Obsidian
Al escuchar hablar del otro mundo me imaginaba algo idéntico al que crecí; con altos edificios, autos, gente por doquier… no estar en un extensa vegetación, donde mis ojos no saben que admirar, y no sólo por la belleza que alguna vez fue, sino por la deslucido que es el lugar, volviéndolo siniestro.
Una vez, Colín me llevó de viaje a un bosque que le recomendó un compañero donde trabajaba en ese entonces como cualquier persona, y le dijo que había llevado a sus hijos a acampar. La idea me pareció bastante loca, yo no conocía más allá de las cuatro paredes donde vivíamos, y que de la nada saliéramos fue como si me lanzara al abismo. Aunque ahora que lo recuerdo, ese bosque no se compara a este, no hay rejas, señalamientos, ni personas intentando enfrascar en un ambiente totalmente diferente.
Pero al estar aquí entiendo porque la creación de este mundo, más bien dicho; la división. El otro lo están acabando, lenta y con tortuosa calma.
—¿Qué es de tu madre?
―¿Qué? ―ofuscada por su pregunta, intento hilar algo en mis recuerdos si había algo que mencionara antes de lanzar esa pregunta, nada.
―¿Tu mamá?
Muerta.
―No la conocí ―aunque él cree que soy hija de Colín y por ende parte de una mujer del otro mundo, el decir aquello no es totalmente falso, porque mi madre biológica fue asesinada.
No vuelve a cruzar palabra alguna conmigo, sólo nos limitamos el cruzar una zanga, que con ayuda de árboles recostados de extremos a extremo, logramos pasar.
―¿Cuánto falta para llegar? ―pregunto, ya que ahora si estoy comenzando a sentir los estragos del no dormir, la caída del risco, la cascada y el golpe en la cabeza.
Vaya, cómo es que sigo viva.
―Ya hemos llegado.
Miro en todas las direcciones, no hay nada. Sólo un gran árbol.
―¿Exactamente a dónde, por qué no veo nada más que árboles?
―Aquí.
Golpea el tronco del árbol, como cuando tocas la puerta. Lo oigo susurrar los números hasta el cinco y de nuevo golpea, sólo que está vez lo hace con un ritmo.
Es una clave.
Y de la nada una ranura se va haciendo presente.
―¿Pero qué…?
De ella se asoma una chica de cabello corto hasta las orejas.
―¿Rizel? ―su mirada de asombro me dice que no esperaba al grandulón de cicatriz, pero es aún peor cuando me mira.
―Déjanos pasar, Elena, están sobre nosotros ―el hombre a mi lado, avanza, obligando a la mujer a salir de su estupefacción.
Lo sigo sin espera de una invitación.
No sé qué creer en este momento, estoy dentro de un árbol. ¡Qué locura!
El característico aroma de tierra mojada se hace más presente, y siendo tentona por naturaleza, toco mis costados, encontrándome con tierra. La pasó por mis dedos, intentando procesar esto. Mi cerebro hace corto, cuando miro al frente. Hay escaleras. De tierra. Escaleras de tierra. Aunque estás tienen rocas para que no se deformen. Más allá de la sorpresa, no me puedo creer que estemos debajo de un maldito árbol.
―Cuando el Reino cayó, hubo un grupo de personas que construyeron este lugar ―menciona, Rizel a mi lado.
―Es un árbol.
―Te dije que la naturaleza es nuestra aliada, ¿no? Cuando esta sabe que necesitas de ella, logra hacer cosas maravillosas.
―No tiene sentido.
―Sí para nosotros.
Lo observo, en espera de qué me dé más explicaciones, no mueve más su boca, más que regalarme una sonrisa sincera. Como si entendiera mi situación.
Un carraspeo, lo hace girar del lado contrario a mí.
―Parece que los modales han saltado el límite, ¿verdad, Vikram? ―usa un tono de voz jocoso la chica mientras se acerca a mí―. Soy Elena Calzana, y en verdad mi curiosidad pica mi lengua para saber quién eres. ¿Es qué jamás te había visto? No luces como una de nosotros. Tampoco, creo que sean del otro mundo, porque hubieras muerto. Pero, ¿quién eres, chica?
―Obsidian Vaziri.
Al decir mi nombre el jadeo que a mi parecer fue exagerado, llama mi atención.
―¿Vaziri? ―susurra.
Mira esta vez a Rizel en espera de una respuesta, con la sorpresa impregnada en cada parte de su semblante.
―Es la hija de Colín Vazirí ―le explica.
―¡Válgame la naturaleza! Esto lo querrá saber Débora.
―A eso he venido, necesito hablar con ella ―está vez exige y la chica asiente energéticamente.
―Nosotros tenemos noticias, sólo que estábamos esperando a David. De hecho creí que era él quien tocaba, pero has sido tú. Con la hija de Colín ―hay algo que atraviesa su cabeza y es reflejado en su mirada, ya que los mueve sin dirección alguna en una forma de hilar algo―. ¿Dónde está Colín?
―Muerto ―no quise que sonara mordaz, involuntariamente salió de mis labios.