Un mes desde que te conocí, tres semanas desde que sonreí, dos semanas desde que me dijiste que “me amabas”, y una en la que dijiste que también creías conocerme.
Me encontraba aquél día en la Universidad mirando por la ventana mientras la profesora impartía la clase.
Pensaba en él y en mí.
En ti y en ella.
En nosotros y lo que seremos.
Tal vez, como dijiste, en otra vida.
Volví de la Universidad y te encontré en mi departamento junto a él y otros más. Ella no estaba, sólo estaba yo, la única mujer del grupo.
Dejé mis cosas en la habitación y me acerqué a ustedes con la intención de beber uno o dos tragos a tu lado.
—Nicole —me llamó un chico.—¿Verdad o reto? Si no quieres responder, bebes.
Asentí.
—¿Lo amas a él?
Lo miré y le sonreí.
—Sí.
Pero lo que no sabían es que yo creía amarte a ti también.
Estábamos todos ebrios, así que llamé a un taxi para que se fueran. Te acercaste a mí tambaleándote hasta estar nuestros rostros a escasos centímetros. Cerré los ojos para aspirar tu aroma que venía acompañado de tu aliento que olía a alcohol.
—Te quiero, Nicole —me dijiste para luego marcharte.
Tal vez en otra vida, Otis.