En lo profundo del Rio

PARTE V

 

1

Aquella noche el cielo estaba despejado y cubierto de estrellas. Las luciérnagas revoloteaban por los campos, haciendo brillar y luego apagando la luz de sus cuerpos. El canto de los grillos y el croar de las ranas interrumpían el silencio nocturno. El viejo Jack había encendido una pequeña fogata frente a su cabaña, se sentó frente a ella en el suelo y contempló el danzar de las llamas. A veces hacía eso, encendía una fogata fuera de su casa para que alejara las sombras que lo atormentaban. Se sentaba y miraba hacia la nada reflexionando sobre la vida que se le había escurrido entre sus dedos con el pasar inexorable del tiempo.

Sobre el fuego, clavado en una estaca, se asaba lentamente un pez que había pescado aquella misma tarde. Miró hacia arriba, hacia las estrellas. No pudo evitar recordar a su querida Esperanza, de aquellas noches en que su pequeña le preguntaba sobre las estrellas mirando desde la ventana de su habitación. A ella le fascinaba la manera en la que brillaban por las noches y le fascinaban las historias que su padre le contaba antes de dormir. Cuando una lágrima estuvo a punto de emerger de sus cansados ojos, el viejo Jack apartó el recuerdo de su mente con brusquedad. No hay nada más peligroso que los recuerdos para un hombre solitario, eso él lo sabía bien.  

Continuó mirando hacia las llamas hasta que el sonido de ramas crujiendo lo alertaron.

– ¿Quién anda ahí? –Gritó con fiereza.

–  Soy yo. –Dijo Alan emergiendo de entre la oscuridad.

– ¿Qué demonios haces aquí? Lárgate ahora mismo. No quiero que estés aquí.

– No lo haré. –Contestó desafiante el muchacho. –Debo estar aquí. Por mi hermano. No voy a escapar de esto. Aunque deba pasar toda mi vida buscando como lo ha hecho usted, si existe una mínima esperanza de salvar a mi hermano, lo haré.

– No sabes lo que dices. No sabes nada. Este no es lugar para niños. Deberías estar en tu hogar durmiendo. ¿Acaso no has comprobado por ti mismo lo peligroso que es esto?

–Si lo sé. Y por eso necesito de su ayuda. Lo haré por mí mismo de todas formas, pero espero que sea con su ayuda.

El viejo Jack no respondió. Volvió a dirigir su vista hacia la fogata. El chico se acercó y se sentó junto a él. El pescado asándose desprendía un aroma exquisito.

– He traído una tarta. –Dijo el muchacho mientras sacaba de su mochila una gran porción de tarta de manzana que su madre había hecho esa misma tarde. –Pensé que quizás tendría algo de hambre.

El viejo Jack solamente se limitó a mirarlo y luego volvió su vista hacia el pescado. Alan colocó la porción de tarta envuelta en un papel junto al anciano.

– ¿No tiene miedo de estar aquí solo? Yo estaría aterrado de pasar una sola noche aquí, tan lejos de todo, rodeado de oscuridad.

El anciano lo miró. –Si tienes miedo, entonces debes irte. ¿Acaso quieres que tenga problemas con tus padres si te encuentran aquí? Dirán que te rapté o cosas peores. Mejor vete. No quiero problemas.

–He esperado que ambos estuvieran dormidos. No notarán que me he ido.

–No debes seguir con esto. Tus padres ya han perdido un hijo. ¿Quieres que pierdan a otro? Debes pensar en ellos también. Debes pensar en lo mucho que han sufrido.

–Lo hago. Pienso en usted, lo que ha sufrido. Por eso no quiero que pasen por lo mismo. Quiero recuperar a mi hermano. ¿Acaso no es lo que usted trata de hacer? ¿Recuperar a su hija? Usted más que nadie debe entenderme…Mateo.

Al oír su propio nombre, nombre que no había oído en muchos años y que ya no reconocía como propio, el anciano se estremeció. Contempló al muchacho sentado junto a él con sorpresa. No preguntó cómo supo su nombre, eso lo intuyó al instante.

–Supongo que has hablado con el sacerdote.

Alan asintió con la cabeza.

–Entonces te ha dicho a que nos enfrentamos. Atrapar a esa maldita es algo que he anhelado toda mi vida. Pero han pasado demasiado años, décadas sin siquiera verla, sin siquiera oír de ella. Nadie la ha visto. Y ahora… ahora en el ocaso de mi vida, tengo una oportunidad. Anoche pude verla de nuevo… anoche pude herirla. He estado tan cerca… y sin embargo he fallado.

–Déjeme ayudarlo. Sé que si unimos fuerzas será mejor. Créame puedo ser de ayuda.

El anciano se levantó del suelo y quitó el pescado del fuego. Luego lo depositó sobre una fuente y lo cortó en pequeños trozos. Extendió la fuente hacia el muchacho. Alan tomó un trozo y lo comió. Para su sorpresa estaba exquisito.

Comieron en silencio envueltos por las sombras del bosque que se extendían más allá de la cálida luz de la fogata. Los amarillentos ojos de un enorme búho los observaban desde la copa de un árbol.

  Luego de terminar con el pescado, el viejo Jack, devoró con gran rapidez aquella deliciosa tarta. Había pasado demasiado tiempo desde que había probado algo así. Desde hacía demasiado tiempo su boca solamente disfrutaba el sabor del alcohol.

–De acuerdo. –Dijo el anciano finalmente. –Acompáñame si es lo que deseas. Pero ten en cuenta que no seré responsable si algo te sucede.

El anciano tomó un gran bolso cargado con algunas cosas que creía que serían de utilidad. Tomó el gran arpón que recuperó de las aguas durante el día, luego de darlo por perdido al herir a la criatura la noche anterior, y partieron en dirección al río.



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En el texto hay: monstruo, sirena, pescadores

Editado: 17.06.2021

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