— ¿Qué haces aquí? — le dije con la ira creciendo dentro de mí.
Steve se me quedó viendo muy confundido.
— Solo venía a saludar... Y a traerte este ramo...
— Vete. — lo corté antes de que terminara.
— Pero, Emma... ¡Vine a festejar contigo! — me sonrió.
— Oh, ¿en serio? — me crucé de brazos. — ¿Y qué viniste a festejar? — me acerqué a él con los brazos cruzados. — ¿El hecho de que estuviera muerta? ¿El hecho de que Milton estaba detrás de mí para casi matarme? ¡¿El hecho de que casi muera por tercera vez?!
No debería gritar mucho, puesto que Jared podía escuchar todo desde arriba.
— Sólo vete, Steve. — le dije tomando el puente de mi nariz. — Evítame problemas y desparece de mi vida.
Steve furioso bajó el porche y dejó las flores tiradas.
Cerré la puerta y me apoyé en ella. Suspire. Tenía más cosas que hacer.
Y Steve no estaba en ellas.
Al subir las escaleras encontré a Jared inspeccionando las plumas de mi cajón.
Me apoyé en el marco de mi puerta y lo miré con diversión.
— ¿Aún no encuentras ningún rastro de sangre? — le pregunté mientras él se sobresaltaba y guardaba todas las plumas.
Reí sin despegar mis labios y volví a mi posición anterior en la cama.
— Solo confirmaba mi teoría. — se encogió de hombros.
Lo miré con una sonrisa.
— Está bien. — le dejé un espacio en la cama y le hice una seña para que se sentara a mi lado.
Me miró cuando se sentó.
— Empecemos por dónde te aparté de mi sin "razón". — hice comillas con mis dedos. — ¿Recuerdas qué estábamos haciendo antes de que pasara?
— El trabajo de Literatura. — dijo dudando.
— Exacto. — dije tomando aire. — Estábamos haciendo las opiniones del trabajo. — Jared asintió. — Y tu opinión... Fue muy hiriente.
Bajé mi vista.
— ¿Hiriente? — me preguntó buscando mi mirada.
— Sí, hiriente. — suspiré. — No podía creer lo que habías escrito ahí... Sobre que eran cosas repugnantes.
— Sigo sin entender cómo te dañan a ti. — abrió los ojos de repente. — ¡Pero claro! Tú estás obsesionada con los ángeles y te dolió que dijera esas cosas de tus personajes favoritos de ciencia ficción.
— No, Jared. — lo corté antes de que diera más cuerda a su teoría. — Los ángeles caídos no son ninguna ciencia ficción... Nosotros existimos realmente.
Jared me miró sorprendido. Tenía la boca entreabierta.
— ¿Nosotros? — repitió mis palabras.
— Sí, Jared. — me levanté de la cama y me paré frente a él. — Nosotros. Esas plumas que ves en ese cajón, no son de ningún ave... Son de mis alas, porque no las arrancaron cuando caí, y ahora el mismo idiota que no lo hizo me busca. Por eso faltaba... Tengo el poder de sanación, por eso la mayoría de mis heridas desaparecían rápido.
Jared parecía asustado. Incluso no sabía si respiraba si quiera. Dejé que procesará toda la información un momento.
— Encontré a mi hermano Zayd, y Mason... El que te dije que estaba muerto, no lo está. Mi madre... Daide, me reclama como su hija ahora, pero no fui con ella.
»Milton, es un ángel supremo, y ronda por mí, porque quiere que me case con él y así me llevaría al cielo de nuevo. Pero no le di la oportunidad de hacerlo... Por eso estoy tan lastimada.
»Mi nombre verdadero es Emma Trok, y no soy pelinegra... Tengo dos hermanos vivos, Mason y Zayd. Mi madre fue expulsada cuando yo era una niña. Y mi padre era un mortal. Él fue el único que ha visto las divinas puertas del cielo y vivir para contarlo.
— Espera. — dijo Jared con el ceño fruncido. — ¿Un tipo te quiere obligar a casarte con él?
Asentí.
— Es un hijo de...
— De un Arcángel. — asentí. — Su padre tiene la creencia de que tiene que tener una mujer a su lado para hacer regir bien el cielo.