Rizel
Mucho antes de entrar que están reunidos, así que ni me molesto en saludar.
—Tenemos que ir por ella.
La mirada furibunda que me da Genoveva me dice que será la primera en hablar.
—Está muerta.
—Basta, Gen —le riñe Elena.
—Rizel quiere ir por un cuerpo, tal vez ir a desenterrar a uno sea lo más sensato.
—Hija, basta —agradezco que Ildefonso se meta, porque sé que si hablo voy a herirla y es lo que menos quiero.
—¿Por qué estás tú aquí? —Inquiere Sayil, frunciéndome el ceño—. ¿Cómo pudiste dejarla sola? Si me hubiera quedado ella no estaría en el castillo.
Golpeo con mi palma de mi mano la mesa, logrando que respinguen en su lugar Débora y Elena.
Me acerco a él y no se inmuta, al contrario me planta cara, deformándola en una incitación a que golpee su cara, forjando en sus cuencas dos bolas de fuego.
—No entiendo cómo es que la has dejado sola.
—No la he dejado —escupo.
Sabía que se encontrarían reunidos, los vi cuando íbamos de camino al castillo. Aunque me pregunto dónde está David y Fermín. Pero por ahora ese par no es mi problema.
—He tenido que mentir. Ella cree que la entregué ante él.
Elena hace una mueca de susto, colándose en medio de los dos; separándonos de una forma gentil.
—Sabes que si escapa va a asesinarte, ¿no? —inquiere con miedo.
—No lo hace si ya está muerta.
Esta vez no me controlo y golpeo la mesa aún más.
—¡Ella no está muerta! ¡Sino vas ayudar es mejor que te largues Genoveva!
—¿Por qué te interesa tanto? —se impone.
—Porque le prometí a Colín que la mantendría con vida.
—¡Él ya no está! No importa si ya está muerta.
—Genoveva, cállate —interviene Débora.
—¡No voy a callarme! ¡¿Por qué parece que es lo más importante?! ¡Deberíamos buscar la manera de encontrar al heredero, no ayudar a una damisela en apuros!
—Genoveva, Rizel tiene razón —intervine Sayil—. Tenemos que ir por ella.
—¡¿Pero qué demonios les dio a ustedes?! ¡La Guardia se ha llevado a mujeres para sus porquerías y ahora les preocupa ella!
—Es hija de Colín.
—¿Y por ello tiene más valor? —carcajea mordaz—. Yo no voy a ayudar a nada.
—Entonces lárgate —mascullo.
—¿Todavía que pensaba ayudarlos para sacarte de ahí, así me tratas?
—No planeo darte las gracias a algo que no hiciste —me sitúo frente a ella—. Así que lárgate, no te necesitamos. Es más —volteo, mirando a Elena, Débora, Sayil e Idelfolso—. Yo iré por ella. No necesito su ayuda.
Y sin más salgo de la casa de Débora, caminado al bosque trasero.
No sé qué haré pero voy a sacarla de ahí.
(…)
Es la quinta vez que creo tener algo pero sólo son los guardias riendo por algo que no llego a escuchar. La noche está por cubrirme y eso sólo me pone más nervioso. Se sabía que Boris tenia al heredero y al no presentarse a la plaza ya sea para mostrar la cabeza de aquel que dice tener, está preocupándome, porque la visita de Rizos fue más que sorprendente.
Rizos… esa mujer está poniéndome nervioso. Decir que lo hago por la promesa que le di a Colín es verdad, pero hay algo en mí que dice que eso es solo una manta cubriendo la verdadera razón.
El ruido de una rama siendo partida me alerta, escondiéndome.
—Rizel —el susurro de Elena, me relaja y me hace salir de mi escondite.
—¿Qué haces aquí?
—Vine ayudarte.
Contraigo el rostro.
—Esto es peligroso.
—Vivir bajo el yugo de Boris es peligroso, esto es nada.
Relamo mis labios, llevando la mirada de nuevo al lugar al cual me ha tenido horas observando.
—No tienes que hacer esto, Elena.
—Obsidian es lo único más cercano que tenemos a la descendencia de la realeza.
—Pero no es el heredero.
—No, no lo es, pero es la copia de una llave. ¿Me entiendes?
Sí. Eso significa que pese que no sea lo que estamos buscando, es lo más cercano y podíamos intentar saber con su ayuda que es eso que los Líderes escondieron.
—¿Tu hermano no estará preocupado?
—David también quiere ayudar a Obsidian, sólo que se ha quedado a ver si Débora e Ildelfonso hacen algo. Dice que ellos son más de mente y tú de fuerza… bruta.
No me pasa desapercibido lo último.
—Ya sabes cómo me manejo.