El olor a la fritura de carne de vacuno la hizo sudar en frío. A duras penas controla las náuseas que le provoca estar dentro de un restaurante de parrilladas donde el olor a carne es una tortura
—Pueden beber y comer todo lo que quieran —dijo su jefa sonriendo con emoción.
Mía respondió de inmediato y no se detuvo ni siquiera a mirar el gesto de desagrado que Susana intentó esconder.
Su estómago da vueltas más cuando ve a su compañera engullir como si el mundo se fuera a acabar.
—¿Te sientes bien? —le preguntó su jefa preocupada.
—Estuve mal unos días del estómago, por eso me siento un poco incómoda —respondió intentando sonreír.
—Bebé un poco de jugo, te puede aliviar un poco —señaló acercándole un vaso enorme.
El suave olor a frutas fue un alivio para Susana, sintió que su cuerpo se relajaba y sus náuseas comenzaban a desaparecer.
Bebió el jugo con confianza dándose cuenta de que no le producía rechazo a diferencia de las carnes.
—¿Te sientes mejor? —le preguntó luego de ver que los colores volvían al rostro de su subordinada—. No comas carnes rojas, pediré para ti pollo a la plancha con arroz blanco.
Susana agradeció la amabilidad de su jefa, a pesar de su aspecto frío e intimidante, resultó ser mejor persona de lo que imaginaba. Mía se quedó mirándola a ambas sin dejar de comer.
—¿Estás embarazada? —señaló repentinamente y Susana se atoró con su jugo en ese instante—. Mi hermana cuando se embarazó no toleraba el olor a frituras, todo lo hacía vomitar, sufrió mucho, pero algo que la ayudaba mucho era llevar un durazno en la cartera, el olor a frutas calmaba sus náuseas y…
—No… no lo estoy —la interrumpió Susana a pesar de que no puede dejar de toser—, solo fue una fuerte indigestión de la cual aún no me recupero.
—Una indigestión de nueve meses —agregó Mía antes de reírse, pero al notar el serio rostro de Susana dejó de hacerlo—. Tranquila solo bromeo.
Susana suspiró desviando la mirada incómoda. En eso sintió la mano de su jefa sobre su cabeza, como si se tratase de una hermana pequeña.
—Aun así, ve a ver a un médico, entiendo que el seguro es caro, pero sería bueno una opinión profesional —indicó con seriedad.
Como respuesta prefirió solo mover la cabeza y guardar silencio, no quisiera decirle que está embarazada, no sabe como podría tomarse la empresa la noticia de sus tres meses de embarazo cuando lleva exactamente tres meses en este trabajo.
Suspiró de mala gana.
Volvió a su departamento en taxi y al bajar sintió una brisa fresca que le ayudaba a calmar su estado de ánimo, el solo pensar que debe esperar seis meses, que en un momento deberá decirle a su jefa la verdad, y explicar por qué no tiene al bebé a su lado luego de darlo a luz.
Al llegar a su puerta vio a una mujer alta, de tacos puntiagudos y un traje de dos piezas pegado a su cuerpo. Su cabello claro y con ondas caían en su espalda y su perfecto maquillaje dibujó una suave sonrisa en cuanto la vio aparecer.
—¿Señorita Susana Fave? —le preguntó.
Tensó su rostro ante la desconocida, no sabe quién podría buscarla y desde que abandonó su país natal todos le son sospechosos de alguna forma, más cuando personas desconocidas preguntan por ella.
—¿Quién la busca?
—Soy Anne Brown, asistente social del Medical Center, me contactaron por una mujer embarazada que quiere dar su hijo en adopción —señaló revisando su carpeta con seriedad.
Susana la contempló en silencio por unos momentos antes de sacar las llaves de su cartera.
—Bien, pase adelante, soy Susana Fave —indicó abriendo la puerta y dejando a la mujer entrar.
Aquella tomó asiento en el lugar indicado y fue evidente su incomodidad ante la expresión nada amigable de Susana.
—¿Qué necesita saber? ¿Mis razones? —preguntó en tono poco agradable.
—Es parte del protocolo, debo saber por qué quiere dar su hijo en adopción, y luego barajar alternativas para que pueda seguir a su lado.
—No lo quiero ¿Con eso es suficiente? —respondió Susana antes de colocarse de pie—. No quiero ser madre y tengo una criatura en el vientre que si pudiera abortar ya no estaría aquí.
La asistente se quedó en silencio antes de escribir en los papeles dentro de la carpeta que sostiene en sus manos.
—Entiendo, sus intenciones son no quedarse con él, espero que no se arrepienta porque una vez que se inicien los trámites de adopción no podrá volver pie atrás —exclamó con seriedad.
Susana no respondió, desvió la mirada hacia los ventanales, la lluvia comenzaba a caer suavemente. Una vez sola bebió jugo con las luces apagadas. Todo acabará entonces una vez que dé a luz, luego de eso podrá seguir con su vida o viajará a otro país para empezar de cero.
Pero ¿Por qué siente tanta incertidumbre con todo esto?
Prendió el televisor sin ver nada que le interesaba y terminó por apagarlo maldiciendo la inquietud que aprisiona su cuerpo y no la deja en paz. Se siente molesta sin entender por qué. Tal vez toda esta situación, todo lo que debe vivir por culpa de ese maldito hombre.
Su teléfono comenzó a sonar. No pensaba contestar hasta que vio que se trataba de su vieja socia, su amiga.
Apenas dijo un “Aló” la voz impaciente de su amiga se dejó escuchar.
—Antonio Fave… acaba de anunciar su matrimonio ¿Acaso no está aún casado contigo? ¿Te ha llamado para divorciarte? Nadie sabe quién es la novia, pero aseguró a los medios que todos los preparativos están listos ¿Sabías de eso? —sus palabras van tan rápido que Susana no logró entenderla de inmediato.
Luego pudo procesar cada palabra y sus ojos se abrieron de par en par. Es cierto que no han tenido ningún contacto desde que ella huyó de ese país ¿Pensará casarse aún estando casada con ella? ¿Eso no lo pondría en problemas legales por bigamia?
Tensó su rostro, es evidente que planea algo. La única forma de hacerlo es primero divorciarse de ella o acabar con su vida.
#797 en Novela romántica
#271 en Otros
#116 en Humor
psicopata obsesion odio abuso suspenso, matrimonio forzado sin amor, amor celos
Editado: 25.11.2024