Bristol, Inglaterra
LILLY-NAIEL
Lilly-Naiel y Thomas llegaron a destino poco después de que amaneciera. Habían emergido desde el mar de Bristol y caminaban por la costa distendiendo sus músculos luego de tan largo viaje.
—¿Y ahora adónde irás? —le preguntó Thomas mirándola de soslayo—, ¿sabes dónde hallarla?
Lilly-Naiel llevaba el rollo dentro de su traje, al escuchar la pregunta de Thomas lo palpó sobre su pecho mientras meditaba en esto.
—Por lo que me dijo el serafín, el mensaje será mi guía a la llave—respondió—, aunque no estoy segura en qué forma lo hará.
—Uhm... quizás debas observarlo en detalle y ver si ha sufrido algún cambio —le sugirió su acompañante y Lilly-Naiel dio por bueno su consejo.
Mordisqueándose un poco los labios por la ansiedad, ella introdujo una mano en su traje y extrajo el rollo. El pergamino color manteca fue alcanzado por los destellos dorados y tibios que el sol de la mañana desprendía. Lilly-Naiel buscó algún cambio visible en él, alguna señal que los orientara, pero no halló absolutamente nada.
—No puedo ver nada, ninguna indicación o dirección, nada — declaró dándole voz a sus pensamientos.
Lo siguió girando y analizando puntualmente, pero el resultado fue el mismo, nada. Comenzaba a frustrarse.
—Tal vez no tengo la capacidad para descifrarlo, quizás estaban en lo cierto al esperar a otro tipo de ángel... —empezó a cuestionarse hablando muy rápido.
—¡Detente! —la cortó Thomas—. Respira... tranquilízate. No creo que sea así, y tú tampoco deberías creerlo. Dios o quizás el destino te eligieron para llevar esta tarea a cabo. No es algo fortuito que seas tú, y por esta razón hallarás el modo, ¿está bien?
Ella asintió y según su consejo trató de serenarse.
—Ahora bien —continuó él—. No sé cómo funcionan este tipo de cosas sobrenaturales, pero si lo que esperas es encontrar algún tipo de señal, no sé, es probable que tengas más posibilidades alzando el rollo en alto... ya sabes para captar mejor la frecuencia, ¿o suena muy disparatado?
Lilly-Naiel pensó que no, no sonaba tan extraño, y que, además, no perdería nada por intentarlo.
Tomó el rollo y lo alzó en alto, lo extendió en toda la longitud y alcance de su brazo (que no era mucha) y esperó. Desde abajo pudo ver que nada ocurría. Suspiró y se recordó que debía mantenerse en calma.
—Espero no te ofendas por lo que voy a decirte, Lilly-Naiel, pero eres un tanto, pequeña —escuchó que Thomas le decía. Con el ceño fruncido se giró a verlo—. Creo que vas por buen camino, pero quizás necesites mayor altura, ¿quieres dejarme probar a mí?
Ella no articuló un sí, pero este se sobreentendió cuando le pasó el rollo a Thomas. Cruzó los dedos en forma figurativa, rogando que funcionara.
Thomas superaba el metro ochenta, tenía brazos muy largos. Uno de ellos, el que tenía asido el pergamino fue elevado en dirección al firmamento.
Y esta vez sí sucedió algo.
La cinta color plata que aseguraba aquel papiro empezó a cambiar lentamente. En uno de sus lados, el que señalaba al oeste, emergió una fina línea dorada. Esa sería su ruta.
—Ahí está —señaló Thomas muy sonriente—. Y pensar que de adolescente me molestaba ser tan delgado y alto.
Los dos rieron bastante más aliviados.
Lilly-Naiel acomodó el rollo en su cobijo original y antes de emprender la marcha se dirigió a Thomas.
—¿Vas conmigo?
Él era muy buena compañía, esperaba que sí.
Sí —contesto él, y Lilly-Naiel sonrió—, casualmente nuestro departamento, que es el primer lugar en el que se me ocurre puede estar Ana, queda al oeste también, ¿casualidad?, ¿destino?... véalo en el próximo episodio.
Rieron mucho a causa de esa broma y continuaron haciéndolo por otras tantas más en el camino al oeste.
Tres horas después (y con mucho más cansancio) notaron que el tono se desdibujaba de a poco frente a una añeja parroquia.
—Debe ser allí, aunque es muy extraño que el color se comience a desintegrar, ¿será que llegamos tarde? —especuló Lilly-Naiel.
Aun así se dirigieron hacia la edificación.
La entrada tenía un gran hueco en el frente, a través del cual ingresaron. Dentro de la capilla solo hallaron soledad y silencio, también y por todos lados, innumerables manchas de sangre seca.
—Buenos días. —Una voz los sobresaltó. Cuando se voltearon casi al mismo tiempo, vieron frente a ellos a un ángel de cabello rubio que los miraba con curiosidad.
—¡Cielos! —exclamó ella—. Me asustaste, no te percibí, y si no lo hice es porque eres un guardián, ¿no es así?
El ángel asintió esbozando una pequeña sonrisa.
—Y tú, un querubín —la reconoció—. Por esa razón me dejé ver, aunque con todo lo que está sucediendo ya no le veo la gracia a seguir ocultándonos, y dime, ¿qué estás buscando aquí?
Antes de responder Lilly-Naiel observó de reojo la atónita expresión de Thomas al mirar al ángel, quiso reír pero se contuvo.
—Busco a la llave —le informó sin dar vueltas—, un serafín me dio un mensaje del Padre para ella.
—¿A ti? ¿A un querubín? —inquirió el guardián extrañado. El semblante de Lilly-Naiel debió decirle algo, porque rápidamente se corrigió—. No es que piense que no eres apta, es solo que es atípico, muy atípico.
Ella estaba por decir algo cuando Thomas se involucró en la conversación.
—Especial diría yo, ¿si no por qué otra razón él le daría semejante encargo? Lilly-Naiel es única.
El voto de confianza de Thomas elevó en unos cuanto puntos su autoestima.
—No dudo en que sea así —concordó el ángel—. Muy bien, Lilly-Naiel, me presento, mi nombre es Melezel, y como bien dijiste soy un guardián. Respecto a la llave, estuvo aquí, pero tristemente se la llevaron los rebeldes... la sangre en los pisos habla por nosotros, hicimos lo que pudimos para detenerlos.
—¡Oh, Padre santo!, ¿los rebeldes? —se alarmó ella—. Debo hallarla donde sea que la tengan, es imperativo que reciba el mensaje.
—Espera, tengo algo aquí que te ayudará —le pidió Melezel, luego se dirigió a Thomas—. ¿Podrás alcanzarle esto a la joven de la última habitación a la izquierda?, se encuentra cuidando a un herido.
—Claro, por supuesto, por cierto, mi nombre es Thomas —respondió él, tomando de sus manos un par de vendas limpias.
Lilly-Naiel vio que Thomas se dirigía hacia donde Melezel le indicó, avanzando por los estrechos pasillos.
En ella solo se repetía un pensamiento, debía hallar a la llave a como diera lugar.