PRÓLOGO

Hace algunos años un mundo diferente al de nosotros prosperaba por los reyes que lo encabezaban. Tenían el equilibrio perfecto. Un rey con voz, mandato, porte imponente, verás, minuciosos y utópico; gobernaba junto a su reina, perspicaz, cálida y mesurada. Todos que escuchaban de ellos querían conocerlos y vivir en su yugo.

Pero una noche en penumbras a marcas de las doce de la noche la traición hizo merma en el sistema de uno, en el cual los reyes consideraban familia.

El caos se desató, personas fueron masacradas e intimidadas al grado de absorber a todos aquellos que tenían la lealtad a los reyes.

Consumieron la paz, el pueblo se volvió cenizas y lo poco que quedo del reino se volvió el refugio del mal.

Los reyes murieron decapitados ante aquellos ojos que los admiraban y apreciaban.

Pero entre la sed del poder, hubo algo en que no se percató el que quería ser llamado rey, y es que la reina días atrás había dado luz. Creyendo que había asesinado al heredero, no había nada ni nadie que lo detuviera. Estaba tan equivocado, porque el heredero estaba traspasando la línea de los dos mundos en los brazos de su única familia que le quedaba.

Y en ese punto donde el bebé de días de nacido gimoteó por la ráfaga de viento, es que su destino se pactó, quedando que no importara los años que tuvieran que pasar; la heredera volvería, tomaría lo que por nacimiento le pertenece y por lo que sus padres fueron masacrados.

Nada será fácil, pero no hay borrón, no hay opciones. Ella tendrá que volver al que fue su lugar de nacimiento, así tenga que arder el mundo… o los dos.

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Aquí les traigo una nueva historia. Espero que la reciban de la forma tan bonita como lo hicieron con: ¿Qué quieres de mí? Sé que no he atualizado, y bueno aquí tienen la razón; estuve trabajando en otra.

Espero leerlos pronto. Bai.