En manos de un psicópata

Capítulo 27

Susana caminó por el pasillo del hospital, seguida por el alto hombre que Antonio designó para “cuidarla”, aunque ella se da cuenta de que es más bien para vigilarla. Y pudo darse cuenta también que la vigilancia incluye a la anciana. En la puerta de su habitación también encontró a un hombre vestido de traje que la dejó pasar luego de que el otro guardia le hiciera una señal.

Temía que la acompañaran al interior de la habitación, pero la dejaron entrar sola.

El sonido de las máquinas inundaron sus oídos, detuvo sus pasos. La mujer, que yace en la cama y abrió los ojos al sentir una presencia, no se parece en nada a la fuerte y poderosa anciana, matriarca de la familia Fave. No solo ha perdido su contextura, su mirada incluso ya no tiene esa misma fuerza, parece triste y cansada.

Titubeó, sin saber si se ha equivocado de lugar o Antonio le está jugando sucio.

—Susana… —exclamó la anciana y con ello pudo darse cuenta de que es la misma Minerva Fave.

Acercándose pudo reconocerla, aunque en realidad solo es un despojo de lo que para ella siempre fue una mujer poderosa que jamás se inclinaría ante nadie. Sintió compasión al verla en ese estado, pese a que nunca fue una abuela cariñosa, de todos fue la única que se preocupó de ella. Y para una huérfana como Susana es la única imagen maternal que carga en su corazón.

—Abuela —susurró tomando la mano que la anciana estiraba hacia ella, y contuvo sus lágrimas—. Perdón por no haber venido antes…

La anciana la contempló con tristeza.

—Si estás aquí… es porque no pudiste huir de él —señaló y Susana abrió los ojos dejando huir sus lágrimas por sus mejillas, la anciana parece darse cuenta de lo que está pasando—. Oh, mi niña, mi preciosa niña…

Se lamentó la mujer llamándola de una forma que hasta ahora nunca había escuchado. Se quedó en silencio sin saber qué decirle a la anciana.

—Yo no lo sabía, yo solo quería que tomaras el lugar que era tuyo… fue toda mi culpa, si nunca hubiera aceptado ese tonto matrimonio… lo siento tanto… te puse en bandeja en manos de ese tipo…

Tosió con fuerzas cuando su garganta se secó, hace mucho no hablaba tanto, pero necesita decirle todo a su nieta antes de que su vida se esfume.

Susana ve tanta culpa y arrepentimiento en su abuela que no pudo evitar besar la mano de la anciana con sinceridad y apoyar su frente llorando por verla en tan mal estado.

—Debes huir —dijo de repente obligándola a levantar la cabeza, la mano de la anciana apretó con más fuerzas la suya—… debes salir de aquí. Antonio carga con la maldición familiar… es un peligro y tú ¡debes deshacerte de ese bebé!

Volvió a toser con más fuerzas y Susana, aún confundida por sus palabras, corrió a buscar un vaso de agua y la ayudó a beber. Pero la mujer volvió a aferrarse a su mano, en su desesperación por hablar.

—Yo solo quería cortar los lazos familiares, quería proteger a la familia… evitar que nacieran más niños de la sangre Fave para acabar con la maldición de locura que nos ha afectado toda la vida… escondimos el hecho de que el padre de Antonio mató a su esposa, la ahogó en el estanque porque juraba que ella era un demonio que lo atormentaba todo el tiempo y ahora vive encerrado en un psiquiátrico jurando que su hijo también es un demonio…

Susana se quedó enmudecida ante las declaraciones de Minerva. No sabe si por su estado está hablando incoherencias, pero esos recuerdos del estanque le recuerdan a Antonio de niño cuando le contaba sonriendo que su madrastra se había convertido en un pez. Tragó saliva porque se había obligado a creer que eso solo había sido un sueño.

—Quise abandonar a ese niño —refiriéndose a Antonio—, aun sabiendo que su enfermedad era tratable, con todo el dinero de la familia podría con un tratamiento mejorar, pero vi esto como una oportunidad de deshacernos de él… porque vi en él la misma expresión de mi tío abuelo, de ese infante, la locura en sus ojos. Yo quise evitar que la familia Fave siguiera arrastrando la maldición, que siguieran naciendo hijos trastornados, que arrastran nuestra desgracia… Por eso lo dejé en ese orfanato, por eso decidí llevarme a otro niño para criarlo como futuro heredero, por eso yo…

Esta vez tosió con más fuerza y sus ojos se colocaron rojos sin poder respirar bien. Susana se asustó y quiso llamar a alguien, pero la anciana la tomó de la muñeca para que no se fuera. Minerva sabe que si no aprovecha esta oportunidad de hablarle a su nieta no habrá otra ocasión más.

—Escucha… sé que estás muy confundida… —volvió a toser con fuerzas y siguió hablando con un hilo de voz—, busca una tabla suelta en el piso bajo mi cama… ahí está el diario de vida de mi bisabuela, ahí lo entenderás todo… y saca el dinero que hay en la pequeña caja úsalo para ir al aeródromo que está cerca de la casa Fave, y busca a alguien apodado Lord Lewis… él entenderá todo y te sacará de ahí. Cambia tu nombre y deshazte de ese bebé…

No hubo más palabras, la anciana volvió a toser antes de soltar su mano y un bufido de las máquinas hizo que una enfermera entrara corriendo junto a otro doctor y le pidieran que saliera de ahí. Susana, aún confundida y asustada, solo retrocedió, con las palabras de la anciana aún grabadas en su cabeza, repitiéndose una y otra vez.

Aun sin entender nada volvió a la casa ante la continua mirada del guardia que la observaba incluso desde el espejo retrovisor. Pero ella intentó mantenerse en silencio, de todas formas, el hombre asumió que su estado se podría deber a las condiciones como vio a la señora Minerva y además por el ataque que le dio en plena visita.

Susana apenas llegó a la casa, subió a su habitación diciendo que necesitaba dormir, pero en cuanto revisó que no había nadie en el pasillo, fue a la habitación de su abuela. Cerró la puerta con cuidado notando la cama que limpia y estirada le hacía recordar que hace mucho que su abuela no había vuelto a casa. Esto le hizo sentir amargura.




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