Jared
De pronto la luz nos cegó, se hizo presente la tierra y a su alrededor una enorme ciudad hermosa, con muchas casas enormes y hermosas, un jardín enorme y un lago, que era en donde nosotros nos encontrábamos, en la orilla.
No era una trampa después de todo...
— Arriba, Jared. — apareció Verno enfrente de mí con una sonrisa y cerrando los ojos. — Si holgazaneamos no encontraremos a Emma pronto.
Me tendió una mano y la acepté dándome impulso para pararme y darle cara a ella.
— ¿Aquí es Saitor? — le dije confundido.
— Si, hemos llegado y más rápido que nunca. — dijo emocionada. — Pensé que duraríamos más tiempo en el limbo...
— ¿Qué? — dijo Helen alarmada.
— Oh nada. — dijo Verno rascando su frente. — Bien, no nos podemos quedar aquí mucho tiempo, recuerden que somos intrusos.
Verno avanzó con mucho sigilo a las calles de Saitor.
— No debemos quedarnos en el mismo lugar por mucho tiempo, de manera contraria nos encontrarán y nos asesinarán. — Verno tenía esa sonrisa aún en su boca.
— Que ánimo. — dijo Nerea detrás de nosotros.
Seguimos a Verno en silencio y muchos apreciaban la ciudad con mucha atención.
— Es lo más hermoso que he visto en mi vida. — dijo Danniell con la boca abierta.
— No han visto Edom aún. — Verno dijo con orgullo. — Pronto nos acercaremos al castillo de Baruck... Hay mucha seguridad y muy pocas posibilidades de que podamos entrar en él. — Verno fue abriendo paso entre los matorrales en donde nos estábamos mezclando y pronto apareció el castillo del que Verno hablaba.
Era enorme y parecía hecho por puro oro, tenía a lo mucho seis pisos y tenía una gran anchura. Había banderas de una enorme S plantada en el centro y por supuesto un sello de la dimensión demoniaca. Había de igual manera carrozas entrando al castillo y también una enorme cantidad de guardias por todos los rincones del castillo, era realmente impresionante la sola idea de querer evadir a todos esos guardias.
A pesar de ser muchos ángeles y tener a Verno de nuestro lado, era un poco... Imposible poder vencer a los guardias.
— No te preocupes, Jared. — Verno tomó mi mano y miró mis ojos con cariño. — No dejaré que toquen ni un pelo tuyo. — me sonrió y después se volteó a ver a los demás ángeles, sus palabras me dejaron confundido. — Quiero que sigan el plan de ataque que ingeniamos en la tierra.
Verno explicó una vez más como todos tenían que prepararse para su señal y sus lugares, atacar y así enfrentar a Baruck.
— ¿Listos? — dije en voz baja. —... Ahora.
Todos bajamos por los matorrales con sigilo pero a la velocidad de la luz, a mis espaldas se encontraban Verno, Helen, Zayd y Danniell.
Observaba como Nerea iba más rápido que todos, quien por supuesto era nuestra arma secreta y nuestro primer paso en el plan de ataque, ella saltó desde los matorrales y llegó a un pasillo del exterior del castillo. Preparó su cuchillo y con un parpadear fue degollando a los demonios guardianes que cuidaban de la azotea.
— Milton. — llamé al susodicho y él volteó a verme sin dejar de correr al igual que yo. — Tú turno.
Milton sonrió y con Karla, Mason y Crescente saltaron a las paredes del castillo escalando al quinto piso y atacando sin piedad a los guardias.
— Leik. — lo llamé dándole a entender que seguía él.
Él asintió a mi dirección y saltó junto a Pamela al cuarto piso. Ellos dos hacían un excelente equipo, cada uno cubría su espalda, y entre los dos destruían a quien osaba acercarse a ellos.
— Daniela. — le ordené que siguiera junto a unos 6 ángeles detrás de ella, pues ella guiaba ese grupo.
Saltaron y aterrizaron en el tercer piso, Daniela arrasaba con todos con sus flechas y su puntería. Mientras que los ángeles descendían al segundo piso y acaban con los guardias de la segunda planta.
Anton guiaba el último equipo, unos 6 ángeles más iban detrás de él, pues la primera planta era la que estaba infestada por demonios con armas y completamente atentos a los ruidos que se escuchaba arriba de ellos.
Había otros 19 grupos que aguardaban mis órdenes y a uno de ellos les ordené que siguieran a Anton.