En los ojos de la reina

Capítulo 6: Visitas inesperadas

Debí redoblar varios pasillos para seguir las huellas de mi guardia fuerte. Fue un poco escurridizo, pero este es mi hogar, así que tomé atajos para encontrarle. Logré deshacerme de mis guardias seguidores una vez que me escabullí por las cocinas laterales y no por los corredores convencionales que suelo usar. Tras salir por el ala oeste con la vista al jardín y el hangar, conseguí visualizar la silueta del hombre con el que mi guardia fuerte entablaba una singular plática y naturalidad no vista anteriormente.

—¡Pero que le ha sucedido a tu cabeza! —oí que le comentó a Damián Marven, mientras él se llevaba la mano a su renovado corte.

—Mi nuevo puesto lo exige...

—Casi podrías pasar por un caballero -una risita emergió de mí ante lo dicho.

—Tú mismo lo dijiste "casi"

—Me parece que ya no estamos solos —exclamó la otra voz al tiempo alzaba la cabeza deslizándola de Damián para mirarme y entonces, salir del muro de donde me escondía—. Su Alteza Ofelia, muy buenos días.

Damián se voltio de inmediato.

—Pero como es que dejas a nuestra futura y hermosa reina detrás de ti. Permítame presentarme, soy Iriden Marven. Y por lo que se ha dado cuenta, soy el hermano mayor de este mal educado. Padre estaría disgustado ahora por tus modales —ambos compartieron una sonrisa de complicidad fuera lo que significara aquello, mientras les veía discutir con una sonrisa recordándome a mis hermanos—. Obviamente ahora eres más valioso que yo, hermano mío.

—Me devolverá mi mano, señor Iriden.

—Por supuesto, lo siento Su Alteza —se disculpó mientras besaba mi mano.

No cabía duda que ambos eran hermanos. Su cabello oscuro y corpulencia delgada eran semejantes. Iriden era un poco más bajo que Damián, al igual que el color de sus ojos eran ligeramente menos rojos, sin embargo, eran demasiados semejantes físicamente hablando.

—Bueno, permítame hacerle saber Su Alteza que puede que mi hermano no sea el hombre más cortes, educado y sonriente que conozca, pero le aseguro que estará a salvo a su lado. Él es un hombre de palabra y luchará hasta el final por usted.

Sus palabras provocaron que quedáramos en silencio observándonos los unos a los otros cuando de repente, apareció Mikaela Farfán para salvarnos.

—Ofelia, linda. Qué bueno es verte... pero claro, este es tu palacio.

—Es un placer volver a verte, Mika.

—Mi padre ha venido a reunirse con el tuyo. Le pedí sí podía llevarme para visitarte. Espero no te moleste, Iriden insistió en venir también. Veo que ya conoces a mis apuestos primos.

—Algo así, creo.

—Bueno, debes saber que además de apuestos, son fuertes y habilidosos en el arte del combate sino me crees, que lo demuestren.

—Por supuesto, mírenos en batalla y sabrá porque su padre, el rey Claudio, lo eligió para protegerla.

—No hermano, ahora no -suplicó Damián.

—Si no es ahora entonces cuando —supo tan bien regresarle la frase que me otorgó el día anterior. Él me miró sabiendo la malicia de mis palabras.

—Sí la princesa Tamos lo pide —respondió en un tono de resignación.

Así fue como se colocaron en el centro de la explanada de la arena de combate reservado para el entrenamiento de los soldados residentes en el palacio dando pasos en círculos. Uno al otro se miraba con cierta risa nerviosa o expectación esperando el momento justo para atacar. El primero en avanzar fue Iriden, le siguió Damián sujetando de su brazo, pero este logró deshacerse del amarre para después lograr un giro sorprendente haciendo que Iriden se moviera a su ritmo, aunque fue imposible seguirle, pues el hermano mayor cayó en la arena. Se reincorporó de inmediato usando sus piernas para tirar a Damián.

—Vamos hermanito ¿eso es todo lo que tienes? Yo sé que tienes más que eso —ambos hermanos sonrieron.

Sin duda Iriden demostraba más experiencia que su hermano menor, sin embargo, Damián era sorprendentemente veloz y habilidoso, haciendo esquivar cada golpe que Iriden intentaba proporcionarle, girando en espectaculares acrobacias que sinceramente uno no pensaría que alguien pudiera llevar a cabo.

Fue una exhibición extraordinaria. Era como ver a dioses luchar, pese que en nuestro vocabulario aquella palabra ya no se usara desde hace casi 800 ciclos, siendo que dejamos de creer en ello debido a que las múltiples diferencias y creencia a ellos se convirtieron en uno de los tantos factores que nos llevó a una devastadora guerra, por lo que carecía de significado alguno si era que alguien le escuchaba en la actualidad. En la biblioteca privada de esta propiedad yacen libros muy antiguos que sin duda leí.

Los hermanos Marven fueron criados en el ejército y por lo tanto, constaron de un arduo entrenamiento en el combate, por lo que sus tácticas eran más que visibles y aunque los golpes podían parecer dolorosos, jamás se quejaron, bueno, no del todo. Mika y yo solo gritábamos enredando nuestras manos haciendo gestos como si probáramos algo agrio entre cada azote de uno con el otro, pero ellos solo reían con cada caía. Disfrutaban aquello como dos niños. Tal como mis hermanos consiguiendo que por un segundo, imaginara que eran ellos.

—No es emocionante mirarlos, Ofelia.

—Lo es. Ambos son extraordinarios. Sin duda toda tu familia es talentosa —Mika solo se sonrojo sabiendo que también la incluía. Al final, Damián ganó torciendo el brazo de su hermano en el suelo y aunque Iriden no se rindió del todo, su hermanito decidió que debía otorgarle el perdón en esa batalla.

—Eso fue realmente sorprendente -le dije a Damián mientras Mika levantaba a su otro primo. El guardia solo curvo su comisura en una sonrisa con la emoción del momento limpiándose el sudor. Giró hacia mi después de tanto halago por parte mía ante su forma de combatir.

—¿Quieres besarme? —pronunció de pronto, aunque en cuanto lo exclamó, su sonrisa se evaporó tan veloz como la mía por darse cuenta de lo espetado.




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