Emma, la caída de un ángel

Capítulo 75

Emma

Lo amaba. Amaba la sensación de poder sentir a Jared de nuevo, amaba la sensación de poder sentir el aire azotando mi cabello, amaba la sensación de poder regir sobre mi cuerpo y no tener que ver todo como un espectador.

— Estás aquí. — susurró Jared en mi cuello y yo asentí sin querer romper el abrazo. Por muy raro que fuera, era de lo mejor despertar y tener a Jared en esta postura. — ¿Qué diablos fue todo eso?

Ésta vez me separé pues sabía que tenía que explicárselo todo.

— Es demasiado temprano para explicarte, y en serio que es una larga historia. — dije viendo al horizonte.

Abajo se escuchaba como luchaban y todos trataban de defenderse a sí mismos, así que aprovecharía para contarle lo esencial a Jared.

— Sé como matar a Baruck. — le confesé de golpe. — Pero tengo que volver al castillo para sacar lo que tenía recopilado.

Jared asintió y yo caminé al hoyo, pero me detuvo tomando mi mano con suavidad. Hizo un ademán con su cabeza y lo seguí, volamos a la segunda planta y abrí el ventanal donde había escondido las escrituras y la E incompleta.

— Espera aquí. — le dije a Jared y él asintió mientras yo cerraba el ventanal y él me daba la espalda.

Corrí al espejo de cuerpo completo y me miré en él, lo toqué con la yema de mi dedo y esperé.

— Al fin llegas. — dijo el reflejo de mi otra yo. — Es horrible estar encerrada aquí.

— Lo sé, pero como ya te dije, era eso o morir y en definitiva yo no quiero que mueras. — le dije dándole una sonrisa.

— Si. — ella sonrió y me miro con cariño. — gracias.

— No hay de que. — le sonreí.

Despegué mi dedo del cristal y me dirigí a donde recordaba que se encontraban las escrituras y la gran E, estaba apunto de salir y me paré volviendo al armario y buscando un bolso para que no se cayeran las cosas que tenía en la mano.

Tomé el bolso y metí las escrituras, tomé una prenda del armario y envolví la gran E en ella, después la coloqué con cuidado en el bolso.

La puerta de la habitación fue destruida generando que cayera al suelo y me quedara viendo a la dirección.

Baruck veía dentro de la habitación y escuchaba como Verno gritaba su nombre mientras corría por los pasillos. La cara de Baruck fue de sorpresa cuando vio que mi cuerpo ya no tenía icor, que había vuelto a su normalidad. Él negó con la cabeza y Jared entró por el ventanal con su espada en mano.

— ¿Qué le has hecho? — Baruck se abalanzó contra Jared y sus espadas chocaron.

— No le hice nada. — Jared lo empujó y lo dejó en el piso.

¡No! ¡No dejes que le haga daño por favor!

— Jared. — apoyé mi mano en su pecho con suavidad antes de que encajara su espada y dañara a Baruck, él no apartaba su vista venenosa de el ser que yacía en el suelo con la misma mirada que él. — No.

— ¿Por qué no? — gruñó sin mirarme y con la mandíbula apretada. — Debería matarlo ahora mismo por lo que te hizo.

— Jared. — puse una mano en su corazón e hice que me mirara a los ojos. — Vamos.

Una espada normal no puede matarlo.

Cuando escuchó mis palabras en su mente y apartó su espada del cuello de Baruck.

— Ni se te ocurra seguirnos. — lo amenazó mientras salíamos de la habitación topándonos con Verno quien observó a Jared con los ojos abiertos.

— ¿Estás bien? — se acercó al rostro de Jared comprobando que todo estuviera bien. — ¡Estás herido! — tocó los cortes que antes le había hecho. — Vamos, dejemos a Emma, tus heridas son muy profundas, volveremos otro día. — lo tomó de la mano y lo arrastró por el pasillo.

Él me miró con unos nervios que no comprendía. ¿Qué tenía de malo que Verno se preocupara por él?

Le di una sonrisa y toqué la mano de Verno, ella se paró y sentí como presenciaba mi ser. Ella volteó rápidamente y me miró con los ojos abiertos de par en par.

— Emma. — dijo sorprendida y soltando la mano de Jared. — ¡Me alegro tanto de que estés aquí! — dijo con emoción y me abrazó lastimando mis alas y por supuesto me quejé. — Lo siento. — se separó torpemente.

— Emma. — se escuchó una voz al final del pasillo. Cuando todos volteamos vimos a Baruck apoyado en el marco de la puerta. — No me hagas traerte hasta aquí.

Entrecerré los ojos en su dirección.

— Vámonos. — tomé la mano de Jared.

— Camino equivocado. — dijo mientras iba en la dirección opuesta a la nuestra.

Lo miré con incredulidad y escuchamos como una máquina se movía con dificultad por los cimientos. Una barrera con púas letales se acercaba sin disminuir su velocidad.



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En el texto hay: angelescaidos, angeles y demonios, mortales

Editado: 04.04.2018

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