Las gotas caían por mi barbilla, mi pelo húmedo junto a mis alas. La noche oscura y el bosque en completo silencio.
Una fina capa de lluvia caía alrededor, y mis pensamientos se dirigían a una sola cosa.
Jared.
¿Qué era verdad y qué era mentira?
No importaba, tenía que aclarar las cosas con él, pero... ¿Qué le diría?
Ni siquiera tenía una mínima idea.
— Oye, Emma. — Leik venía detrás de mí. — Lo que te dije, todo lo que dije, era mentira y tú lo sabes. Ya te explique que era porque el ángel estaba escuchando. — se paró frente a mí obstaculizando mi paso con su inminente y fuerte cuerpo y su gran altura. — Nada fue cierto, sólo era para hacerte dudar.
Mi ceño fruncido se negaba a irse de mi expresión, y miraba con ojos inquisidores a Leik, que de alguna manera me había hecho dudar de todo lo que me rodeaba, incluyendo las personas que podía llegar a amar.
— No vayas a estropear toda tu relación aquí por las palabras que dije. — replicó.
— Algunas cosas de lo que dijiste parecen tener sentido, y aún así, siendo mentira o no. Tienes razón. — dije enfocada en él.
— Claro que no. — se rió tomando mis hombros. — Fue una distracción, en realidad, Mason y yo nos pusimos de acuerdo para hacerte dudar de aquello y hacer que salieras de ahí, nada fue verdad. Y él sabía que pegarte en donde más dolía, te haría reflexionar tanto, que te abrumaría tanta multitud a tu alrededor.
Vaya hermano que tenía...
— ¿Mason? — dije aún confundida.
— Tu hermano. Sí, lo conozco. De hace mucho de hecho, y él me contacto porque sabía que Cres y unos más habían salido a buscarte. Por eso entraba yo, haciéndote dudar como ya dije. — me soltó y puso sus manos en sus bolsillos.
Parpadeé sorprendida.
Entonces... Nada fue cierto.
¿Y Aine? ¿Dónde estaba?
Guardé mis alas y caminé por el bosque debajo de la lluvia, con Leik detrás de mí.
Mi objetivo, era encontrar mi casa... La casa donde antes vivía, donde Aine y Elián vivían. Y como el trayecto me lo sabía de memoria por tantos viajes que había hecho en el bosque, fue fácil llegar hasta ahí.
Me paré en el porche y después subí las escaleras que daban a la puerta.
Las voces de adentro se escuchaban inquietas.
Toqué a la puerta, y las voces cesaron. Oí pasos vagamente familiares acercarse a la puerta. Y abrió.
Sus lindos ojos me examinaban aún con dudas, su semblante era de preocupación y sus labios estaban en una fina línea marcados, su cabello estaba despeinado, pero eso no le quitaba lo atractivo en absoluto.
— ¿Emma? — cuando me reconoció, sus cejas fruncidas se formaron en una línea de expresión y sus ojos se abrieron con impresión.
— ¿Jared? — dije aún sorprendida por su presencia aquí. — ¿Qué haces aquí?
— Pasó mucho tiempo desde que nos separamos, y... pues, vine a buscarte con la esperanza de que estuvieras aquí, pero Aine me dijo que no estabas, y que no sabía nada de ti desde entonces. No sabía donde más buscar, pero ya que estás aquí no importa. — me abrazó, no correspondí el abrazo tierno que me dio.
Y su cuerpo se tensó, supuse, por el ángel que estaba detrás de mí con su aire despreocupado y como casi siempre, callado.
— Uh, Perdón. — dijo con su tono aún despreocupado. — Soy Leik, amigo del hermano de Emma. — me separé de Jared para ver su expresión.
Leik le tendió una mano en forma de saludo, y Jared de mala gana la aceptó.
— Soy Jared. — se presentó secamente.
Aine se asomó por la puerta sin saber qué pasaba y cuando sus ojos se posaron en mí, se agrandaron cual platos.
— ¡Emma! — gritó sin contener su entusiasmo. — ¡Te extrañé tanto! No te vuelvas a ir, por favor. Haré lo que sea, incluso te apoyaremos en lo que necesites, pero una madre no puede estar sin su hija, Emma, por favor. — me abrazó mientras decía todas esas palabras que me confirmaban que ella era la verdadera Aine, y no una copia con el cuerpo de un ángel como decía Leik.