Capítulo 10: Un espeso humo color cian.
La primera tanda de exámenes había llegado. Y no hacía falta saberlo para darse cuenta, el ambiente se delataba por sí solo. Los corredores estaban más vacíos, la biblioteca más llena. Las luces se quedaban encendidas hasta mucho más tarde en las aulas y habitaciones, y si te parabas a escuchar, probablememte descubrirías que estos eran un monotema en boca de los alumnos desde hacía casi dos semanas. Así, incluso se hacía difícil poder encontrar sitio en las propias salas de lectura, abarrotadas hasta las orejas, por no hablar ya de la biblioteca. Sin embargo, aquella mañana, tres chicas habían conseguido hacerse paso entre los alumnos dos cabezas más grandes que ellas y lograr asentarse en una mesa del fondo de la misma, casi pegada a las grandes estanterías de madera oscura, cuyos gordos tomos de cuero o tercioperlo se veían fuertemente impactados por los poderosos e intensos rayos de luz que entraban por las ventanas. Unos rayos casi extraños para aquella época del año. Pero bueno, allí estaban ellas: una columpiándose en la silla con los ojos fijos en el techo, la segunda con la cabeza apoyada sobre uno de los incontables libros esparcidos sobre la mesa, y la otra, con la cabeza completamente en otro lado, recostada sobre el asiento, como si no pintara nada allí. Adivinad quién era cada una.
-Como me meta tan solo uno más de estos tochos se me va a acabar olvidando hasta dónde vivo.- se quejó Leyla, volviendo a dejar caer las patas de la silla sobre el suelo.
La mirada ensimismada de Vanesa se volvió hacia ella, como volviendo a la realidad, y dejando atrás sus pensamientos.
-¿Cuánto te queda?- preguntó la rubia.
La pelirroja la miró.
-¿Para cuál exactamente? Porque hay algunos exámenes que no me he comenzado a mirar todavía.
Vanesa la observó impresionada.
-¿Pero entonces qué has estado haciendo?- preguntó.- Llevamos viniendo aquí más de una semana, y hoy ya cumplimos las dos horas, y solo son las once.
Leyla fingió un llanto.
-Ya lo sé, pero es que no consigo concentrarme.- se lamentó, revolviéndose el pelo con fuerza. Su mirada se posó entonces en la otra chica, que seguía inmóvil, con los cabellos cubriendo todas las hojas de cuaderno. Le tocó suavemente el hombro, pero la chica ni siquiera se inmutó.- ¡¿Está dormida?!- preguntó incrédula, completamente pasmada.
Vanesa se rió.
-Parece ser.
Leyla frunció el ceño y comenzó a zarandearla, completamente contrariada.
-Oh, no, ni se te ocurra. No pienso permitirlo. No puede ser que tú estés durmiendo sin pegar un palo al agua y luego encima solo con echar un ojo a los apuntes seas capaz de superarme ampliamente en los exámenes.- la movió con más fuerza.- ¡Que te despiertes, so nutria!
Vanesa se rió con más ganas.
-Como sigas así va a ponerse de muy mal humor, y ya sabes cómo es cuando está de mal humor.
Leyla abrió mucho los ojos y la soltó al intante, acordándose de aquello que mencionaba Vanesa. Así, la cabeza de Emma volvió a caer sobre la dura tapa de libro, despertándose por el golpe.
-Oh, Dioses míos, salvadme de morir asesinada...- susurró Leyla, escondiéndose tras Vanesa. Sin embargo, la otra chica comenzó a levantarse despacio, abriendo los ojos lentamente, como si despertara de un largo y profundo sueño.
-¿Qué ha pasado?- preguntó en voz baja.
-¿Que qué ha pasado?- repitió la pelirroja, recuperando su habitual energía.- Pues que te has quedado dormida, eso ha pasado. Tan traquilamente, en la biblioteca, delante de toda esta gente.
Emma se colocó el pelo y frotó sus ojos.
-No puedo creerlo, yo sin conseguir casi pegar ojo en toda la noche y sin embargo, solo abriendo un libro, me duermo.- sonrió ampliamente.- Creo que pondré eso en práctica antes de irme a la cama. ¿Valdrá cualquiera?
Vanesa y Leyla la miraron incrédulas, ¿qué demonios estaba diciendo? ¿El Tártaro había secuestrado su razón? Sería maldito el mundo de los sueños...
-¿Por qué me mirais así?- preguntó la chica, levantándose.
-¿A dónde vas?- preguntó Leyla.
-Al Centro común.- respondió simplemente.- He quedado con Adrián allí.
-¿Pero así sin más, sin avanzar nada?
-¿Y qué quieres que avance? Soy yo la que no comprende cómo puedes estar dos horas con la misma página.- comentó, observando fijamente aquello que estudiaba Leyla.
La pelirroja se agarró el cabello.
-Es que esto es muy difícil, y mi mente prefiere irse a pensar en unicornios.
-¿Unicornios?- repitió Emma.- Pensaba que ahora lo que te entusiasmaba eran los dragones...
-Claro que me entusiasman los dragones, pero los unicornios siempre ocuparan un lugar muy especial en mi corazón... El día que viaje a Araisha... ya verás.
Emma sonrió.
-Sí, veré. Pero antes me conformaré viendo cómo malgastas tu tiempo para suspender todos los exámenes.