"En algún lugar del cielo" (libro 1)

Capítulo 10: Nadie te toca.

Puedo jurar que observo salir humo de la cabeza de Nicolás, está como animal salvaje rechinando los dientes en espera de lanzarse a su presa mientras que esa presa no oculta la sonrisa de satisfacción plasmada en su rostro. No sé a dónde quiere llegar el Señor Sergio, y ahora me pregunto por qué le llaman “Señor” cuando tiene la misma edad del amor de mi vida.

Aparto esas dudas porque no era momento para hacerlas, tenía que detener a Nicolás para que no cometa ninguna locura.

—Joven Quecedo… —cojo su brazo. No debería hacer eso siendo su empleada, pero era necesario para tranquilizarlo. Él posa sus ojos en mí— Déjeme cumplir esa orden, por favor.

—Ese no es tú…

—Lo sé. —sonrío un poco— Sin embargo, me siento capaz de hacerlo, ya que en estos días he memorizado las instalaciones a la perfección.

— ¿Ves? —se incluye Sergio que solo empeora la situación— Ella está apta.

Nicolás no deja de mirarme en forma seria, no quiere ceder, le cuesta dejarme a solas con otro hombre. Quiero creer que no es porque no me tenga confianza, sino que no confía en su propio socio. Pero ¿Por qué? ¿Hay algo que no sepa de este sujeto?

—No tengo todo el día. —ese hombre se levanta, acomodando su traje y en ese instante recibe una llamada— Ahora vuelvo, Señorita Ruiz. Espero que, para ese entonces, ya esté lista.

Él sale de la sala dejándonos solos.

—Dime que la oxitocina te quemó el cerebro. —me dice Nicolás al incorporarse de su asiento y se aleja de mí— Es la única forma de entender el por qué quieres acompañar a ese idiota.

—Te estoy ayudando, Nicolás. —increpo— Estás cerrando un negocio importante con él, y lo único que te está pidiendo es que sea yo quién le muestre cada rincón del hotel. —lo miro confundida— ¿Por qué te molesta tanto? ¿Hay algo que no sé de él como para que te comportes en un maldito tóxico?

—No confío en ese. —Lo sabía— Escuché que es un mujeriego de lo peor, que se volvió así debido a la muerte de su esposa.

— ¿Estaba casado? —asiente— ¿Ósea que es viudo?

— ¿Interesada?

Esto es el colmo.

—Tienes un serio problema con los celos. —digo con las ganas de voltearle la cara— Ayer me entregué a ti demostrándote que estoy loca de amor por ti, que tu sola presencia me derrite, y que ahora estoy dispuesta a enfrentar a todos por quedarnos juntos. ¿No te basta?

Su expresión cambia al relucir sus ojos azules cabizbajos, camina hacia a mí con temor porque sabe que la ha jodido al hacerme ese tipo de pregunta. ¿Interesada por alguien más? ¡Jamás! Mi corazón solo le pertenece a él, pero los celos no lo hacen pensar con claridad.

—Lo siento. —susurra y rodea mi cintura con sus brazos— Soy un idiota y es que cuando se trata de ti, pierdo la cordura.

—Tú eres todo lo que quiero, Nicolás. —sus dedos acarician mi mejilla— No lo dudes, por favor.

Su rostro se acerca más y rozo mis labios con los suyos. Muero por besarlo, que vuelva a llevarme nuevamente al paraíso, pero ese hombre podría aparecer y ahí sí, estaríamos acorralados. Contengo mis ganas de saborear sus besos, a él también le está costando, ya que me aferra a su cuerpo y solo olfatea el aroma de mis cabellos. Me dedico a abrazarlo fuerte por algunos minutos, transmitiéndole todo lo que causa en mí.

—Debí llevarte a casa.

—Te lo dije. —me aparto de él, chequeo la puerta y rápidamente, le planto un beso en la boca— Para la próxima ya sabes que debes hacerme caso.

—Prométeme de que me dirás si ese idiota se pone faltoso contigo.

—No pasará eso.

— ¿Cómo estás tan segura?

—Si a ese hombre le interesa cerrar negocios con tu madre, dudo que quiera dar una mala impresión. Además, de querer hacerme algo malo, lo haría en otro lugar, no aquí.

—De todas maneras, no te confíes.

—De acuerdo… —murmuro bajito— jefe.

— ¿Qué dijiste?

—Jefe. —frunzo el ceño— ¿No te gustó?

— ¡Me prendió, Ángela! —ahora luce frustrado— Necesito que te vayas a vivir conmigo.

No sería mala idea, total estoy buscando un nuevo lugar en dónde vivir. El único inconveniente es que mi padre lo rechazaría, ¿Vivir con el prometido de su hijastra favorita? ¡No!

La puerta se abre de golpe.

—Estoy listo.

Los tres salimos de la oficina y solo yo con el Señor Torres me encamino hacia otra dirección. Nicolás me toma de la mano con disimulo, su preocupación me mata y lo único que hago es mover mis labios en un “Te amo”. Aquello le saca una sonrisa que me emboba, decide dejarme ir y continúo con mi labor.

Entre viajar por el ascensor desde el primer piso hasta el veinteavo, mencionarle las estructuras, los servicios, las habitaciones, entre otras cosas ya han pasado dos horas. Tengo suerte de que lo primero que hizo el Señor Morales fue entregarme un libro en dónde estaba escrito la historia de esta empresa, incluyendo sus instalaciones. Sino hubiera sido por él, ya estaría colgada en una soga por este sujeto.

—Esta sucursal es mejor que la de E.E.U.U.

Él menciona mientras nos encontramos en el ascensor descendiendo desde el punto de donde iniciamos. Me siento aliviada de que haya terminado, he logrado sobrevivir a una tarea que no me correspondía.

— ¿Usted es de allí?

—Si.

—Habla muy bien el español para ser americano.

—Eso es porque mis padres son peruanos y decidieron vivir allá. —su sonrisa es nostálgica— Aprendí el inglés, tanto como el español.

—Sus padres deben estar orgullosos del gran empresario en que se ha convertido.

— ¿Desde el cielo se puede estar?

Metí la pata.

—Lo siento, señor… —paso saliva— Yo no sabía…

—No te preocupes. No a todos le suelo contar mis cosas personales.

Pobre hombre. Debe ser devastador no tener a tus padres con vida, ni a la mujer con quién decidió compartir su vida. No sé porque hablan tan mal de él cuando solo se muestra como una persona con mala suerte en el ámbito personal.



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En el texto hay: esperanza, romance, drama

Editado: 17.04.2022

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