En Otro Reino.

CAPÍTULO 10

ELOISE.

Ya ha amanecido y el himno de Regan se oye en todo el palacio, las banderas están firmes, la nieve comienza a caer.

Pero aun así la gente del pueblo entra al castillo dejando buenos deseos para su monarca.

Todos son felices pues hoy cumple veinticuatro años el rey Mikael Regan I.

Al bajar encuentro a todos los trabajadores corriendo y viniendo, pues el gran baile del año esta próximo a unas horas.

Pese a que todos están corriendo y acomodando, no se ve que Mikael este por ningún lado. Mi padre antes de morir, me pidió que el día del cumpleaños del rey le entregará una carta y un obsequio, que hasta el día de hoy desconozco lo que dichas cosas contienen.

Pregunto a los sirvientes y me dicen que no lo han visto, que cada cumpleaños él sale a un lugar y que desconocen dicha dirección.

La mañana se me va arreglando mis pertenencias, pues mañana por la tarde regresaré a Basset. Ya deseo tanto estar en mi pueblo.

Antes de que el sol se vaya, vienen a arreglarme, me veo frente al espejo y lo que veo me encanta, me han trenzado el cabello y luzco una delicada tiara.

Salgo y encuentro a mi querido Arthur luciendo su traje negro.

—se ve linda, alteza. —me dice con sus mejillas sonrojadas.

—tú te ves guapo. —le ofrezco mi mano y me besa sobre el guante.

Mientras vamos bajando las escaleras veo que Arthur esta nervioso.

—en dos días te pediré algo, algo que desde hace mucho tiempo he querido pedirte. —tartamudea, pues esta nervioso.

—esperaré con ansias ese día.

No somos novios, pero compartimos muchas cosas, nunca nos hemos besado, todo ha sido tan tierno con él, hemos respetado las reglas, no solo porque soy una Reina, sino porque es romántico.

Veo que todos siguen la vestimenta que se impuso. Me percato de que Agatha esta con su familia y pocas veces Mikael le dedica alguna mirada.

—te gusta romper mis reglas ¿verdad? —me dice y siento como me mira de una forma diferente. —el azul te va bien. —Mikael Regan me ha elogiado. 

—Mikael, debo de destacar. —con elegancia tomo mi vestido  tratando de ignorarlo, —feliz cumpleaños, por cierto.

—no morí —dice y sus guardias voltean a la defensiva, —que mala suerte tienes, Loise.

Los guardias siguen mirándome mal.

—que gracioso que estás, —le toco el brazo y con sutileza sonrío, pero los guardias siguen mirándome como si desearan atacarme.

—si me sueltas, dejaran de verte mal, nadie puede tocar a su Rey. —dice con seriedad.

—Lo olvidé, pero es que no me ayudas mucho con tus comentarios.

—Yo solo digo lo que pienso, Loise.

Lo suelto y me despido de él.

—¿bailamos? —le propongo a Arthur.

 —será un gran placer, reina Eloise.

Nos vamos a bailar y miro con detenimiento lo dulce que es mi querido Arthur, con él todo es paz.

Me paso la mitad de la noche bailando con él.

Después bailo con el príncipe Andrew de Duffy.

—no tengo palabras para describirte, pero claro, palabras de halagos… —dice nervioso. —eres tan bella como una mañana de primavera.

—Gracias, Andrew. —digo sincera, pues lo quiero como un amigo, o como un hermano.

—El clima esta horrible. ¿no crees?

—Como él Hombre que gobierna. 

—Pues todas las mujeres, incluyendo mi hermana, dicen que el Rey Mikael, es como una tarde de verano.

—todos tienen buen concepto de él, mi padre solía venerarlo, pero no concuerdo con las opiniones de ellos.

—es un buen hombre. sin duda, solo que es muy competitivo...

Charlamos por buen rato y le pregunto por Lisa, tratando de cambiar el tema, no ha venido pues se encuentra indispuesta. La extraño, aunque solo venga a coquetearle a Mikael.

 

Antes de que el tratado de paz se firme, salgo a los jardines, deseo tomar aire fresco. Los rumores corren rápido incluso en los palacios, escuche que Mikael le pidió un tiempo a la bella Agatha, los motivos, no los sé, de igual forma, tal vez solo sean rumores, pues ha estado muy distante con ella.

Una de mis doncellas me sigue, voy observando como la nieve cae, levanto la cara y dejo que los pequeños copos caigan en ella, volteo a todos lados y al ver que nadie me observa me tiro en el pasto, que esta cubierto de blanco y comienzo a hacer ángeles, recuerdo cuando de pequeña los hacía.

Escucho pasos,no los ignoro y me pongo de pie, el alumbrado es tenue y al voltear atrás no veo a mi doncella, por lo que imagino que debe estar por algún lado.

Voy hacia una de las bancas y me siento, mi capa no me permite que el frío me traspase.

—bailas con todos, pero no con el mejor Rey. —dice su voz ronca. —con ese desplante, lo mejor será que la noche la pases en mis cálidos calabozos.

—Tú no bailas, por lo tanto, no pretendía quedar en ridículo. —y en seguida me arrepiento de ese comentario.

Se sienta junto de mí.

—¿quién te crees? —me mira, es guapo. Lo admito, piel blanca y ojos color miel que te condenan antes que sus labios, cabello negro y ese mechón de canas le dan un toque. O esas cejas marcadas, su mandíbula cuadrada. A diferencia de Arthur él no es delgado, pero tampoco esta pasado de peso.  —te hice una pregunta, responde.

—no me creo, soy. —digo orgullosa, —soy la primera reina que te hace rechinar los dientes y poner esos ojos en blanco, o que esos labios se tuerzan ante mi presencia, soy la primera  que hasta el momento te ha desafiado…—no me deja terminar, pues sus labios toman los míos, sus fuertes y grandes manos me toman de la nuca y me pegan lo más que puede a él.

Tomo con fuerzas su capa y me pego a él lo más que puedo. como si una fuerza nos uniera y eso esta muy mal.

Siempre había soñado que mi primer beso sería tierno, con dulzura, que me tomarían con ternura... nunca creí que mi primer beso sería brusco, con rudeza y con posesión.




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