Emma
Después del beso de Baruck siempre sentía un gran afecto hacia él, era como si fuera el mismísimo Jared en persona y no un príncipe demonio que me quería cambiar para ser un "Ser perfecto".
Los días siguientes al beso fueron muy ligeros, no había tensión y todo era más divertido... En cierta parte obviamente. Pues después de cada sesión de inyecciones y después de cada convulsión, Baruck practicaba las órdenes y después me dejaba descansar, siempre me llevaba unos platillos exquisitos y una que otra vez salía a su gran patio a ver las estrellas de Saitor, que no puedo negar, eran muy hermosas.
— Surge, salutem. — Baruck ordenaba y en mi mente sólo se procesaban esas palabras.
"Párate, da un saludo".
Lo hacía con tal gracia que cuando daba un saludo con mucha suavidad la sonrisa de Baruck crecía y crecía.
— Has hecho un buen trabajo. — dijo y se acercó a mí. — Mereces tu premio. — tronó los dedos y una súcubo entró en la habitación con una caja negra.
La vi emocionada y la abrí cuando la puso en la cama. Dentro había un hermoso vestido blanco de seda y en la cintura tenía un cinturón negro, tenía una abertura en donde se unía el cuello y el pecho y tenía una larga cola detrás siendo corto de adelante. Después unos bellos tacones negros con unas correas hermosas, prácticamente sólo sujetaba el pie, porque lo demás se veía a simple vista, las correas llegaban a medio muslo.
— ¿Te gusta? — preguntó Baruck detrás de mí.
Asentí con la cabeza y Baruck suspiró.
— Es hora de que descanses, la sesión de hoy fue un éxito, te falta muy poco para que llegues a ser mi perfecta doncella. — acarició mi mentón y salió de la habitación en donde yo dormía.
Puse la caja en una mesa y la cerré, una sonrisa se posó en mi boca.
Pero de repente mi expresión de felicidad desapareció.
Por el amor de...
Algo me empujó, pero ese algo era invisible... No era posible, yo no podía decirlo. Mi cara pasó a ser de terror y rápidamente miré mi reflejo en el espejo que Baruck había puesto en mi habitación.
Negros... Completamente negros, no había rastro del color natural de mis ojos... Simplemente negros. Y mis venas, se marcaban finamente en mi piel, pues ahora era más pálida y mis venas tenían icor.
¿Qué demonios había hecho?
Baruck me había inyectado el contenido de las jeringas hasta tal punto que tenía control total sobre mis emociones... Pero mi cerebro seguía siendo el mismo, no se metía ahí y tenía que usarlo como cierta ventaja... Era algo que tenía que conservar como mío, yo seguiría estando ahí, pero no podía actuar sobre mi cuerpo.
Me levanté y miré el espejo. Era hermosa, no sólo me beneficiaba la piel pálida sino la ropa con la que me vestía Baruck, y los rasgos eran más finos. Como Baruck lo había dicho...
Fuerza de Arcángel, Gracia de Demonio, Obediencia de Mortal, Oscuridad de Icor, Y belleza de Dioses.
Me costaba mirar mi reflejo sin preguntarme quien era, y en qué me había convertido. Dudaba mucho que Jared siquiera me reconociera, o mis hermanos, o las chicas... Nadie.
Retrocedí. Estaba pérdida, no sabía que hacer y estaba asustada.
Somnum
Y caí en un sueño profundo sin siquiera llegar a la cama. Mi mente decía en letras rojas, "Duerme".
(…)
Desperté sobresaltada pues un el dolor de un pinchazo se extendía por todo mi codo hasta mi brazo, después bajaba por mi pecho y se recorría hasta la punta de mis pies. Conocía muy bien esa sensación.... Después venían las convulsiones y luego me convertía en un completo robot sumiso de Baruck.
Pero antes de que el icor mezclado con la sustancia que decía "Deus" llegara a invadir por completo mi sistema nervioso, levanté una barrera que cubría un leve espacio de mi cerebro.
No tenía ni idea de como lo hacía, pero estaba funcionando. Era lo único que quedaría realmente de mí, pues ésta era la última sesión de inyecciones. Después de ésta sesión, yo sería el "Ser perfecto" que tanto anhelaba Baruck.
Era un espectador dentro de mi cuerpo, sólo veía lo que hacía, pero no lo sentía.