Empíreo

LA GUERRA

Hace muchos años, antes de que la creación hubiera sido envenenada con odio y maldad por parte de Luzbel, nació un ángel llamado Gabriel. Podía decirse que era el ángel más lindo y cariñoso que existió en los cielos. Tan gentil y poderoso a la vez, todos lo adoraban. Pero él apenas y había sido creado, solo diferenciaba entre el bien y el mal.
 


Gabriel fue encargado de ser vigilante y, poco después de que Lucifer fuera desterrado permanentemente del Cielo, protegería la raza humana de los siete príncipes del infierno y todo aquel demonio que quisiera matar a las personas.

Él pasaba horas viendo hacia abajo, vigilando que los demonios no molestaran a los humanos.

Luego la vio a ella.

Su cabello rojizo caía en cascada por sus hombros y espalda, este le llegaba hasta la cintura. Sus ojos verdes parecían dos esmeraldas de lo tanto que brillaban y su piel parecía de porcelana. Era hermosa, pero los ángeles tenían prohibido enamorarse de humanos, si se enamoraban era pecar y caer en la avaricia.

El demonio Asmodeo estaba haciendo de las suyas con el inocente Gabriel, pero la chica era demasiado hermosa. Simplemente no podía. Gabriel dejó de mirar hacia abajo y trató de sacarse a la chica humana de la cabeza. Pero ella no solo estaba en su cabeza, ahora estaba también en su corazón.

Desde ahí Gabriel la vigilaba siempre. No dormía y se la pasaba toda su guardia mirándola. Buscó en los registros de los guardianes el nombre de la chica, Samantha Trace. Estaba en la universidad y parecía que su juventud había sido la mejor.

Gabriel cada día sentía más y más curiosidad por la muchacha, hasta que un día bajó de los cielos solo para hablarle. Fue su peor error, Asmodeo había susurrado en sus oídos que hiciera a la muchacha suya, pero sabía que estaba incorrecto, no quería que la chica sufriera. Cada día bajaba por unas horas y hablaba con Samantha, ella poco después se enamoró perdidamente de Gabriel; ella no tenía idea de que él fuera un ángel.

-Nos vemos mañana, lo prometo. -Samantha no quería que él se fuera, le pedía que se quedará, y también se preguntaba por qué el chico se iba a la misma hora siempre. Al anochecer.

-Por favor, Gabriel -insistía la muchacha, si él ya estaba metido en problemas quedarse causaría más.

Asmodeo también insistía en sus oídos, Gabriel temió que él dañará a Samantha, así que se quedó. Y ahí inició el caos. Asmodeo seguía susurrando a Gabriel que perdiera el control con la chica, él no lo resistió y lo hizo. La chica le siguió el juego.

Dos horas después Gabriel se marchó, ya sabía que los arcángeles se darían cuenta de lo que sucedió. Al llegar arriba, todos lo miraron como si hubiera cometido pecado. Lo había hecho. Tal vez por eso le arrancarían sus alas y lo desterraron de los cielos, pero nadie le dijo nada. Igualmente ya todos sabían.

Meses después Gabriel seguía vigilando a Samantha, los demonios iban por ella. Gabriel bajó rápidamente y los combatió, Samantha estaba aterrada. Se preguntaba por qué los demonios iban por ella, si habían tenido oportunidades antes. El problema era que dentro de la chica iba un bebé, un hermoso bebé que podía haber sido normal si su padre no fuera un ángel poderoso, aunque Gabriel no lo supiese.

-Eso debe morir... Será peligroso en un futuro. Cuando dé a luz, iremos por ella -susurró Mammón, mejor conocido como el hijo del demonio. Gabriel hizo una mueca y negó. No iba a permitir que su bebé muriera y menos a manos de demonios, ese bebé era un ángel puro.

-Sobre mi cadáver -musitó Gabriel entre dientes y cargó contra los demonios. Al terminar miró a Samantha, asustada y tomando su vientre entre las manos. De pronto comenzó a gritar y se sentó en el suelo. Gabriel la tomó de los brazos, ella estaba pálida y sudaba mucho. El bebé ya venía. Samantha no lo lograría, ella moriría en el proceso. No resistiría.

-Gabriel, prométeme que cuidaras al bebé. Siento que no lo lograré -dijo la chica mirando a Gabriel a sus ojos. Él no quería aceptarlo, pero asintió mientras le sonreía a la muchacha. Samantha tuvo al bebé, era una hermosa niña, la chica la tomó unos segundos entre sus brazos y la besó.

-Mi niña. Te amo mucho -susurró antes de quedarse inmóvil, con la pequeña niña llorando entre sus brazos.

Gabriel la tomó entre sus brazos y la miró dulcemente. Quién diría que un ángel podría ser padre, él también tenía algo de humanidad en él.

Cargó con la bebé y la llevó hasta donde alguien pudiera cuidar de ella, no se la podía llevar arriba. La bebé lo miraba curiosa y tocaba sus alas, haciendo que Gabriel sonriera con ternura.

Al llegar al pueblo, Gabriel encontró un cesto de madera y puso a la bebé dentro con una cobija hecha de plumas. Escribió una carta con una de ellas y la dejó junto a ella, frente a una puerta. Ahí vivía Fred Hale, alguien que podría cuidar a la bebé en sus primeros años, alguien que podría protegerla de los demonios. Gabriel sabía que en un futuro ella podría derrotarlos, cuando creciera y supiera quien era en verdad.

El arcángel sabía que un demonio se enamoraría de su hija, él sería quién la protegería de aquellos que quisieran matarla.

Y así comenzó la guerra.



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En el texto hay: vampiros, demonios, amor

Editado: 22.11.2021

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