TERCERA PARTE
EL PASADO DE NOAH
Mis músculos se destensaron cuando salí de la ducha. El frío que se concentraba en el cuarto de lavado me halaba los huesos, mis piernas temblaban como si se hubieran convertido en gelatina y mi cabello no dejaba de chisporrotear agua desde las puntas. Era demasiado temprano para tomar un baño pero el tiempo justo para que la residencia estuviese en un silencio sepulcral.
Desperté tres minutos antes de las cinco de la mañana a causa de los pesados sueños que me persiguieron durmiendo y mi terrible error al poner la alarma. Había programado el horario de Emily para comer — me olvidaba tanto de eso que los lloriqueos de mi bebé se convertían en un recordatorio—, cometí un error al no cambiarlo a pm.
Envolví mi cuerpo en una toalla y tomé el secador que Jeremy colocaba siempre en la repisa que se encontraba fuera de la sección de ducha. Corrí la cortina de vuelta a su lugar y me enfundé en mis sandalias para no caerme al suelo, solía ser muy torpe al momento de estar húmeda así que mejor prevenirme a correr riesgos.
Bajé la tapa del inodoro y enchufé el secador al contacto; me estaba muriendo de frío y lo único que necesitaba en estos momentos era enfundarme nuevamente en mis sábanas y esperar a que Emily despertase.
Tras terminar de ponerme mis ropas y cepillar mi cabello salí del baño. Las chicas aún seguían en sus habitaciones, probablemente tratando de conciliar el sueño tras haber hecho más ruido del necesario, no era mi culpa, normalmente cuando estaba bajo el agua me convertía en una súper estrella.
Abracé mi cuerpo con mis brazos al cerrar la puerta tras de mí y tomé asiento en mi cama perfectamente tendida. Emily estaba recostada en los almohadones, enfundada en su único mameluco que usaba la mayoría de veces para dormir cuando hacía frío; la miré con adoración por unos segundos, el día de ayer había cumplido tres meses y pese a que no parecía el cambio más notorio del mundo, sus ropas comenzaban a quedarle un tanto más apretadas. Coloqué una de mis palmas sobre su vientre antes de apartar la vista de ella.
Dos celulares se encontraban sobre la colcha, torturándome por el horrible recordatorio de la plática con Cinthia y Tammy al igual que mis impertinentes ganas por llamar a mamá. Tomé mi antiguo teléfono con nerviosismo junto con el cargador y lo enchufé al contacto detrás de la lamparilla; me sentía enferma, como si al momento de ver la pantalla resplandeciente de mí móvil fuese a revivir tantos momentos amargos que hasta entonces, sólo vivían en mis memorias.
Reconocí la fotografía que había colocado como fondo de pantalla, era yo. Sentí nostalgia al mirar esa sonrisa honesta en mi rostro de diecinueve años, Sasha y Babi se encontraban detrás de mí, cada una en un respectivo costado, sujetando mis hombros como si fuera su centro de apoyo y miraban a la cámara con coquetería poniendo boca de pato.
Reí ante el recuerdo.
Las chicas llevaban vestidos a conjunto color blanco con un delgado cinturón negro atado a la cintura, a diferencia de mí, usaban tacones de muerte, estilizando sus largas piernas y luciendo como rascacielos al lado del pequeño trol que representaba en ese entonces. No podía dejar de mirar mi rostro, lleno de vida y sin preocupaciones, en ese entonces parecía más niña, con mis labios pintados de un rosa casi imperceptible y un vestido de manga corta con cuello redondo. ¿Cómo no pude notar en ese entonces que Sasha y Babi eran demasiado diferentes a mí? Ellas eran liberales y demasiado aventureras como para atreverse a subirse a la motocicleta de un extraño y andar sin rumbo fijo.
Cerré los ojos, apartando esos pensamientos insanos y dolorosos que me estaban perturbando.
Limpié las lágrimas de mis ojos que no sabía que se había acumulado y deslicé mi pulgar sobre la pantalla.
Realmente no sabía por qué había despertado esta mañana con la rotunda idea de enfrentarme a las posibles consecuencias de mis actos al encender mi móvil pero de lo que estaba más que segura era que no podía esperar más. Solté un fuerte suspiro y cerré los ojos. Una horda de “bips” comenzó a sonar en la habitación, sentí el modo vibrador en mis manos.
Abrí a penas un ojo, asemejando a un pirata con parche, cuando el silencio sepulcral me invadió, no sabía que estaba esperando de aquello, no había vuelta atrás de todas formas.
Deslicé mi pulgar sobre el menú de acceso rápido, la mayoría de las notificaciones recibidas era cosas sin importancia, cosas que en el pasado hubiese tomado como un punto central de mi vida, ahora no. Sabía que era imposible el madurar tan rápido, el cambiar tu perspectiva de vida en meses — eso tomaba años, según me habían contado — con unos cuantos giros inesperados pero de lo que me encontraba plenamente convencida, pese a todo ese embrollo filosófico que tenía la sociedad en cuanto aquello, era que las personas, sí que podían cambiar a otras.