En los acordes de Bunsen.

Capítulo 01

 

Niels.

 

Desde que tengo memoria recuerdo a mamá Teté decir que la familia Bunsen, al otro lado de la cuadra, era la más refinada y cortés de la avenida Park.

Todos lo decían. Era incluso más debido al hecho de que el señor Bunsen, al igual que todos los hombres pertenecientes a su gran ramaje familiar, era un gran chelista reconocido. Había tocado en los grandes teatros de Venecia en Italia, Nueva Orleans en USA, y lo más importante, había sido el acompañante de la mejor orquesta de París, en un crucero por el atlántico.

Siempre viviendo la aventura, tal como decía papá.

Pero lo más impactante de los Bunsen, no era su gran riqueza o su alabado porte, tampoco era su maravillosa persistencia a la vida. Lo que realmente dejo huella en el gran legado familiar, no fue un algo sino un alguien, y ese alguien tenía nombre y apellido; Abel Bunsen.

 

Abel Bernath Bunsen Ross, el prodigio que cambio al mundo. Recuerdo cuando éramos niños, nos conocimos en una cena de fin de año, su familia invitó a toda la cuadra, por lo cual, entre ellas a la mía.

Desde el primer momento en que vi al gran Abel, supe que no era como todos los niños del vecindario. Él era diferente, él siempre ha sido diferente. Sonreía con facilidad a los presentes, y cuando hablabas, siempre parecía escucharte, incluso se veía interesado, y de alguna u otra manera siempre tenía algo que contar.

Era como si tuviese escondidos mil papelitos en el bolsillo de su pantalón, cada uno con temas de conversación. Si pronunciabas la palabra colores, él ya te estaba explicando cada uno de ellos, y luego se desviaba por uno hasta que el asunto de los colores quedara olvidado y ahora lo importante fueran las figuras.

Algo que también me impactaba de Abel, era la forma en la que veía el mundo. Te hacia cuestionarte: ¿En verdad es un niño? Porque no lo parecía, pero en realidad lo era y eso te sorprendía bastante.

 

Pero no fue hasta la medianoche, que tras recibir el año, las personas comenzaron a pedirle al señor Bunsen, que tocase una pieza en el chelo para festejar.

Lo recuerdo como si hubiese sido ayer, porque sus palabras quedaron en mi mente como un casete grabado para siempre.

―Me encantaría conceder sus deseos, pero creo que es gran momento para que el legado continúe. Así que señoras y señores, es para mí un gran honor presentarles a mi joven muchacho, quien estoy seguro será el futuro de esta familia, Abel Bunsen.

 

Y puedo casi jurar que, en cuanto las primeras tonadas de aquel violín se escucharon, el público se quedó helado. No eran simples notas de música clásica, mentiría si dijese que lo eran.

Cada vez que las cuerdas se tocaban entre sí, creaban un gran choque místico, como si la madera de aquel instrumento hubiese sido tallada a la medida exacta de su mano. La música de Abel, era la perfección misma, y cada vez que lo mirabas a los ojos mientras tocaba podías ver la magia que lo recorría, aquella misma que lo trasportaba a donde fuera, porque sus acordes iban más allá de un simple salón de fiesta. Era la excelencia misma en persona.

Abel, era demasiado para su edad, tal vez era más de lo que cualquiera hubiera imaginado.

 

Años más tarde a esa fecha, nos encontramos nuevamente. Quiero decir, habíamos perdido nuestra pista cuando sus padres lo enviaron a aquella escuela de música en Nueva York. Y volvernos a ver fue como, “woah, ¿Quién es ese chico?”, porque podrías jurar que Abel sobrepasaba todas aquellas expectativas de un adolescente a los quince años.

Era, simplemente, magnifico. Parecía, de entre todos, un verdadero hombre; con la estatura perfecta y cuerpo tonificado, incluso se podría decir que su rostro era tan fino como el mármol puro, y su mirada, ¡oh, su mirada! Nada se compara con ello.

Era todo lo contrario a mí, porque vamos, que podías decir de mí; larguirucho, piernas flacas y cara llena de acné. Yo no era un Abel Bunsen, es más, me podría considerar un Steve Rollers antes de ser Capitán América.

Y era increíble, porque todo el mundo sabía que ese niño algún día se convertiría en un gran muchacho, y posteriormente, en un gran hombre. En cambio, que se esperaba de mí, un triste prospecto de chico que probablemente algún día terminaría como su padre; trabajando en un muelle rodeado de atún, ganando el sueldo mínimo.

Pero por el momento, disfrutaba de ver como alguien era lo yo quería ser. Mucho más que nada, y poco menos que todo.



#48969 en Novela romántica

En el texto hay: lgbt, romancegay, niels y abel

Editado: 25.05.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.