Emma, la caída de un ángel

0.1

Daide

 

Mi Jonathan.

 

Siendo un custodio y él mi mortal designado, era quebrantar una ley enamorarme de Jonathan.

 

Pero me era inevitable...

 

Jonathan me conocía. Eso era algo que Milton no sabía, nadie lo sabía realmente.

 

Yo moría por estar a su lado, formar una familia con él y tener 3 hermosos hijos.

 

Pero Jonathan era un mortal, por desgracia... Y yo su ángel guardián.

 

Nuestro amor se veía cada vez más lejos de nosotros.

 

Jonathan me confesó su amor y yo a él.

 

No perdería nada.

 

Lo traje al cielo un par de veces, puesto que él ya sabía mi secreto y sin dudarlo mucho, entramos en intimidad.

 

Fue algo hermoso, algo más que mágico.

 

— Daide. — me llamó Elián sacándome de mi recreación de nuestra noche perfecta.

 

— ¿Qué pasa Elián? — dije entrando en razón.

 

— Se rumora que un mortal entró a los cielos, ¿puedes creerlo? — preguntó mi mejor amigo apoyado en mi puerta.

 

— No. — dije fingiendo sorpresa y apretando mis labios.

 

— Daide. — dijo Elián recriminándome. — Si sigues trayendo a Jonathan y Milton te descubre, te va a expulsar.

 

— Elián, pero yo amo a Jonathan. — dije recordando su hermoso olor y su cuerpo tan bien definido.

 

— ¿Qué le enseñaste esta vez? — me dijo Elián. — ¿Le diste un recorrido?

 

— No. — sonreí abiertamente. — Algo mucho mejor. —me senté en la cama y un tanto decidida me dirigí a mi vestidor.

 

— ¿Algo mejor? — preguntó Elián desde el otro lado del vestidor.

 

Me asomé por la puerta del vestidor.

 

— Digamos que dejé de ser una joven y pasé a ser mujer. — dije sonriendo y cambiando mi vestimenta.

 

— ¿Qué? — preguntó alarmado Elián. —Lo hiciste con un mortal. — afirmó asombrado y a la vez alarmado.

 

— Sh... Cállate, te van a escuchar. — le dije tapando su boca.

 

— ¿Usaste protección? — preguntó preocupado.

 

— Puf... No. — dije rodando los ojos. — Nosotros no usamos protección con los mortales, — me crucé de brazos. — ellos no pueden...

 

— Claro que pueden, Daide. — Elián me tomó por los hombros— Te dije que pusieras más atención en las clases de prevención, ¡Por el amor a Dios!— me regañó Elián.

 

— Eso no importa, Elián. — quité sus manos de mis hombros. — Yo lo amo, nada va a cambiar eso, no. — me crucé de brazos.

 

— ¿Y si quedas embarazada? — preguntó asombrado.

 

— Es muy poco probable que pase. — me senté en la cama haciendo un berrinche.

 

— No pusiste nada de atención ¿verdad? — me recriminó Elián. — Tiene 100% de probabilidad.

 

— Llego tarde al trabajo, Elián. — lo empujé contra la puerta, molesta porque me reprimiera mis actos. Pues ya era una mujer, y sabía lo que hacía.

 

Volé hasta las oficinas y al aterrizar sentí un leve mareo y la comida subir por mi garganta quemando como ácido.



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En el texto hay: angelescaidos, angeles y demonios, mortales

Editado: 04.04.2018

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