“Los grandes cambios siempre vienen acompañados de una fuerte sacudida. No es el fin del mundo. Es el inicio de uno nuevo.”
Anónimo
Paris
Cerré mis ojos con fuerza, no quería contemplar aquellos ojos negros que me hacían sentir como una niña indefensa de nuevo. Con una mano sujetó mis muñecas para que no me moviese y con la otra desabrocho su pantalón con agilidad.
Ya no quedaba escapatoria alguna, mis posibilidades de salir entera se habían agotado hace unos minutos y cuando lo vi aproximándose a mí, un fuerte sollozo se escapó de mi garganta.
Lo hizo de una sola embestida... Por un momento me retorcí del dolor, lo estaba haciendo muy fuerte y dolía mucho. Nunca pensé que sería así mi primera vez, pero dicen que no todo sale como lo esperamos. Mis llantos retumbaban en toda la habitación pero al parecer nadie se percató de aquello.
De golpe sentí como se retiraba bruscamente de mi interior y el ardor junto con un líquido espeso se hizo presente en mi entrepierna, pero no me podía mover, por lo que me quedé en la misma posición, esperando que se fuera o que acabara conmigo de una vez por todas. Contuve la respiración y seguí sin poder creer lo que había pasado... Habían abusado de mí.
Entré en una especie de shock donde no podía pensar en nada, mi cabeza se encontraba en blanco, hasta el momento en que mi cerebro se percató de la situación en la que me encontraba, ahí fue cuando empecé a respirar agitadamente, como si hubiera corrido el maratón de mi vida. Él se acercó a mi oído para murmurar.
- Bienvenida a la realidad preciosa, no todo es color de rosa en este mundo. –Mordió el lóbulo de mi oreja y se retiró de la habitación con una sonrisa.
Se fue dejándome completamente sola, en mi oscura y solitaria habitación. Cuando por fin mi respiración se tranquilizó un poco, me senté en el suelo, abracé mis rodillas y me quedé observando la oscuridad. El profundo silencio me abrazaba como una vieja amiga, recordando esas noches donde mi única compañía era el silencio y el miedo que me provocaba éste. Giré mi cabeza para observar el reloj, el cual marcaba las 6:30 de la mañana.
Me levanté del piso y me dirigí al living, donde me encontré con nada, todos se habían ido. Como si fuera un robot, mecánicamente me encaminé hacia el baño. Necesitaba una buena ducha de agua caliente que me hiciera olvidar todo, porque me sentía sucia y me daba asco pensar lo que había pasado minutos atrás, por eso me limité a escuchar el agua caer por mi rostro para despejar un poco mi mente.
Cuando terminé, fui hacia el armario para buscar ropa cómoda para salir a caminar un poco, ya que sí seguía en ésta casa iba a sufrir un ataque de pánico. Me decidí por unas calzas negras, una remera suelta y unas zapatillas del mismo color, negro.
Salí de mi casa rápidamente y caminé sin rumbo por lo que parecieron horas, me encontraba tan hundida en mis pensamientos que no me fijé en el tiempo que llevaba caminando, ni el rumbo.
Al darme cuenta de donde me encontraba, todas las lágrimas que no sabía que estaba reteniendo, salieron como un mar y me desplomé sobre aquella piedra, en la cual me sentaba cuando era niña para sentirme en paz. Eso me hacía sentir más miserable, el solo hecho de pensar que todos me dejaron. Todos se habían ido, mis padres me abandonaron en la calle, mi amigo me abandonó y para colmo mis amigos me dejaron en manos de un abusador. Seguí llorando pero no me importaba verme débil, al final, lo terminé siendo. Hundí mi cabeza en mis piernas y derramé todas las lágrimas que quise.
Al estar seca, sin poder derramar una gota más, me fijé mejor en mi entorno y me di cuenta de que alguien me estaba observaba.
Ya estás muy paranoica, nadie conoce ésta parte del bosque.
Me dije a mi misma para tranquilizarme pero miré hacia todos lados para corroborar si había algún responsable y al no encontrar a nadie, me di cuenta que en realidad estaba completamente sola. Volví a hundirme en mi agonía y empecé hablar conmigo misma en voz alta mientras miraba mi reflejo en el agua.
-No vales nada, eres una completa basura. Ahora entiendo porque todos te abandonan. No eres para nada especial, no posees ni gracia ni forma.- Y sin aviso alguno, mis ojos empezaron a picar de vuelta.
Me veía tan patética y con todo el enojo que tenía por dentro arrojé una piedra al agua, haciendo que se formaran miles de ondas y algunas gotas me salpicaran. Suspiré cansada y volví a cerrar los ojos.
-¿Por qué dices esas cosas? - Me sobresalté al escuchar esas palabras y miré por todos lados, como una loca, buscando al dueño de esa voz.
Un par de ojos azules me miraban con un aire curioso y giró su rostro hacia un costado, esperando una respuesta de mi parte, la cual no fue la que esperaba porque frunció el ceño molesto.
-¡Vete!- Grité furiosa - Quiero estar sola.- Lo último se escuchó más como un susurro para mi misma que para él. Después dejé caer mi cabeza entre mis piernas.
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Editado: 16.03.2019