En manos de un psicópata

Capítulo 6

Susana se quedó boquiabierta al ver el respeto y admiración en los ojos de los trabajadores al ver al Ceo de la compañía. Antonio luce tranquilo, con una sonrisa amigable, y una actitud cordial que contrasta con lo que ella ha conocido de él.

—Señor Vélez, tiene una llamada —indicó la secretaria al verlo acercarse.

La mujer de sonrisa coqueta se levantó incluso de su escritorio para pararse a su lado. Susana la contempló de reojo, no le cabe duda de que esa mujer parece intentar conquistar a su jefe.

Sonrió con ironía. Teniendo una mujer así de bonita y que sería capaz de besarle los pies podría casarse con quien quisiera ¿Cuál fue la razón de hacerle caso a la anciana de casarse con ella cuando incluso ni siquiera el puesto de Ceo será para él? ¿O acaso le ofreció algo más a cambio?

En ese instante detuvo sus pasos al sentir sobre sí la agría mirada de la secretaria. La mujer en forma grosera la miró de arriba hacia abajo. Y Susana sintió como la catalogo de enemiga sin siquiera cruzar una palabra con ella.

—Le presento a la señorita Susana, desde hoy mi nueva asistente, además ella es mi…

—Amiga de la infancia —le interrumpió Susana antes de que dijera que es su esposa.

Si es solo un matrimonio arreglado, con el que su abuela quiere obligarla a asumir el cargo de Ceo de la compañía ¿Cuál es la necesidad que todos sepan que están casados? No quiere después andar dando explicaciones del divorcio.

Antonio pestañeó confundido al ser interrumpido, pero luego sonrió con maldad.

—Sí, mi amiga —musitó en un tono malicioso.

Susana pensaba decir algo al notar la doble intención, pero prefirió callar al sentir la obsesiva mirada de la otra mujer. No pudo contener el escalofrío que sintió en ese momento.

—Llama a Víctor, dile que al fin encontramos su reemplazo —indicó Antonio a su secretaria antes de entrar a su oficina seguido por Susana.

Apenas dio dos pasos fue empujada hacia el enorme sofá. De inmediato se enderezó antes de maldecir al hombre.

—Así que amigos —dijo Antonio quitándose la corbata.

Susana al escucharlo sonrió con burla.

—¿Esperabas que dijera mi esposo? Olvídalo, no quiero que nadie descubra que estoy casada con un perro arrastrado —señaló en tono hiriente.

Pero Antonio siguió sonriendo como si sus palabras no le afectaran. Y ante la sorpresa de la mujer tomó sus muñecas con tal fuerza que le fue imposible poder liberarse y las ató con su corbata para impedirle huir.

—¿Qué mierdas estás haciendo? ¿Acaso olvidas que llamaste a un tal Víctor a la oficina? ¿Y si me ve así qué va a pensar? —se quejó buscando quitarse la corbata atada a sus muñecas incluso usando sus dientes.

Antonio no respondió, la alzó haciendo que los brazos de la mujer quedaran alrededor de su cuello, de esa forma por más que Susana quisiera evitarlo le era imposible. Sus rostros quedaron a poca distancia uno del otro.

—Me gusta más eso, amiga con ventaja, podemos divertirnos sin preocuparnos de mezclar sentimientos ¿No te parece mejor? —musitó aquel con su mirada fija en la expresión confundida de la mujer.

—¿De qué mierdas hablas…

No pudo terminar sus palabras cuando los labios de Antonio se apoderaron de los suyos de forma bestial, sin nada de suavidad penetro con su lengua dentro de su boca empujándola contra el sofá. Pataleo intentando liberarse, pero no fue posible.

No puede respirar y no tiene forma de alejarlo. Por eso cuando al fin la liberó respiró agitada sintiendo el exceso de humedad en su boca, de forma que incluso no pudo evitar babear.

Pero incluso, a pesar de la brutalidad del hombre, no pudo evitar sentir que le gustó. No está acostumbrada a ser la sumisa de las relaciones, por eso aun se niega a aceptar que en su interior le excita más ser la dominada que la dominante. Solo que… está situación es algo que le impuso su abuela y no algo que ella misma eligió y eso le provoca sentir que le hierve la sangre.

Si fuese ella quien se hubiera acercado primero a Antonio todo sería distinto. Pero no puede aceptarlo, simplemente porque todo esto lo hace por orden de la anciana. Es como un robot sin sentimientos que actúa de acuerdo a la programación de su creador.

—¿No sientes nada por meterte obligadamente con alguien que no te gusta? —le preguntó Susana apretando los dientes—. Tu secretaria es más bonita e interesante, incluso puede que no se haya acostado con tantos hombres como yo. Pero tú, por obedecer a mi abuela eres capaz hasta de acostarte y besar a una mujer por la que no sientes nada…

Antonio se quedó mirándola sorprendido antes de echarse a reír.

—Te diré un secreto —le dijo acercándose a su oído—. Tu abuela me ordenó no tocarte, no besarte, y ni siquiera abrazarte.

Al escuchar eso los ojos de Susana se abrieron de par en par sin creer sus palabras.

—Entonces ¿Por qué me has hecho todo esto? —preguntó descolocada.

Antonio se echó a reír estrechándola contra sus brazos.

—Te deseo desde hace muchos años, deseo pisotearte, aplastarte, convertirte en una mujer deseosa por mi cuerpo que se arrastre a mis pies como una perra en celo —musitó en un tono de maldad que hizo a la mujer sentir escalofríos.

Aquella movió su cuerpo intentando separarse de él ¿Qué acaba de decir este loco infame?

—¿Estas cagado de la cabeza? —dijo con asco tensando su rostro—. ¿Por qué me dices todo esto? Sabes que puedo ir con mi abuela y decirle lo que acabas de confesar.

Antonio aprisionó su mentón con fuerzas.

—Dile todo lo que quieras, ella no te creerá, le has mentido tanto que puedes decirle lo que se te de la gana y nada cambiará. Solo cambiara el hecho de que cada vez que intentes decirle algo, yo te daré tu castigo.

—¿Qué mierda hablas hijo de…

El hombre la alzó antes de que pudiera terminar de insultarlo y la acostó de panza sobre sus piernas.

—Si no quieres que te castigue tienes que aprender a comportarte —y dicho esto le bajó los pantalones.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.