estaba.

Estiré el cuello con sutileza y me permití un momento el fulminar con la mirada a mis dos amigas que permanecían extasiadas en la pista de baile mientras movían con destemplanza tanto sus caderas como su trasero. Sabía bien que Sasha y Babi habían nacido para romper las reglas e inclusive para captar la atención de cualquiera con la necesidad de siquiera dar un leve asentimiento de cabeza. Pero yo no.

Saqué nuevamente mi celular de mi cartera y revisé el mensaje de mi madre que al menos hace cinco minutos me había mandado. No podía creerlo, le había mentido a mis padres y todo por un día de romper un poco la indiscriminada rutina que, hasta ahora, me había parecido más que bien. Entré a la bandeja de mensajes y me pregunté si era demasiado tarde para retractarme y volver a casa con la cola entre las patas y suplicar perdón de rodillas. Sabía que el castigo iba a ser duro si llegaban a cacharme mis padres o si llegaba a confesarlo, sin embargo, el castigo sonaba aún mejor que permanecer otros cinco minutos en donde Sasha y Babi.

Suspiré hondo y llevé nuevamente el vaso a mis labios.

En la mañana, me había levantado con la idea en la cabeza de seguir la rutina que desde los siete años llevaba: desayunar, salir a correr, ducharme, ponerme el traje de entrenamiento e ir a la academia, después de eso, llegar a casa y sentarme con la familia a comer. Sin embargo, Sasha y Babi tenían otros planes. Habían llegado justo antes de mi ensayo y me habían puesto la idea de… “salir de la rutina”, yo negué, por supuesto pero la simple idea, después de un rato, me tentó y cedí. Nunca imaginé que terminara siendo por completo distinto a lo que tenía pensado.

Babi había mencionado una pequeña fiesta en un bar pero nunca había mencionado algo acerca de movernos hasta University Park.

Nosotras vivíamos en el pequeño distrito de Highland Park, mejor conocido como el barrio de las familias ricas, el cual estaba al menos a una hora de viaje de University Park. Sabía bien que Sasha y Babi sólo querían romper mi rutina, llevarme a ver nuevos horizontes y probar de todo, como ellas decían, sin embargo, el pánico me atrapó.

Yo no estaba hecha para esas fiestas donde el alcohol se bebía como agua y el sexo era más como una cita no planeada en donde cualquiera podía tener participación. No era mojigata ni mucho menos inocente para que no conociera la frase sexo – seguro, sin embargo, ese no era clima con el que me movía. Yo era de pequeñas reuniones en casa de chicas, con chicas y de vez en cuando con uno que otro chico pero hasta ahí.

Respiré hondo y dejé salir la angustia que poco a poco me estaba oprimiendo.

Nada va a salir mal, nada va a salir mal.

Sasha fue la primera en irse de la pista de baile y caminar hacia mí. Ella se veía muy guapa, con sus altos tacones negros y su vestido blanco con un cinturón negro en la cintura. Ella me sonrió mientras tomaba asiento frente a mí en la barra y cruzaba las piernas sin detenerse siquiera a fijarse si su vestido se había subido.

—  ¿Cómo te la estás pasando, Audri? — preguntó sin siquiera mirarme. Ella levantó un brazo hacía el barman y pidió otro vasito de tequila, le había calculado al menos unos tres anteriores.

— Bien — murmuré sin inmutarme. Ella me miró, escéptica y se acercó hacía mí.

— ¿Qué has dicho? ¡La música está muy fuerte! — no gritó, pero habló lo suficientemente alto para que fuera audible.

— Quiero irme — fue honesta y la miré, ella palideció.

— ¡¿Qué?! ¡Pero no puedes irte! ¡La fiesta está mejor que nunca! — su reclamo fue breve pero fue suficiente para decirme que se sentía ofendida y más porque había sido su idea traerme.



#4996 en Novela romántica

En el texto hay: ballet, drama, amor

Editado: 03.09.2020

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