¿Me estabas esperando?
Dije en su mente entrecerrando mis ojos y cuando oyó mi voz en su cabeza sonrió mostrando sus dientes filosos.
Claro, pero no tengas pena. Ven.
Su sonrisa arrogante no se borraba de su cara con esos rasgos que caracterizaban a las súcubos.
Dudando un poco bajé del árbol que se ofrecía de mi escondite y me quedé de cuclillas entre las sombras mirándola sospechosamente.
No te haré daño.
Me levanté de mi posición y caminé con tranquilidad hacia ella, quien al ver mi ser posarse y caminar hacia su dirección sonrió más de lo normal mostrando sus deslumbrante dentadura.
— Vaya, vaya. — dijo divertida recorriendo mi cuerpo con sus ojos, como una fiera observa a su presa. — Pero mírate, querida. — se levantó de su trono quedando a mi altura, que de hecho tenía la misma estatura que yo. — ¿Quién diría que un ángel podría igualar la belleza de un demonio?
Me petrifiqué en mi lugar sin avanzar un paso más porque las palabras de la reina súcubo habían llamado la atención de Jared, quien pesadamente levantó la cabeza para fijar su vista en mis ojos. Un suspiro que quería salir como gemido se posó en mis labios al ver su rostro con llagas por todas partes y en su cuello una gran cruz de la que aún brotaba sangre.
— Jared... — susurré abriendo mis ojos y queriendo llorar.
La ira floreció dentro de mí y mis puños se apretaron al mismo tiempo que mis dientes. Mi mirada podía matar a la reina súcubo.
— Con que así se llama él. — señaló con sus dedos afilados a Jared y luego volvió su mirada a mí.
— ¿Qué quieres? — gruñí haciendo que su sonrisa se borrara.
— No tan rápido, guarda tus alitas, no es hora de volar. — se acercó dando saltitos hacia mí. — Primero, la presentación, no quiero ser descortés, mi padre me enseñó modales.
Lo más irónico de su voz, era que no lo decía con tono malcriado ni irónico. Solo era su voz normal, juvenil y fina.
— Mi nombre es Verno, soy reina de Edom, hija de Asmodeus, el anterior rey de Edom y de Lilith, la súcubo más conocida de los infiernos. — su postura reflejaba orgullo cuando dio su presentación y mostraba firmeza. — ¿Serías tan amable de presentarte?
Asentí ante su tono cortés y educado, lo cual me dejaba anonadada al ver que a pesar de la gran diferencia en nuestro rango, la diferencia de especie no era obstáculo para las presentaciones con cortesía y el trato educado. Simplemente no me trataba con rareza con la que los demonios normales tratarían a un ángel.
— Me llamo Emma, soy el ángel Supremo del cielo sur, hija de Daide, ahora ángel caído y Jonathan, un mortal. - dije sin importancia y sin la misma postura de orgullo que ella.
Ella sonrió.
— Así que tú eres la hija de Jonathan. — dijo mirando mis ojos sin ninguna rivalidad, como si fuéramos iguales, como si ella no hubiera venido realmente a una guerra. — Pero te equívocas, Jonathan no es un mortal cualquiera. — negó con la cabeza borrando su sonrisa. — Él me ayudó cuando mi padre fue asesinado. Él me guió hacia ti.
Abrí mis ojos con impresión y parpadeé frunciendo las cejas.
— ¿Te guió? ¿A qué te refieres?
— Sí, y me contó sobre tu amante mortal. — miró a Jared. — Pero por lo que veo, ya no es un mortal. — ladeó su boca. — No importa. — sacudió su mano restándole importancia. Miró a los demonios que la rodeaban. — Déjennos solas.
Los demonios obedecieron sus órdenes sin rechistar y abandonaron a su líder. Lo cual me pareció realmente extraño, pero significaba que no venían para atacar si no para acompañarla.
— Lamento mucho que tuviera que traerte de esta manera, y también lamento que las garras de mis demonios lo rasguñaran. — desató las muñecas de Jared y lo ayudó a bajar mientras yo me quedaba inerte por su gesto. — ¡Uh! — Jared se apoyó en ella y después se sentó en el suelo. — Ya está ¿Estás bien? — se inclinó a él pero Jared no contestó.
Aún sin reaccionar fijé mis ojos en Pamela y Leik que miraban igual de sorprendidos a Verno.
— ¡Me faltan ustedes! Lo siento, lo olvidé. — desató a Leik y él si se mantuvo de pie sobando sus muñecas. Después, Verno ayudó a Pamela y la acercó a Leik, quien la abrazó preocupado. — Bonito cabello. — le dijo a Pame sonriendo.