La televisora emitió como mínimo quince especiales del atentado en el Condado de Dallas alegando el que con ello rompían por completo el protocolo de que Highland Park era uno de los lares más seguros en todo Texas. Me sentí perdida cuando miré cada detalle de la muerte de la señora McLander haciendo referencia a una entrevista con Babi en la cual, lucía trastornada como si temiera el siempre hecho de mirar la cámara y alegar el cómo se sentía con la muerte de su madre. Dejó de contestar el teléfono y con la única que tuve contacto fue con Sasha la cual, apenas y me dio señales de vida.
Los días se me pasaron volando con mi aburrida rutina que consistía en salir de casa a ejercitarme con mi madre, la academia y los deberes en casa, sin embargo, no me quejaba, pese a ello sentía que mi vida tomaba un ritmo que me hacía feliz pese a que Ezra Dambers no formaba parte de mi ciclo de vida. Él se había vuelto una eterna pesadilla al igual que una infame ilusión que poco a poco se estaba borrando de mi radar y no era mi culpa, cada vez Tyler se volvía el tipo de chico que me llevaba a casa y no trataba de meterse entre mis bragas a la primera como lo había hecho Ezra después de haberme invitado una bebida, reconozco que mi inexperiencia en el alcohol ayudó bastante.
Mamá estaba a gusto con el hecho de que me hubiese vuelto nuevamente una chica del buen camino como solía decir mi abuela y más por el hecho de que ni Sasha ni Babi se había aparecido en casa desde el asesinato de la señora McLander lo cual no me daba muy buena expectativas de sus razones. Papá, por otro lado, sospechaba el que pese a mi buena sonrisa que mostraba cada mañana, no era plenamente feliz.
Llegó Noviembre y con ello los fuertes aires de la proximidad del invierno que lo volvieron un suplicio. Odiaba el frío como odiaba el tener que verme de nueva cuenta con las horribles caras de fastidio de Hannah Davis la cual en cada ensayo no había hecho más que tratar de intimidarme con sus radiantes piernas de gimnasta que daban mucho que desear a las mías de corredora innata.
— Estamos listos, cuando digas Audri — gritó mamá desde la planta baja, probablemente esperando el que diera la buena señal de que estaba lista.
Mamá, como siempre, había preparado una maleta de emergencia por si algo salía mal en mi espectáculo o si de nuevas cuentas algo me hacía falta, como hacía una noche anterior por cada espectáculo. Sin embargo, yo era la dueña de mi propio kit de bailarina eficiente que consistía en mis fieles pantalones de yoga y mi traje para el bailable. Odiaba el cambiarme desde casa y no porque fuese fanática de hacerlo todo a la mera hora sino porque odiaba el que los vecinos no dejaran de mirar tras la ventana tratando de adivinar cómo sería mi vestuario y de qué. Esa noche iba a usar doble vestuario, el primero un estrepitoso vestido negro como purpura el cual estaba especialmente diseñado para mover las piernas al momento de hacer nuestro dueto Tyler y yo: por otro lado, estaba mi preciso ejemplar de tutú rosa con leotardos beige y mis famosas zapatillas para mi rivalidad con Hannah y su hermana.
— ¡Un momento! — grité mientras guardaba mi último par de zapatillas en la maleta. Solté un arduo suspiro y colgué mi bolsa de deporte al hombro. Estaba lista.
Bajé las escaleras de dos en dos, sintiendo mi peso sobre las puntas de mi par de tenis cada vez que tocaba un escalón. Miré a mamá desde abajo, mirándome divertida mientras las llaves de auto colgaban de allá para acá en su dedo índice.
— ¿Lista para brillar, cariño? — preguntó mamá. Sonreí.
— Siempre.
Llegamos a Soul2 Sole media hora después, encontrándonos aún con buenos lugares en el estacionamiento al igual que la entrada disponible para pasar con tranquilidad sin toparse con molestos reporteros o siquiera, una ardua cola de personas que conformaban parte de la audiencia. Mamá sabía bien que debía llegar con el tiempo justo para cambiarme y arreglarme para la función y por supuesto, para no ser la burla de mis compañeras o al menos de Hannah, la chica que parecía tener el control de todo, inclusive de las puntas de sus más largos mechones de pelo.
Tras salir de auto corrí a la entrada de la Academia, el chico de la taquilla ya me conocía por lo cual no me detuvo cuando lo dejé de lado en mi carrera. Me adentré en los vestidores de lo que era nuestra aula y me enfundé mi precioso traje rosado de la primera función. Estaba nerviosa, por primera vez iba a bailar frente a una agente de Julliard la cual iba a decidir si tenía mi fantástica oportunidad de conseguir una audición.
Terminé de ponerme el colorete en mis mejillas y pasé el lápiz labial por mi boca, dejándola de un perfecto rosa que me hacía ver como una autentica niña buena. Sujeté mi cabello en un ajustado moño y lo adorné con la dona rosada que cargaba en mi maletín de cosméticos; caminé hacía mi bolso y cogí mis gastadas zapatillas rosas las cuales, habían estado conmigo desde el principio de todo. Tomé asiento en una de las sillas y me coloqué una para después ajustar las cintas alrededor de mi pierna.