Murmullos. Incesantes murmullos que resonaban sobre las impecables paredes del corredor, llenando todos y cada uno de los recovecos. Murmullos que trataban de traerla de vuelta una y otra vez, mientras sus pensamientos se esforzaban por volar en la otra dirección, muy lejos de allí. Pensamientos dirigidos a lo que ocurriría dentro de escasos minutos, y murmullos que de alguna forma también estaban relacionados con ello. Que la miraban, penetrantes y descarados, desgarradores. Hacía tiempo que no había sido convocada una de las admirables e impredecibles tutorías de Fretz, pero ahora, justo aquel día, como llamada a posta por el destino, Emma tenía que enfrentarse a ella. Y a lo que conllevaba. Compañeros que de seguro la juzgarían, aunque no quisieran hacerlo; un profesor al que adoraba, pero a sabiendas de que los ojos que la observaban tras su persona eran los de su inquisitoria y sobreprotectora madre; y un amigo, muy cercano, con el cual no había tenido el valor ni las ganas de encontrarse desde aquel día. Por un momento, pese a que sus pies se dirigieran hacia delante casi con voluntad propia, Emma no pudo evitar sentir el irrefrenable impulso de dar media vuelta y salir corriendo. Casi sentía que se estaba metiendo dentro de las fauces del lobo conscientemente y sin frenos. Estaba loca. De verdad lo estaba.
Y mientras se decía eso en voz baja, aún así siguió avanzando. Ni siquiera había llegado a la puerta de la clase cuando le vio; casi habría jurado, de no ser porque le parecía poco probable, que él se había detenido allí, poco antes de llegar, como esperándola. Como siempre hacía. Como habría seguido haciendo si los dos no hubieran sido tan estúpidos. La chica no pudo evitar ralentizar el paso al verle, como queriendo ganar tiempo, y fuerzas, para enfrentarse a él, porque parecía claro que lo haría. Entonces él giró la cabeza y la vio, y los escasos segundos que había ido ganando se esfumaron de repente, casi con insolencia. La chica tomó tanto aire que casi se mareó y sin remedio caminó con malagana hacia donde estaba.
El rubio fue quien saludó primero, demasiado escueto.
-Hola.
Emma casi alzó las cejas, ¿solo pensaba decir eso?
-Hola. -respondió ella también, sin embargo.
Timmy la miró con indecisión.
-Me ha dicho Ethan que ha hablado contigo, que te ha contado todo. -prosiguió.
¿De verdad? ¿No hablaban desde hacía como dos semanas y era eso lo que se le ocurría decir? ¿Era Ethan lo único que se le venía a la cabeza? Además, Emma no le terminó de entender, ¿se refería a su secreto, o a la razón por la que Timmy había reaccionado así? Bufó, y se suponía que a los chicos no les iba andarse por la ramas... Estaba claro que las personas no estaban para generalizar.
-Sí, supongo que él tenía menos reparo en hablar conmigo que otro que yo me sé. -lanzó, casi sorprendiéndose a sí misma por lo directa que había sonado.
Timmy suspiró, parecía nervioso. Más de lo que la chica acostumbraba a ver en él, más de lo que nunca le había visto. Notaba que le faltaban las palabras. Suspiró.
-Pero sería una hipócrita si no me aplicara a mí lo mismo también. -dijo en cambio, sorprendiendo al rubio, quien abrió mucho los ojos-. Supongo que los dos nos hemos comportado como unos tontos.
Timmy sacudió la cabeza y se mordió el labio, parecía arrepentido.
-Lo siento. Lo siento por hacerte sentir incómoda, y desplazada. -afirmó-. Siento que te hayas sentido rechazada sin razón. -sacudió la cabeza-. Yo no tengo ningún problema contigo, en realidad. Incluso Ethan, quien tiene una extraña relación con la magia negra, es mi mejor amigo. Pero no me gusta, no puedo soportar en lo que se convierten las personas que son atrapadas hasta la profundidad por ella, o que simplemente tienen esos tipos de pensamientos oscuros y tenebrosos. Lo siento si por generalizar te hice sentir mal.
Emma cerró los ojos.
-Pero Timmy, yo soy en parte como ellos, como Azel, y no solo por no mencionarlo en voz alta o por imaginarme como una excepción voy a dejar de serlo. -aclaró-. Además, en mi opinión, hay un montón de magos blancos a los que no aguanto, pero estoy segura de que se debe más al tipo de persona que son que a la magia que controlan. Ser mago blanco no asegura que te acompañe la virtud, igual que no serlo tampoco asegura lo contrario.
El rubio, quien en el fondo entendía la postura que su amiga trataban de defender, acabó asintiendo.
-Lo sé, claro que lo sé. Pero después de lo que le ocurrió a mi padre no puedo evitar sentir recelo, desconfianza y rechazo hacia ellos.
Emma se pasó la mano por la nuca, pensativa. Aunque al final había resultado no ser tan difícil hablar con Timmy como en un principio había supuesto, sí notó que intentar cambiar su opinión hacia la mayoría de los magos relacionados con la magia negra, como los oscurios, sería sencillamente imposible. Al menos por ahora.
-Solo te pido que mantengas a raya esos pensamientos mientras estoy contigo. Creo que no me gustaría para nada ver como constantemente nos juzgas a mí y a Azel, y a los que son como nosotros.