En Busca de un Hogar

Me voy

Eduardo.

Al día siguiente mi madre estaba por explotar, no me quería ni ver, cosa que me hizo sentir mal, no tenía idea de lo que había hecho, pero sabía que ella estaba enterada de algo. Indagar no era una opción en este momento, ni mucho menos preguntar.

Seguí con mis cosas como todos los días, me fui a trabajar y ahí fue donde me despejé un rato. Mientras estaba en el trabajo, le conté el cómo me sentía y las cosas que estaban pasando en mi casa a mi amigo Ramiro. El me brindó su apoyo y me dio uno que otro concejo, que en su momento me hicieron reflexionar nuevamente.

Antes de que ambos termináramos de hablar, recordé que mi madre me había dejado una tarea, que, según yo, la iba a hacer antes de venir al trabajo, pero se notó mi mala memoria de nuevo. Me pregunté: ¿Qué pasa si llega mi madre y ve que no la hice?

Seguramente me regañaría y, como anoche, íbamos a tener una discusión que quería evitar en este momento del día.

— Oye Ramiro, tengo algo pendiente que hacer en casa, ¿Me cubres el resto del día?

— Eduardo, el día no tiene ni cinco horas que comenzó, nuestra hora de salida es a las ocho de la noche y lo sabes, apenas son las tres.

— Perdón, es que...

—Cuando comienzas a explicar algo y utilizas él es que, solamente son excusas, eso está comprobado por si no lo sabias.

—La situación por la que me voy y necesito que me cubras en el trabajo, sería que mi madre me encargo algo que no hice, me podrías cubrir para que pueda ir a hacerlo.

—¿Te vas a tardar?

—Espero que no, de cualquier modo, estamos en contacto y te aviso cuando termine y cuando este de regreso.

—Pues rápido, hoy viene el jefe a excepcionar el local.

—Sí, no te preocupes, espero acabar rápido, gracias Ramiro.

—No hay de que chaparro.

Salí del trabajo como una bala hacia mi casa para realizar lo que mi madre me había pedido, limpiar el baño. Una tarea sencilla que me llevó una hora y media, pero todo quedó limpio, la verdad me sentí satisfecho con el resultado. Durante ese tiempo, estando con música acompañándome, el tiempo se pasó volando.

Acomode todo el baño para que se viera aún más limpio, para terminar, rocíe un poco de aromatizante para que tuviera un aroma agradable.

Cuando termine de todo, cuando a mi parecer la estancia estaba perfecta, mi celular había recibido una notificación. Esta había sido provocada por Ramiro, quien me mandó un mensaje que me hizo soltar un suspiro de alivio.

Eduardo, el jefe vino y dijo que ya no era necesario que regresaras, que te tomaras el día libre, no será descontado de tu paga. Suertudo.

¿Enserio?

Sí, es enserio, que te la pases bien en tus horas de descanso, y gracias por darme tu parte del trabajo a mí.

No hay de que Ramiro, ten una bonita tarde y muchas gracias.

No hay de que... Pendejo.

Apagué mi celular y me fui a recostar a mi cuarto, después de trabajar es justo darte un descanso, que, en este caso en específico, era justo y necesario. Antes de pegar la cabeza con la almohada, me había llegado nuevamente un mensaje, pero esta vez era de Nick, con quien no hablaba desde anoche que me lo encontré en la calle.

Hola pequeñín, ¿Cómo estás?

Iba a contestar el mensaje, pero un golpe en la cocina me hizo ir a esta rápidamente, pensé mil cosas, pero no lo que había pasado en realidad. Mi madre fue la causante de aquel golpe, había entrado con bolsas en las manos, azotando la puerta en la pared de concreto por no poder abrirla con las manos, ya que las tenía ocupadas.

—Me asustaste—reí levemente, pero esta no me siguió las risas.

—Ven, siéntate—dejó las cosas en la mesa y salió al patio. Estaba asustado, porque sabía que me iba a reclamar de algo, pero tenía aún más miedo del cómo me lo iba a reclamar—¿Hiciste lo que te pedí?

—Así es, ya está limpio el baño.

—Muy bien, mira hijo, me estuvieron comentando algunos vecinos que has estado viendo a alguien, ¿Es cierto?

—Sí, bueno, depende a que te refieras.

—Algo más que amigos.

—Puede que sí, pero...

—Déjame terminar, estuve pensando, y yo no sé qué hice para tener un hijo maricón—sentí cómo se formó un nudo en mi garganta, y una lágrima recorrió mi mejilla.

—Pues, mamá, no sé qué decirte.

—Pues la verdad, ¿Te gustan los hombres?, ¿Eres joto? —En ese momento me quedé sin habla, durante todo el tiempo que mi mamá se molestó conmigo no me imagine que era por esta cuestión.

—Puede que sí, pero no es razón para insultarme.

—Yo te hablo como me dé la gana, porque yo soy tu mamá, y aquí la que tiene más autoridad soy yo.

—No por eso se justifican tus acciones.

—¿Entonces? Eres marica.

—No tienes por qué insultarme mamá, tú siempre has dicho que estás para ayudarnos mas no para perjudicarnos, y creo que lo que estás haciendo no está bien.

—¿Ahora tú eres quien me está regañando a mí?

—No, sólo te estoy diciendo que no me insultes, es todo lo que te pido, porque creo que yo no te estoy faltando al respeto tampoco.

—Entonces al parecer si saliste machito.

—Mamá, me estás haciendo sentir mal.

—Es que a mí me vale madres cómo te sientes, tú no sabes lo que es tener un hijo que le gusten los hombres, eso déjaselo a tus primas, a las mujeres, a ti te tienen que gustar las mujeres, no los hombres.

—Mira mamá, te diría mi orientación sexual, pero dudo mucho que sepas lo que es.

—A mí con que me digas que te gustan las mujeres, me conformó.

—Pues lamento decepcionarte.

—Es que tú no sabes lo que te gusta hijo, estás muy joven aún.

—¿Entonces por qué tienen que gustarme las mujeres? Aún no debo de saber eso porque soy muy joven, ¿No?, no por qué este joven significa que esté equivocado.

—Mira, ya cállate que madamas dices puras idioteces, me vas a dejar el celular en la mesa y en lo que restan de vacaciones, no lo vas a agarrar, estás castigado.



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En el texto hay: amor gay, homosexual, romance gay

Editado: 05.05.2023

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