En manos de un psicópata

Capítulo 31

—“¿Por qué sigo aquí?” —se preguntó Susana mirando el mismo cielo que ha visto por todos estos últimos meses.

Siente alrededor de su cintura las enormes manos de Antonio que se aferran a ella sin intenciones de dejarla alejarse. Aun cuando parece dormir profundamente. Quiso soltarse, en un primer instante, pero fue en vano, porque mientras más empeñó le puso la sostuvo con más fuerzas incluso enterrándole su entrepierna y colocando su cabeza sobre sus hombros.

Es extraño notar como se aferra a ella cuando duerme, como sostiene su cuerpo sin permitirle ningún tipo de movimiento. Se supone que la tiene a su lado esperando el momento ideal de apuñalarla por la espalda y festejar su venganza, sin embargo, con esas actitudes comienza a dudar que planea aún hacer eso. Eso le trae recuerdos de ese día en donde declaró que le gustaba, que la amaba.

Pero pronto sonrió con ironía ¿No será parte de su plan? ¿Cuándo más se confié más la hará sufrir por el desamor? ¿Qué golpe más doloroso para un ser humado es creerse amado y darse cuenta de que solo lo usaron? Más para una huérfana que no tiene nada, ni familia, ni amigos, solo tiene a su abuela Minerva.

Contempló hacia la ventana sin moverse, contemplando lánguidamente la humedad pegada en el vidrio. El cielo luce claro y azul, tan brillante como un día de primavera. Eso significa que al fin ha dejado de llover y podrá visitar a su abuela. Teme encontrarse con su madre, pero pidiendo a los hombres de Antonio que no le permitan acercarse a ella podría ser útil. Él no querrá que exponga a su hijo a un estrés como ese.

—¿Por qué estás tan callada? —señaló Antonio besando su nuca.

Susana al sentirlo despierto un escalofrío subió por su espalda. Le costó tener que fingirlo y hacer como si nada hubiera pasado, mantenerse tranquila no es fácil para alguien acostumbrada a maldecir en voz alta si algo le molesta.

—Acabo de despertar —mintió desviando la mirada.

El hombre lo sabe, sin embargo, no lo dijo en voz alta. Solo pasó su lengua por su cuello haciéndola estremecer en castigo de ser una malvada cachorra mentirosa, pero está vez lo dejará pasar, de todas formas, solo es una mentira tonta.

—Me gustaría volver a hacerlo aprovechando que estamos desnudos en la cama, pero hoy debo trabajar —levantó las sábanas y se levantó, caminando sin vergüenza frente a la mujer que no pudo evitar detener su mirada en su entrepierna y ver que ese monstruo hasta dormido es enorme.

—¿Vas a la oficina? —le preguntó pensando que podría aprovechar el tiempo e ir al hospital donde su abuela.

—Sí, tengo a alguien esperándome —respondió con indiferencia.

Bufó de mala gana.

—Supongo que a esa mujer —masculló en tono agrio.

Antonio se echó a reír y eso tensó aun más su semblante. No entiende que le parece tan gracioso.

—¿Celosa? —preguntó entrecerrando los ojos.

—No es eso —replicó de inmediato—. Pero tampoco me has dicho quién es ella…

Dicho esto, desvió la mirada, se siente molesta que no le diga quien es esa mujer, aunque nunca aceptara que son celos, quiere aferrarse a la idea que es solo para saber bien cual es su situación a ojos de ese hombre. Si solo la tiene como un juguete sexual y una incubadora para su hijo, y ese es el único rol que espera de ella, y si es esa otra mujer con quien en realidad se va a casar y mostrarla ante todos como su esposa legal.

—Si me haces un oral te lo digo —exclamó en tono malicioso.

Los ojos de Susana bajaron sin evitarlo a lo que le cuelga en la entrepierna y de inmediato, ofendida, alzó la mirada ¿Quién mierda cree que es ella? ¿Humillarse de esa forma solo para que le confirme que esa mujer es su prometida?

—Prefiero quedarme con las dudas —respondió con desprecio.

Antonio sonrió dándole la espalda y caminando hacia el baño.

—Y pensar que ayer en la noche no lo soltabas y parecías saborearlo con ganas…

Susana agarró las dos almohadas de la cama y se las lanzó frustrada al recordar lo que hizo durante la noche y se sintió tan miserable por aferrarse a ese hombre de esa forma cuando antes eran los hombres que se desesperaban por saborear su cuerpo.

Antonio tomó ambas almohadas antes que le llegaran a la cara y su mirada se detuvo en la nieve del exterior. Hasta ahora no había notado que hubiera nevado tanto. Estaba tan aferrada a disfrutar de hacer el amor con Susana que no se percató de esto. Tensó su rostro, si los caminos están cubiertos de nieve no podrá ir a la oficina, y en un momento crucial como este es perder un día tener que quedarse en casa.

Convertirse en Ceo y dueño de la empresa Fave con toda la familia contra suyo no ha sido fácil, pudo deshacerse de las cabecillas que guiaban al resto en su contra, pero, aun así, aunque los que quedan son débiles no han dejado de molestarlo invadiendo de falsos rumores a los socios. Por lo que ha estado trabajando para demostrar que es el heredero idóneo y capaz de estar al mando de la empresa. Por otro lado, ha trabajado a la par con un abogado que ha desligado a Susana de todo lo referente a la familia Fave, anulando su adopción usando la firma de la mujer que antes estuvo de acuerdo con eso. De esta forma, con todo esto legal, podrá casarse con ella.

Endureció la mirada porque quedarse atrapado en casa no es más que un atraso con sus planes. Susana se quedó en silencio notando su fría expresión, no entiende que le pasa ¿Estará molesto por su actitud? Bueno, de todas formas ¿Qué más quería?

En eso su teléfono comenzó a sonar. Se acercó y lo tomó con seriedad.

—¿Qué pasa? —preguntó en tono alto.

Mientras escuchaba su semblante se tensaba aun más. Luego bajó la mirada como si quisiera evitar la curiosa expresión de Susana.

—Bien, encárgate de todo —señaló antes de colgar.

Se sentó en la cama dejando escapar un suspiro de fastidio. La mujer no pudo evitar preguntarle lo que pasaba. No respondió. Ante su silencio aquella solo lo miró sin insistir en saber. Pero tarde o temprano alguien le dará la noticia por lo que es mejor que lo sepa ya.




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