Capítulo 26: El regreso de Azel, parte 1.
Si hubiera tenido que decantarse por algo, aquella mañana, Emma hubiera preferido no tener que levantarse. Sentía el cuerpo pesado, y el acogedor calor que proporcionaban aquellas enormes mantas de colores no ayudaba a ello. Pero aquel día había bastante que hacer, y había quedado a las doce con las chicas para ir al Centro Común, aprovechando las dos horas libres que tenían, por la falta de nuevo del señor Riper. Y, aunque su constante ausencia comenzaba a preocupar, el trío de muchachas se alegraba de poder pasar un rato juntas como antes. Así que no dejó pensárselo dos veces, y haciendo acopio de una fuerza de voluntad terrible, se incorporó sobre el colchón. Puede que empezara hacer mejor tiempo, y que la nieve comenzara a retirarse, pero aún podía sentirse un brusco cambio de temperatura al salir de la cómoda cama. Así que, aún cubierta sobre los hombros por aquella manta de piel beige que adornaba los pies de su cama, recogió sus cosas, se lavó la cara y preparó su mochila, con los brazos abiertos al nuevo día.
Como siempre, cuando llegó a su lugar de encuentro, en el inicio del camino que pasaba por el lado izquierdo de La Residencia, y que llevaba al Centro Común; vio, desde lo lejos, que Vanesa ya estaba allí. Esperando de pie, con su cabello rubio recogido en una larga trenza de raíz, y mirando hacia ninguna parte, pensativa. Hasta ese momento, Emma siempre había sido la primera en llegar a las quedadas, al menos hasta que conoció a Vanesa. Esa chica, fuera como fuera, incluso si a Emma le daba por adelantarse cinco minutos, ella ya estaba allí. Por eso en ocasiones se preguntaba con cuánto tiempo de margen antes de la hora acordada solía salir su amiga, porque ya rozaba lo sorprendente. Pero alguien que no había cambiado para nada su turno de llegada, era la tercera integrante de aquel trío, a quien siempre, fuera en la condiciones que fuese, había que esperar. No sabía cómo se las arreglaba, pero Emma, en todo el tiempo en que llevaba conociéndola, jamás había coincidido con ella un día en que llegara puntual.
Así que cuando Emma llegó al lado de Vanesa, no esperó, bajo ningún concepto, que Leyla hubiera estado pisándola los talones todo el camino hasta allí, y mucho menos que se plantara junto a ellas tan poco después de su llegada. Habría puesto la mano en el fuego para asegurar, cien por cien convencida, de que no sería así.
Pero lejos de ser un inconveniente, y con sus dos amigas mirándola con los ojos y la boca muy abiertos, quizá demasiado; la pelirroja solamente las sobrepasó en el camino y continuó andando, apremiándolas. Y de esa manera, las otras dos corrieron hasta quedar a su lado.
-Hace un día de miedo. -comentó Vanesa-. Un poco más de calorcito, y me habría pasado la mañana tirada sobre el verde césped de la pradera.
-Yo en la cama. -murmuró Emma, aún añorándola un poco. Pero Leyla, rebosante de energía, como era habitual, la agarró por los hombros y dijo:
-¡Arriba esos ánimos! Esta tarde tenemos un seminario de Secretos de la Magia dado por uno de los antiguos profesoras de esa asignatura, por si no lo recordáis. -suspiró, con la cabeza en las nubes-. Ginos Geygey, creo que se llama. Mi madre tiene todos sus libros, aunque yo solo me he leído dos. Desde que dejó la enseñanza, se ha dedicado ha recorrer los confines de Celesium para estudiar los Fuegos Fatuos. Llevo esperando su conferencia toda la semana.
Vanesa la escuchaba con interés.
-¿Fuegos Fatuos? Jo, yo nunca he visto ninguno. Dicen que son muy difíciles de encontrar.
Leyla asintió.
-Desde luego, son un fenómenos muy extraño. Me han dicho que Ginos Geygey logró atrapar uno hace tiempo y que probablemente nos lo traiga para que lo veamos.
-Puede que esté mejor de lo que me había imaginado que sería la charla, entonces. -comentó Emma, con una sonrisa.
Leyla sacudió la cabeza.
-Es que siempre tienes unas expectativas muy bajas sobre las cosas. -riñó la pelirroja.
Pero en ese momento, cuando después de un trozo andando casi había llegado al Centro Común, una chillona y estridente vocecilla se oyó por encima de la conversación de las chicas, impidiendo a Emma contestar a Leyla y todo el trío a pararse en seco. La mujer gritaba como si le fuera la vida en ello, tratando de captar la atención de todos los que pasaban a su alrededor.
¡La Coartadilla, niños! ¡La Coartadilla! ¡El capítulo de hoy, solo sesenta escudriñes! ¡Acercaos a saber lo que está ocurriendo ahí fuera, los últimos sucesos!
Emma miró a sus amigas.
-¿Los últimos sucesos o los últimos cotilleos? -preguntó la chica en voz baja, con sarcasmo. -A saber con quién se meterán esta vez.