En manos de un psicópata

Capítulo 5

—¡Abuela, ¿cómo puedes quedarte así de tranquila luego de lo que te acabo de decir?! —replicó Susana sin creerlo luego de golpear el escritorio de la anciana mujer.

Le había dicho lo que le hizo Antonio, de como la hizo dormir por una semana completa y que además sospecha que mató a alguien. Pero la anciana se mantuvo imperturbable, tal vez ya acostumbrada a las mentiras y exageraciones de su única nieta.

—Si empiezas a comportarte te liberaré de él —dijo la anciana con la mirada fija en la sorpresa que se dibujó en el rostro de Susana al escucharla decir eso.

—¿Es posible? —preguntó acercándose. Ya pensaba que estar atada a ese psicópata sería para toda la vida, pero su abuela acaba de abrirle una opción.

La anciana sonrió, esto es tal como lo planeó. Pensaba que Susana no se demoraría mucho en venir a pedir que la ayudara a salir de este matrimonio, pero no con la rapidez con que lo hizo.

Entrelazó los dedos de sus manos apoyando los codos en el escritorio y contemplando la ansiedad de la mujer más joven.

—Si de ahora en adelante comienzas a comportarte y obedecerme, puedo decirle a Antonio que te dé el divorcio —musitó su abuela con una sonrisa de triunfo.

Susana al notar su gesto quiso morderse la lengua. Es evidente que la tiene sobre la palma de su mano, tal como siempre lo ha soñado y terminara, tal como su padre, haciendo todo lo que esa anciana planea, manejar su vida, incluso con quién debe casarse y con quién tener hijos. Carraspeó inconforme con entregar su vida de esa forma a la mujer.

Pero ¿Qué otra alternativa le queda?

Si no lo hace seguirá en las manos de ese loco de Antonio y no sabe si su próxima víctima podría ser ella misma.

Está acorralada entre la espada y la pared. Aun así, es más peligroso seguir durmiendo en la cama de ese hombre a que volverse en el títere de su abuela. Por lo menos ella no será como su padre que decidió colgarse que hacer algo contra la anciana.

—Bien… —señaló desviando la mirada— acepto obedecerte, pero a cambio haz que este matrimonio se acabe.

Susana alzó la mirada hacia su abuela esperando su afirmación.

—De acuerdo, primero, sin embargo, demuéstrame tu cambio —y dicho esto sacó una carpeta dejándola frente a sus ojos—. Empezarás a trabajar con Antonio, él te enseñará como es el trabajo de un CEO, serás su asistente. Cuando vea buenos resultados de tu trabajo, entonces te liberaré de ese matrimonio.

Susana apretó los dientes y luego sonrió con ironía sin esconder su mueca ¿Su abuela se ha vuelto loca?

—¿Quieres que trabaje para ese perro loco? ¡¿No sabes que ese tipo mató a alguien?! Te estoy pidiendo que me alejes de él y, en cambio, no solo me haces compartir una casa con él, sino pasarme todo el día a su lado ¡¿Quieres que me mates?!

La anciana bufó cansada.

—¿De verdad crees que voy a creerte esas tonterías? Antonio jamás haría algo así, a menos claro que yo misma se lo pidiera. Es inofensivo, lo tengo comiendo en mi mano, porque yo lo crie así; obediente, leal. No voy a creer en que una niña caprichosa que se ha pasado toda la vida mintiendo y jugando sucio venga a decirme algo como esto.

Luego, ignorándola, tomó su teléfono diciéndole a su secretaria que llamara a Antonio a su despacho.

Susana se quedó enmudecida. Y contuvo el rencor dentro de su pecho. Lo que dice es cierto, en cierta parte lo es. Fue caprichosa, mentirosa, de mal vivir, fue una niña abandonada a su suerte luego de que su padre acabó con su vida y su madre murió en un accidente automovilístico, que quedó en manos de una abuela que no dejaba de mirarla con desprecio.

—Siempre me he preguntado si me has odiado toda la vida porque no me parezco a tu hijo…

Masculló de la nada notando como la anciana endurecía su mirada al escucharla.

—O si me culpas que se haya matado porque yo tal vez era el fruto de una infidelidad de mi madre —agregó Susana apretando los puños de ambas manos—. Tú sabes que no quiero ese puesto porque mi padre mismo me dijo que no era mío, que solo vine a usurpar un lugar que no me correspondía ¡Porque no soy su hija legítima…!

No pudo terminar sus palabras porque una fuerte bofetada propinada por su abuela casi la hizo caer. Y no cayó al piso, precisamente, porque unos fuertes brazos la sostuvieron evitando su caída.

—Señora Fave, debe controlarse, los gritos se escuchan fuera —la voz de Antonio la hizo reaccionar en ese momento.

La anciana le dirigió una fría mirada al hombre antes de dar pie atrás volviendo a su escritorio. Y Antonio, sin soltar de sus brazos a Susana, la sostuvo abrazándola como si quisiera protegerla.

Esto a aquella la confundió aún más.

¿Habrá escuchado la pelea con su abuela? ¿Y en qué momento entró que no pudo sentirlo? Ahora sabrá la verdad, aunque su abuela lo ha negado una y otra vez.

Pero lo que dijo es cierto, desde niña su padre nunca la quiso, la rechazaba porque no se parecía a él, en nada. Y cuando su padre comenzó a perder la razón, su rechazo se incrementó, hablaba de una niña enferma y sola, y se culpaba y lloraba.

—¿Me llamó? —dijo Antonio de repente, haciéndola volver a su realidad actual.

Susana, reaccionando, se zafó de inmediato de sus brazos para luego sobarse su adolorida mejilla.

—Desde hoy Susana será tu nueva asistente —habló la anciana con cierta indiferencia—, enséñale a trabajar para que a futuro te reemplace en tu puesto ¿Lo entendiste?

La joven mujer esperaba escuchar un reclamo de ese hombre al escuchar que su abuela pensaba quitarle su puesto por alguien tan inexperta como ella, pero, en cambio, Antonio solo sonrió sin mostrar ningún gesto de desagrado ni ninguna palabra de queja.

—Entendido, señorita Fave —se dirigió hacia Susana—, acompáñeme, le mostraré su escritorio.

Susana pestañeó confundida antes de mirar a su abuela que sigue luciendo molesta contra ella. Salió detrás del hombre, en cierta forma con desilusión, pues esperaba escucharlo, reclamar contra la anciana por decirle que le está dando la bastarda tarea de entrenar a su propio reemplazo.




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