"En algún lugar del cielo" (libro 1)

Capítulo 6: Te extraño.

Diez años después…

"Querida Ángela:

Sé que aún faltan dos semanas para vernos, pero no puedo dejar de sentirme entusiasmado y nervioso. La necesidad de volver a abrazarte, besarte, acariciarte me tiene loco. Ya no puedo soportar más el estar tan lejos de ti. Estos años han sido un suplicio para mí, te he extrañado a horrores, anhelando que volvamos a reencontrarnos para nunca más separarnos. Creo que siempre te he mencionado mis sentimientos a través de los correos, por lo que no es necesario de que te sorprendas cuando llegue y te bese hasta el cansancio.

Te quiero,

Nicolás."

 

Es imposible no formar una sonrisa boba en mi rostro al darme cuenta de que mi Nicolás no ha cambiado nada durante estos diez largos años. Él sigue siendo tan tierno, dulce, atento, y con eso solo ha logrado que cada día lo ame más, esperando ansiosa su regreso y añorando el momento en que volveré a probar sus labios.

— ¿Será solo un beso? —oculto mi rostro con mis manos al sonrojarme— Cielos, ¿Qué rayos estoy pensando?

Desde que él se fue a Alemania, nunca hemos dejado de enviarnos e-mails, comunicarnos por teléfono, enviarnos fotografías solo hasta cierto tiempo y es que preferí estar en la incógnita para sorprenderlo cuando me vea en persona. Lo único malo es que yo también me he quedado con la espina de saber que tan guapo se ha vuelto. —<<Necesito verlo ya>>— Y no solo para envolverlo en mis brazos, sino también para agradecerle porque si no fuera por él, no habría podido sobrevivir con las dos brujas de mi hogar.

Porque una cosa es estar feliz con Nicolás y la otra, la verdadera situación de mi casa que fue yendo de mal en peor.

— ¡Ángela! —es la voz de Camile quién entra a mi habitación y se ubica a mi lado con esos aires de diva que no le quedan— Se acabó tu tiempo.

—Acabo de prender mi laptop. —me quedo concentrada en la pantalla— ¿No tenías uno?

—Sabes perfectamente que está dañado, así que muévete de una buena vez… —se queda en silencio, me percato de que está de chismosa en mi correo. Lo oculto— ¿Acaso ese era un correo de Nicolás?

—No. —miento.

— ¡No me vengas a ver la cara de estúpida! —exclama tan fuerte que casi me deja sorda— ¡Tienes prohibido enviarle mensajes a mi prometido! ¿Lo oyes? ¡MI PROMETIDO!

—Mientras él siga negándose… —la miro con una pequeña sonrisa de satisfacción— No es nada tuyo.

Camile aprieta los puños mientras yo continúo navegando por el internet. Mi relación con ella no ha cambiado nada, sigue siendo una chica malcriada, caprichosa, que piensa que el dinero puede con todo…

Menos con los sentimientos de su “Prometido”. 

Es un tema que me jode, que se me hace difícil lidiar con ello, pero las promesas de Nicolás borran esa frustración de saber que en cualquier momento pueden atarlo con ella. Porque no estamos hablando de la obsesión enfermiza de Camile por querer casarse con él, sino de algo que pone en peligro su negocio familiar.

—Sigo esperando que salgas de mi habitación. —digo con calma, y con ganas de golpearla.

—Sino te mueves, se lo diré a mi madre y a tu padre.

— ¿Cuándo será el día en que dejes de actuar como una cría? —cierro mi cuenta y opto en levantarme de mi escritorio. Paso por su lado, chocando mi hombro con el suyo— Bueno, te dejo con tus amenazas y con los correos que Nicolás jamás te responderá.

— ¿Quién ha dicho que no lo hace?

—Los correos con una respuesta de “No voy a casarme contigo”, no cuentan hermanita. —su rostro se torna rojo— Pero si quieres contabilízalo.

— ¡Fuera!

—Te recuerdo que esta es mi habitación y si yo quiero me quedo, aunque te joda. —cruzo mis brazos, ella voltea y se enfoca en mi laptop— Creo que mejor te dejo sola para que puedas llorar más tranquila.

— ¿Llorar?

—Claro, al ver que no hay ningún mensaje de mi novio.

—Búrlate todo lo que quieras, Ángela. —gira su rostro y me muestra esa sonrisa perversa que siempre me pone a temblar— Ya verás que quién ríe último, lo hace mejor.

Es igual a su madre o quizás sea peor. Lo único que sé es que no debo tomar sus palabras a la ligera, ya demostró que es capaz de aventarse con tal de joderme la existencia. Decido dejarla con sus delirios de loca y salgo de mi propia habitación.

— ¡Ángela!

El grito de la bruja de mi madrastra empeora mi genio. Bajo por las escaleras y la encuentro media acostada sobre el sofá, usando una mascarilla. Dudo que eso le ayude a desaparecer las verrugas de su rostro.

— ¿Qué?

—Necesito que lleves ese sobre de la mesa a tu padre. —ella lo señala— Es urgente.

— ¿Por qué no lo lleva usted?

— ¿Estás ciega? —se apunta así misma— Ando muy ocupada y no tengo porque darte más explicaciones.

—Si, claro. —tomo aquel sobre sin ganas. No me apetece salir de casa, pero con tal de no tener encima a estas dos, qué más da— ¿Está en el hotel no?

—¿Dónde más iba a estar? —se quita la mascarilla y sus ojos negros se posan en mí— Espero que no estés tomando esta urgencia para saber sobre Nicolás.

—Claro que no.

Sé de él todos los días, bruja.

—Te lo menciono porque quizás te encuentres a la Señora Valverde.

—¿Qué? —me quedo perpleja, no es creíble lo que acabo de escuchar— ¿Ella… está aquí?

—Sabes que siempre aparece cada año, y este no es la excepción.

Me quedo calculando las fechas y tan solo han pasado seis meses desde que retorno a Alemania, por lo que es imposible que haya adelantado su viaje... A menos que haya sido por alguna urgencia, debe ser algo muy grave para que ella haya optado en volver tan pronto.

Mi madrastra se incorpora, dirigiéndose a la cocina para servirse algo de beber.

—Este es el año de mi Camile… —enarca una ceja al mirarme— Si sabes a lo que me refiero ¿no?



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En el texto hay: esperanza, romance, drama

Editado: 17.04.2022

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