Mis nervios se sintieron a flor de piel al momento de salir del baño público, con la prueba de embarazo entre mis manos y las lágrimas corriendo por mis mejillas de forma violenta. De todas las malas noticias que hubiese podido recibir, esa sin duda había sido la peor. La idea de ser madre nunca me había agradado lo suficiente como para convertirlo en una realidad y mucho menos a las alturas en que mi carrera se estaba volviendo un completo apogeo. Dejé salir un arduo suspiro, atrayendo así la atención del asistente regordete que me miraba con unos ojos luminosos, como si esperase el que comenzara a saltar de alegría y lanzar besos y abrazos a todo aquel que se interpusiera en mi camino.
Vaya mujer con la imaginación llena de arcoíris y unicornios.
Miré por última vez la prueba antes de meterla en el bolsillo de mi sudadera y prácticamente huir por el pasillo, en mi camino, la voz dulzona de la mujer me detuvo abruptamente.
— ¿Sabes algo? Tal vez te pueda parecer la peor pesadilla de toda tu vida en éste preciso momento pero te aseguro que no es tan malo — no la miré, sentía la vergüenza subir por mis mejillas y apoderarse de todo mi cuerpo, bajé la cabeza y miré la punta de mis zapatos, una lágrima solitaria corrió por mi mejilla —. Hagas lo que hagas cariño, no se te ocurra cometer una tontería de la cual puedas arrepentirte.
Tragué saliva con fuerza y di un breve asentimiento como forma de despedida.
Salí de la farmacia con la cabeza gacha y mis sentimientos rotos, mis ilusiones perdidas y con el conocimiento de que desde ese día mi vida no iba a ser ni de cerca la misma. Llevé una de mis manos como instinto a mi vientre todavía plano. No tenía ni la menor idea de lo que era ser madre y no quería descubrirlo con el bebé que se estaba formando dentro de mí, un bebé que nunca había querido.
***
El llegar a casa no se sintió como un verdadero alivio realmente, mucho menos el que mamá al verme me recibiera con un abrazo afectuoso mientras papá no hacía más que palmear el espacio vacío a su lado en su sillón favorito. Una parte de mí reconoció el que me había equivocado al haberme liado con Ezra Dambers y mucho más el haberle dejado hacer de mí lo que quisiese y donde quisiese sin siquiera darle un poco de lugar a mi dignidad, sin embargo, otra parte de mí, aún seguía berreando como niña pequeña, gritando y gritando la misma pregunta: ¿Por qué a mí?
Respiré hondo, tratando de ocultar mi evidente estado de shock. Tomé asiento justo al lado de papá y recargué la cabeza en su hombro mientras sostenía con una de mis manos la prueba de embarazo dentro del bolsillo de mi sudadera. Cerré los ojos lentamente, tratando de parecer somnolienta mientras estaba muriendo por dentro; los nervios me carcomían y la sensación de pesadez me dominaba, provocando el que me sintiera asfixiada, con un nudo en la garganta y la mayor molestia posible en los hombros. Quería salir corriendo, huir de mis problemas y dejar atrás al pequeño ser que se estaba formando dentro de mí, por un momento, tan sólo por un segundo, me permití preguntarme o hacerme medianamente la idea de cómo sería el ser madre, el tener a un pequeño bebé llegado a parecer un muñeco al que hay que amar y atender a la vez sin descanso alguno, por el que hay que desvivirse y simplemente dejar de lado tus sueños y añoranzas. Abrí los ojos y miré a mamá, preguntándome, qué es lo que habrá dejado ella al haberme tenido y que es lo que pensaría de mí al enterarse de mi embarazo no planeado.
El simple hecho de pensarlo me erizó los pelos de la nuca.
El televisor estaba encendido y una comedia romántica siendo protagonizada por Lily Collins, una de mis actrices favoritas, estaba siendo transmitida por el canal; por un momento, me sentí bastante a gusto con el hecho de parecer una chica común y corriente sin embarazo alguno, mientras visualizaba una de mis películas favoritas, sin embargo, al llegar a la parte de donde Rosie se hace un test de embarazo, sentí un frío calar mis huesos hasta lo más hondo.
— Mamá… — inicié, ella giró teatralmente su cabeza hacía mí mientras una reluciente sonrisa embargaba su bello rostro.
— ¿Si, cariño?
— Si yo terminase embarazada como Rosie, ¿Me apoyarías como sus padres? ¿O me echarías de casa como lo hizo la tía Beth?
El simple hecho de recordar el como la tía Beth había desamparado a mi prima Marie por el simple hecho de estar embarazada, me dio urticaria. Mamá era dulce y con una sonrisa consoladora que todo podía, sin embargo esa no era una buena excusa para no sentirme completamente abandonada de apoyo. Mis padres habían servido todos mis lujos y todos mis placeres, había apoyado hasta el cansancio mi carrera y mi sueño de convertirme en una bailarina profesional y por un minúsculo error lo había echado todo por la borda. Por supuesto que me echaría como lo habían hecho con Marie, nadie quería una hija sucumbida por la insatisfacción de no cumplir sus sueños rotos, nadie quería la hija olvidada, de la que todos hablarían hasta por los codos… de la que todos sentirían pena y lástima mientras que papá y mamá agacharían la cabeza ante la vergüenza.