Emma salió de la clase de aquel hombre sacudiéndose las ropas de barro y quitándose las pequeñas ramitas y hojas que se habían quedado enredadas en su pelo. Miranda, por su parte, daba patadas al suelo con la intención de que los trozos de barro seco pegados a su piel cayeran, pero no tuvo mucho éxito.
-No puedo creer que nos hiciera revolcarnos por el barro y llenarnos de hojas secas.- comentó Miranda, visiblemente enfadada. Puede que Fretz tuviera algo en mente, pero ahora lo que realmente necesitaban era una buena ducha, y no presentarse así a la siguiente clase.
-El camuflaje es interesante, siempre y cuando luego puedas deshacerte bien de él.- afirmó Emma, riendo, y tratando de colocar con su magia un poco el pelo de su amiga.
-¿Para qué iba a necesitar yo saber camuflarme? No es como si pretendiera robar el banco de Mimbre.
-Es igual que "El arte de la defensa y el ataque, diversos métodos de combate". No estamos en guerra, pero siempre está bien saber un poco. Nunca se sabe cuando vamos a necesitarlo, así que mejor aprenderlo por precaución.- comentó Emma, ahora concentrada en su propio cabello.
-Bueno, sí, eso no lo niego, pero ¿qué hay de la lucha cuerpo a cuerpo? Si realmente vas a darle una buena tunda a uno, no te vas a parar a ensuciarte las manos. Mejor le lanzas un buen hechizo y listo.
Emma sonrió enigmática.
-¿Y si está demasiado cerca?- preguntó, acercándose lentamente a Miranda por detrás.- Y te pilla por sorpresa.- susurró en su oído, provocando que Miranda diera un respingo, mientras todo el vello de su cuerpo se erizaba, y aprovechó su sorpresa para agarrarla por la espalda y hacer que cayera al suelo, siempre cuidando sus movimientos para no hacerla daño, claro está.
Emma comenzó a caminar hacia delante y se dispuso a bajar las escaleras, mientras la otra chica refunfuñaba y la maldecía por lo bajo. Cuando hubo descendido el primer escalón se volvió hacia atrás y esbozó una de sus medias sonrisas.
-Date prisa o te dejaré atrás.
Miranda se levantó rápidamente y corrió detrás de ella.
Emma esperaba tranquila la llegada de Vanesa a la clase de Herbolástica, sentada sobre la dura silla de madera. La chica no tardó en llegar, puntual como siempre, acompañada por el que reconoció Emma que se trataba de Oteo. No sabía que compartía alguna clase más con él a parte de Esoterismo... Como fuera, les hizo señas una vez hubieron entrado en el aula para que se sentaran junto a ella. Emma les observó con curiosidad mientras se acercaban, los dos silenciosos y reservados, y se preguntó cómo entablarían una conversación sustancial entre ellos, si bien el silencio no era suficiente medio de comunicación.
-¿Qué tal con Fretz?- preguntó Vanesa al llegar a su lado.
Emma sonrió.
-Como siempre parecen ir las cosas con él, interesantes y nada aburridas. Y tú, ¿qué has tenido?
-El arte de la defensa y el ataque, diversos métodos de combate.- recitó.- Arte de ataque, más resumido. Nos hemos dedicado a dar vueltas a un bastón de madera toda la hora, algo bastante productivo, la verdad.- dijo Vanesa con ironía.
-Pues yo lo prefiero a tener que darnos golpes entre nosotros.- opinó Oteo en susurro que apenas llegó a los oídos de Emma. Con lo pacífico e inofensivo que parecía, no era de extrañar que así fuera.- Por cierto, ¿os habéis enterado de lo de las margaritas de Tigreen?- preguntó Oteo cambiando de conversación, recordando algo de pronto.
-¿Margaritas de Tigreen?- repitió Emma, confusa.- ¿Por qué todo el mundo habla de las margaritas de Tigreen hoy?
-¡Margaritas de Tigreen!- exclamó una mujer alta y adulta al entrar por la puerta.- Preciosas flores silvestres del la región de las montañas.- continuó, dejando de golpe los libros que traía sobre el escritorio.- Únicamente cultivadas en el pueblo de Tigreen, de donde viene su nombre. Como profesora de Eythera no he podido evitar darme cuenta del principal tema de conversación de esta mañana, y es mi deber, pues, informaros.- caminó hasta estar frente a todos sus alumnos y allí se paró.- Bueno, hay un montón de caras nuevas este año, así que no os preocupeis si altero levemente vuestros nombres antes de aprendérmelos completamente bien.- sonrió.- Mi nombre es Dala Sur, y como es evidente me encargaré de enseñaros la asignatura de Herbolástica. La verdad, hacía demasiado tiempo que no daba a los primerizos, así que apuesto que será divertido.- se recogió su pelo brillante y amarillo de mala manera y se sentó sobre el escritorio.- Había pensado empezar con una típica introducción para conocernos todos un poco, pero en vista de los acontecimientos, he decidido hacer un pequeño cambio en mis planes... Como empecé diciendo, las margaritas de Tigreen, muy comentadas últimamente, serán hoy también nuestro tema de conversación. Abrid las orejas y poneros cómodos, voy a contaros una pequeña historia.- dijo, dedicándoles una misteriosa mirada.
>"Hace muchísimos años, antes incluso de la Primera Gran Guerra Mágica, en el pueblo de Tigreen una niña se levantó temprano. Caminó con el alba hacia los pastos que se econtraban tras su casa y se adentró entre las altas espigas que la cubrían prácticamente entera. Estuvo vagando sin rumbo un buen rato, hasta que sus pies, quejosos, le pidieron una tregua. Cansada, la chica se arrastró hasta una pequeña charca en medio del sembrado y se sentó sobre la única gran piedra que había. Dejándose caer hacia atrás, la niña arrancó una flor que crecía al pie de la roca y se puso a observarla. Se trataba sin duda de una margarita, de esas que son raras de encontrar y que tienen colores violáceos. Pero la flor tenía algo peculiar, había algo que la hacía especial. Al posarse sobre las tiernas manos de la niña, la flor se tiñó de negro, completamente de negro. La niña, de pronto sorprendida, la dejó caer rápidamente, asustada. No obstante, no tardó en volver a recogerla, y corriendo se la llevó a su madre, que recién se había levantado. Al ponerla sobre sus manos, la flor tuvo exactamente el efecto contrario, adquirió un brillo blanquecino que bien podría haber alumbrado un cuarto de estar. La familia, confusa por el comportamiento de la flor, decidió llevársela a El Consejo Superior, que la estudió durante algunos años. - Dala Sur se cruzó de piernas y tomó aire, dispuesta a proseguir su narración.- Resultaba que aquella simple flor era capaz de leer la magia del interior de las personas, por eso cambiaba de color. Con este descubrimiento se decidió que la flor podía ser realmente útil, y fue usada para detectar a los espías o intrusos partidarios del lado oscuro durante la Primera Gran Guerra Mágica. Así, la familia continuó cultivando aquella flor durante generaciones y generaciones, al menos hasta la segunda guerra, cuando su uso quedó completamente prohibido. La flor había sido también utilizada por otros, cuyas intenciones no eran las mejores, digamos. El día en que la Torre Gala fue destruida se descubrió un segundo uso de la flor, que no resultó ser para nada beneficiario. Mientras la flor era capaz de exteriorizar la magia de cada persona, también era capaz de ocultarla. Con la flor encima, nadie sería capaz de descubrir que eras un mago negro, nadie sería capaz de leerte, aunque fueras uno de los mejores rastreadores. Desarfotunadamente, para cuando se dieron cuenta de esto, la magnífica Torre Gala ya había caído. Como resultado, El Consejo decidió prohibir completamente su uso, y echó sobre el cultivo un poderoso hechizo. Nadie se podría acercar jamás a más de veinte metros, y si lograba hacerlo, en el momento que tuviese la flor sobre sus manos, esta se convertiría tan solo en polvo y se desvanecería con el viento.- su mirada se endureció visiblemente.- Pero al parecer, seguimos haciendo las cosas un tanto mal. Esta mañana El Consejo Superior ha dado la alarma de búsqueda.- suspiró.- Cuando el viejo señor Crispo se ha levantado de madrugada, se ha encontrado con algo que le ha dejado completamente patidifuso: las margaritas de Tigreen habían desaparecido. Absolutamente todas. Después de una buena hora de pánico y confusión, El Consejo ha decidido ponerse en marcha, y ha dado el aviso de que si se ve algo o alguien extraño se informe de inmediato. Me pregunto si alguien no llamará diciendo que su anciana abuela se ha teñido el pelo de azul...- susurró sarcásticamente Dala.- De todas formas se cree que se trata de alguien relacionado con el comercio clandestino. Pero es ya de por sí extraño que alguien haya burlado el hechizo del Consejo... Bueno, sea como sea y resulte como resulte, de seguro os tendremos informados. No es motivo de preocupación.
Al menos, no por el momento.