"En algún lugar del cielo" (libro 1)

Capítulo 23: Yo te amo, tú me amas.

Cuando decidí presentar mi carta de renuncia hace una semana, creo que debí especificar que no se me incluyera en ningún viaje de negocios. Si lo hubiera hecho, no tendría a cierto hombre de ojos azules presionándome la muñeca, destilando fuego como si quisiera arrasar con todo el aeropuerto.

— ¿Quieres soltarme? —murmuro— Me lastimas.

—Respóndeme primero.

—No voy a hacerlo sino me sueltas. —me deja libre. Mis ojos claros se posan en Camile quién se encuentra detrás de él— Al parecer yo también debería añadirlo… ¿Qué haces con ella?

—Tú eres la que está en falta.

— ¡No seas descarado y responde!

El bullicio de los demás presentes nos interrumpe. Una aeromoza nos pide que ya ingresemos porque hay más pasajeros que tratan de hacer lo mismo. Me disculpo e intento pasar junto con mi jefe, pero Nicolás nuevamente se opone y me saca de la fila.

No puedo con sus celos.

—Tienes un vuelo que tomar.

—Eso puede esperar.

—Señorita Sánchez, ¿Cómo está usted? —se incluye Sergio. Había olvidado que a él le encanta verme pelear con Nicolás— Lamento este tipo de escenas.

— ¡Tú te callas, idiota!

—Cómo que a su prometido le exalta mucho el que hable con usted. —fija sus ojos en él— Debes de estar estresado por la salud de tu madre. ¿Cómo está ella?

— ¿Por qué estás viajando con Ángela? —ignora su pregunta— ¡Habla!

—Negocios, joven Quecedo. ¿Por qué más viajaría con ella?

— ¿Qué clase de negocios?

— ¿No te lo dijo tu madre? —lo mira con seriedad— Si hubieras ido al hotel en estos días, no estarías malinterpretando a mi secretaria.

—No podía dejar solo a mi madre.

—Es entendible. —el extranjero me lanza una mirada— Estamos yendo a los estados unidos para reunirnos con el padre de tu prometida. En pocas palabras, nos dirigimos al hacia el mismo destino que ustedes.

— ¿Qué?

Nicolás y yo preguntamos al mismo tiempo.

La misma aeromoza vuelve a interrumpir nuestra conversación, ya que estamos a punto de perder el vuelo. Decido encaminarme con Sergio mientras que el hombre que amo lo hace con Camile. No puedo evitar sentirme celosa de su cercanía, el que se sienten juntos solo me jode más el genio.

A los cuatro nos envían a la zona VIP, exclusiva para personas con billetera gorda que no escatiman en disfrutar todo lo que estos ofrecen. Si no tuviera estás nauseas, con gusto arrasaría con las comidas de lujo.

—Pide lo que guste, Señorita Ruiz. —me dice mi jefe al beber un poco de vino— ¿O no tienes apetito?

— ¿Por qué no me hablo sobre la presencia de Nicolás y su prometida?

— ¿Ahora la llamas su prometida? —no respondo— Te hubieras negado en acompañarme.

—No debería haber accedido, se supone que ya no es mi jefe.

—Sigo siéndolo. —sigue bebiendo más vino— Aún no he firmado ese documento.

—Odio cuando me miente.

—No lo tomes así. No tenía idea de que vendría Camile, está claro que Yolanda quiere meterla por los ojos.

Me enfoco en ellos.

Nicolás la ignora por más que ella abre su boca para entablarle cualquier tipo de conversación. Por unos segundos, sus ojos se cruzan con los míos, el pulso se me acelera y me entran las ganas de llorar. Todos estos días han sido un verdadero infierno porque lo he extrañado a morir. Tuve que cambiar mi número porque la tentación de responder sus llamadas eran demasiado fuertes y yo ya había tomado una drástica decisión.

—Se comen con los ojos… —menciona Sergio muy cerca de mi oreja— Al menos, disimulen.

— ¿Ya está ebrio?

—Solo un poco.

Él peñisca mi nariz y ríe al mismo tiempo.

Para mi mala suerte, Nicolás ha visto esa acción y ahora solo se dedica a observar las lunas del avión. Si supiera que también me jode verla a su lado a pesar de que no le presta atención.

El vuelo toma 7 horas aproximadamente, por lo que decido permanecer en mi asiento y trato de enfocarme en una película romántica que me da sueño. Es otro de los síntomas de mi embarazo, mis energías ya no son las mismas lo que me ha metido en problemas con el extranjero porque ha habido ocasiones en donde me ha encontrado dormida sobre el escritorio.

Creo que está comenzando a sospechar que mi problema no es una anemia.

¡Rayos! Sino fuera por mi padre quién me saco la visa para Alemania, y de paso también para Los estados unidos, yo no estaría aquí en este momento y así podría haber evitado este mal encuentro.

 

(…)

 

Al llegar a ese país, puedo darme cuenta de que no se compara nada a lo que muestran por las noticias, en el internet, en videos que te hacen añorar por ese sueño americano. Una cosa era verlo por allí y otra muy diferente, presenciarlo. Sus paisajes, la ciudad, las personas…

Era otro mundo.

—¿Qué sucede?

Me pregunta Sergio con cierta curiosidad. Los cuatro nos encontramos en el auto de la empresa el cual nos ha recogido desde el aeropuerto.

—Nada, es solo que nunca me imaginé el estar aquí.

—Disfrútalo.

—Es un viaje de trabajo, no un centro recreativo.

—Ya lo sé, pero nada te detiene en apreciar los más famosos lugares. ¿Te gustaría conocerlos?

—Estamos aquí por negocios, Señor Torres. —se incluye Nicolás. Al parecer está muy atento a nuestra conversación o fácil estamos hablando con la voz muy alta— ¿Ya se le olvido?

—No seas aburrido.

—A mí también me gustaría conocer esos lugares, Nicolás. —habla Camile quién lo toma del antebrazo— ¿Serías mi guía personal?

—Me han enviado para cerrar un trato, no para andar de turista contigo.

Se zafa de su agarre y apoya su celular en su oreja. ¿A quién estará llamando?

Él me mira, sin despegarse el aparato y su semblante se va tornando incrédula. Continúa con lo mismo por unos minutos más hasta que cuelga, y su mandíbula se desencaja por completo. No lo entiendo, por qué él está actuando de esa forma…



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En el texto hay: esperanza, romance, drama

Editado: 17.04.2022

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