Una fecha menester de recordar es el 15 de mayo de 2046. Ese día el aire se destacaba por ser pesado, más de lo que podríamos estar acostumbrados, tanto que el purificador de aire de nuestros barbijos estaban en nivel de 3 de los 4 que posee.
Quizás debas contarle como lo viví o realmente como percibí el día más triste de la historia de la humanidad.
En el noticiario de la mañana anunciaban que habría viento, pero bastante fuerte. El viento es algo de los pocos fenómenos naturales que quedan y ciertamente lo disfrutamos. Para salir debí ponerme gafas, de ese modo no me lastimare la vista.
Claramente esta salida no era por recreación sino que debía ir al instituto de enseñanza tecnológica, uno de los pasos previos para adentrarnos en la carrera en que nos desempeñaremos posteriormente. Esta es una de las pocas actividades que no dejaron de ser presenciales ya que infieren que es el modo en que nos formaríamos como profesionales comprometidos y responsables.
Previo a salir me coloco los protectores pertinentes, de algún modo ya estamos preparados para este tipo de fenómenos, luego saque mi patín eléctrico para llegar al instituto. Mamá se queda en casa para trabajar, así como también su novio. Ambos hacen sus labores desde maquinas instaladas en nuestro hogar. Algo que es normal, pocos hacen trabajos en oficinas o empresas, solo es para tareas de gran complejidad.
Como les dije en algún momento, me considere siempre ermitaña, pero eso no quiere decir que no tenga amigos. Tengo dos, Cecilia y Tomas. Ceci es una chica de mi edad pero que desborda belleza, sus ojos avellana, piel bronceada y un cabello negro que caía como cascada. Tenía un hijo fruto de un noviazgo sin cuidado con el torpe de Manuel Salcedo, quien se deshizo de ella en cuanto supo del embarazo.
Con Tomi hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance para que continuara con su vida, aunque no fue por ella sino por nuestro egoísmo de no separarnos. A los tres nos costaba entablar relaciones con nuestros pares. Tomas era un chico de piel trigueña, muy alto y con unos bonitos ojos azules que no se lucían por las gafas que solía llevar diariamente.
Ellos eran las personas más sinceras y pacientes que me cruce en la vida, debe ser la razón por la que siempre sentí seguridad infinita a su lado. Son los únicos que logran sacarme de la oscuridad en la que se encierran mis pensamientos.
Ese día el sol brillaba con mucha intensidad y el aire emanaba mucho calor, por lo que intensificamos la velocidad de nuestros patines eléctricos y así llegar pronto a nuestro destino.
Al llegar fuimos directo al salón, pero logramos escuchar en el pasillo una charla de unos jóvenes sobre un incendio en un área de arbolado cercano a nuestra ciudad.
Ya en el aula me senté al lado de la ventana, suelo mirar bastante a través de ellas creo que son lo más cercano a la realidad que puedo observar. En ese momento vi todo extremo, el aire era tan denso que nuestro docente nos pidió subir nuestros purificadores al máximo. Sin embargo no era suficiente.
A la salida, mientras íbamos a casa quedamos de acuerdo sobre una charla virtual entre Tomi, Ceci y yo.
Durante el trayecto me distraía ver unos “fogonazos” en el aire, parecía que en cualquier momento podría pasar algo terrible. Llegando a casa de Tomas, ya habíamos dejado a Ceci en su casa, se encendió la alarma de peligro. Esta indicaba que lo más seguro era estar en el interior de un lugar. Esto sucedió unas dos veces desde que tengo memoria, aunque todo fue solucionado por los científicos de nuestra zona.
Las alarmas solo se encienden cuando hay algún cambio climático devastador, el primero fue cuando iniciamos a usar los barbijos purificadores. El Gobierno los entrego de manera gratuita a todos. Fue uno de los grandes avances ya que los tecnológicos lograron crearlos en una semana. Esa semana fue muy mala para varios niños ya que no podíamos salir, quienes lo intentaron se enfermaron gravemente hasta morir.
Al llegar a casa fui directo a mi habitación, pase por el estudio de mamá quien se encontraba concentrada trabajando. Ya sentada en mi cama puse las noticias en mi Tablet. Los anuncios eran escalofriantes, en algunos puntos habitables del planeta había incendios, incluso en los que no eran habitados por seres humanos también habían problemas, por ejemplo erupciones volcánicas y aperturas de la superficie terrestre. Por suerte en esta ciudad solo había pequeños incendios.
Realmente era terrorífico todo lo que pasaba, hacía pensar que quizás era el último día y lo que lamente con todas mis fuerzas es no haber disfrutado lo suficiente.
Como método para despejarme opte por dormir un rato, siempre pasaron cosas similares y fueron solucionadas. El caso es que jamás sucedieron todas al unísono.
Unas dos horas después me desperté con falta de respiración, el purificador general estaba encendido pero no ayudaba así que debí ponerme mi barbijo individual. Luego mire por la ventana, era sin duda mi mejor visor de la realidad, afuera era todo rojo básicamente parecía fuego. El viento estaba tan espeso que no se veían las casas vecinas, solo apreciaba las partículas de tierra y fuego.
Estaba segura que todas las medidas y protocolos que nos habían enseñado desde siempre no iban a servir. El pánico comenzó a apoderarse de mí, aunque no modulara una sola palabra. Intente ingresar a las plataformas sociales, pero al parecer las señales satelitales no estaban disponible, algo que nunca pasó.
Verdaderamente esto se veía mal. No iba a ser fácil salir de una problemática tan inmensa como la que atravesamos
Tenía una dualidad interna; el mundo desde hoy desaparecería o cambiaria tal y como conocemos el modo de vida.